Este curso despedimos el Taller de poetas en la Casa del Libro (Calle Velázquez n.8, Sevilla) a lo grande gracias a la generosidad y cercanía de Manuel Moya, quien nos hablará de poesía y de su excelente trayectoria poética, aunque su prosa es destacable igualmente. Y no es la primera vez que nos acompaña, nos presentó en su día el poemario «Salida de emergencia» y recientemente la biografía que ha realizado de Pessoa, enormemente documentada y trabajada y cuya lectura aconsejo, Pessoa, el hombre de los sueños. El aforo es libre, estáis todos invitados. También podéis verlo por Meet, para ello escribid a : aalveasanchez@gmail.com
Manuel Moya nació en Fuenteheridos (Huelva), lugar donde reside. Estudió filología hispánica en la Universidad de Sevilla.
Poeta, narrador, crítico literario, editor, traductor, ha publicado docena y media de libros de poesía con los que ha obtenido premios de relieve como Ciudad de Córdoba (1997), Ciudad de Las Palmas (2001), Leonor (2001), Fray Luis de León o más recientemente el Hermanos Machado (2014) y Vicente Núñez (2015).
Su antología Habitación con islas ha sido traducida íntegramente al francés y al portugués.
El libro de su heterónima Violeta c. Rangel «La posesión del humo» (ed. Hiperión, 1997) es propuesto como objeto de estudio en universidades españolas y norteamericanas, habiendo sido traducido al inglés, al portugués o al euskara. Como prosista ha editado varios libros de cuentos La sombra del caimán (Ed. Onuba, Huelva, 2006), finalista del premio Setenil de 2006, Caza Mayor (2014), Premio de la Crítica andaluza y finalista del Setenil, 2015, o Ningún espejo (2014) y las novelas La mano en el fuego (Ed. Calima, Palma, 2006), La tierra negra (Ed. Guadalturia, Sevilla, 2009), Majarón (Ed. Baile del Sol, Tenerife, 2009), Las cenizas de abril (Alianza Ed., Madrid, 2011), relacionada con la reciente historia portuguesa (lengua a la que ha sido traducida), con la que obtuvo el premio Fernando Quiñones de novel o las más recientes Colibrí con hielo (1919), Lluvia oblicua, (2022) y Buitrera (premio Estepona de novela, 2021), (2022).
Su traducción de Libro del desasosiego de Fernando Pessoa, apareció en 2010 (Ed. Baile del Sol y Alianza, Madrid 2016), y viene a sumarse a la edición de la poesía completa de A. Caeiro (Ed. DVD, Barcelona, 2009 y Baile del Sol, Tenerife, 2016), El banquero anarquista (Ed. Berenice, Córdoba, 2011), Vasques&cía (Ed. Berencice, 2013), Libro de versos (Poesía Completa) de A. de Campos (Visor, Madrid 2015), Odas completas de Reis (Visor, Madrid, 2016), Ficciones del interludio (Alianza, Madrid, 2016), Cuentos (Ed. Páginas de espuma, Madrid, 2016), La educación del estoico (Ed. Isla de Siltolá, Sevilla, 2016)… Así como la biografía, Pessoa, el hombre de los sueños (ed. Subsuelo, 2023). Al margen de Fernando Pessoa ha traducido a autores lusófonos como José Saramago, Mia Couto, Miguel Torga, Fernando Cabrita, Paulo Kellerman, Conceiçao Lima o Lidia Jorge…así como Baudelaire, Pavese, Dino Campana, Pasolini, Sibilla Aleramo. Ha sido incluido en numerosas muestras colectivas de relato y poesía, tanto en España como en el extranjero. Más información: Manuel Moya – Wikipedia, la enciclopedia libre.
SALARIO
A cada hombre su luna y su salario,
su tanto de sal, su pobre mano
abrasada y hueca. Yo fui
con esos hombres y como uno de ellos
he vuelto a casa con la luna en los ojos.
Como cualquiera de ellos
he visto sucederse la lluvia en los plantíos
y el sol en los
últimos jaguarzos de la tarde,
cuando es la luna todavía un ojo helado.
Cada hombre tiene su luna y su prodigio,
su tormenta y su hora de estar viendo llover
impasible a la lluvia. Yo vi a los hombres,
a muchos de esos hombres llegar ante mi puerta,
llamarme por mi nombre y pues he sido
uno de esos hombres, y con ellos
dormido en el barbecho
y grabado en este tronco mi memoria
y su sazón, me vuelvo ahora,
aterido y débil en pos de mi salario.
Salario (1998)
SOBRE LOS PIRATAS QUE SE LANZAN A LAS AVENTURAS DE LAS ISLAS
En mi agenda habitan piratas misteriosos,
a veces me llaman o les llamo, son cordiales,
parecen divertirse con mis cosas y envían largas cartas
que obligo a descifrar a mi señora. Por ella sé
que son piratas que buscan un tesoro (el que yo busco),
que esperan que yo les dé una pista, cualquier pista,
las mismas que entre líneas les imploro.
HELMINTIA
Cuando llegues procura no olvidar
de dónde vienes,
a quién debes tu viaje
y a qué causa lo dedicas.
Si decides quedarte, quédate
y si partir, ahí tienes la nave.
Ahora bien, cualquiera que sea tu decisión,
el resto de tus días te sabrás equivocado
y a la vista de esos muros
tentados por el óxido,
gustarás envanecerte en el Dorado
que dejaste tantas veces escapar.
Por eso, cuando llegues
a la isla procura responder
a qué timón te debes, qué viento te empuja,
por qué, por qué viniste,
acaso así te atrevas a salvar
esa distancia entre fracaso y dignidad,
entre el águila y la presa.
Interior con islas ( Pre-Textos, 2006)
ALTO ES EL CIELO
Alto es el cielo
no para el que vuela más allá de las nubes,
ni para el que en él encubre su miedo o su arrogancia,
sino para quien se atreve a mirarlo
con ojos de inocencia, como acabado de hornear.
Alto no es quien desde el promontorio mira
a quienes pasan por debajo
o el que desde la gran muralla observa el horizonte
y juzga que todo está a sus pies,
sino el que nunca baja la mirada ante los hombres
y jamás halla fango en sus manos;
alto es quien por la calle va dejando vivas
y frescas amapolas y la luz de sus ojos
reparte entre los hombres;
no quien habla alto, ni el que a muchos habla,
ni el que imparte doctrina,
sino el que en la sucia taberna
escucha al extranjero o al sin voz,
el que duda y no halla nada sólido,
sino movimiento, tránsito.
Alto no es quien irrumpe en el templo
con voces estridentes,
sino el que en él, ensimismado,
escucha su voz que surge de una grieta;
no es alto el músico porque al sonar el instrumento
a todos complazca y de todos se sepa admirado,
sino el que al tomarlo siente cómo en él vibra el mundo
y en sus dedos la nada del aire se llena de sentido,
pájaros que vuelan hacia el norte,
nimbos tejiéndose en la aurora.
Alto el que se entrega, el que se da,
el que lleva siempre a un niño
arrullado en sus ojos, el que se rinde por amor,
el que por amor destruye el palacio,
el que perdona, el que al llegar a casa,
secándose el sudor, exclama,
bien estuvo el día, lo he vivido.
El sueño de Dakhla, Poemas de Umar Abass (III Certamen de Poesía Vicente Núñez (Algaida, 2008)
Podréis leer más poemas de El sueño de Dakhla, es un libro al que tengo un especial aprecio, en este enlace: Ariadna Laberinto (ariadna-rc.com)
—
Conoce el pájaro el oficio de ser pájaro
y la hierba el de ser hierba hasta pudrirse.
A la ilusión del mar cantan los ríos
y más cabal será su canto, si más pequeño.
Es la nieve el precio de diciembre
y el charco es la medida de ser charco,
consciente en la ilusión de su reflejo.
No pregona el águila ser águila,
ni la luz se cansa de ser luz
mientras el sol está en lo alto.
Más fácil es que un buitre
desgarre con su pico un corazón
que acepte, complacido, una corona.
El lago desconoce sus orillas,
pero no el peso de los patos
ni la pronta arquitectura de las nubes.
Arriba, abajo, dentro, fuera,
ahora, nunca, siempre, todo…
palabras que no evitan el frío,
que no alejan el dolor,
ni hacen retroceder la noche.
—
—
Lo frágil, lo diáfano. Lo azul maravilloso.
La piedra de molino que muele el tiempo, el agua
o la nube que pasa y roza los duraznos.
Será lo que ella quiera,
las hojas que el invierno irá pudriendo,
la lentitud, la espuma,
lo fiel, lo transparente,
el color de unos ojos dragados de esperanza.
Contigo, en ti,
nada sea en vano.
—
GARZAS
Como las garzas
que atraviesan en otoño el arrozal
sin dejar en él ni el más leve signo de su paso.
Como el arroyo que en invierno se estremece
y mudo se vuelve en el estío.
Así en este sendero, mi viejo Du Qiú.
Hoy, sentado sobre el trébol, junto al tilo,
me acuerdo de tu nombre, pero mire a donde mire,
nada te recuerda.
Impedimenta (Premio de Poesía Rincón de la Victoria «In memoriam Salvador Rueda, Renacimiento, 2011)
—
PAUL CELAN (APUNTE)
Uno nunca sabe de qué semilla ha de nacer el árbol fuerte,
qué dirección es buena cuando el fuego arrecia,
o si pasado el arroyo se aquietará el peligro
o se cebarán las llamas
sobre los cedros y los abedules,
ni si esas cuevas, donde alguna vez, amor, nos resguardamos,
se convertirán en nuestras tumbas.
Uno nunca sabe lo importante,
y huye del fuego y atraviesa los arroyos, y se aleja,
pobre zorro que sus huellas va dejando en las cenizas.
—
NO A LOS HOMBRES
A mi padre, a quien tanto esperaba cada tarde de mi infancia.
No los hombres
que vuelven de Hispania o de Cartago
cegados por el mirto o por el oro,
no aquéllos, cuyos torsos
perturban los jardines,
no los estrelleros, los escribas
ni el vencedor de Farsalia;
desde luego no los príncipes
ni el gladiador que volvíó a eludir la muerte,
no el impúdico tribuno, ni el hebreo
tonante, inexpresivo,
al que temí menos por su sangre
que por su misterio,
no ninguno de los dioses que dicen verdaderos
a quienes en su temor y en su codicia
tantos se encomiendan,
sino ver a mi padre
entrando solo en la ciudad
herido y sin escudo, deslumbrante.
Apuntes al natural (II Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado, Vandalia, 2013)
—
…Pero tienes que saber que tampoco en este sitio hay una
clara salida de emergencia,
porque una ventana donde uno pueda lanzarse hacia el
vacío
no es, no puede ser, una salida de emergencia
( o sí, quizás, bueno, en fin, no estoy seguro);
una salida de emergencia es otra cosa, no sé qué, pero
otra cosa:
las nubes, el naranjo, la luz de amanecida, cuanto todo
es estreno,
el saber que no es tarde para pertenecer a algo, tierra,
tierra,
para ser una más de las cosas que suceden,
como el ladrido de un perro o el zumbido de una avispa,
y así mirar el aire como si estuvieras mirándote,
y mirar las nubes, el naranjo, la luz de amanecida, sin ya
importarte nada,
sólo eso, la luz, las nubes, sólo eso, pero no sé, repito, yo
no sé,
quizás una salida de emergencia sea otra cosa,
como cuando te agarras a algo para que no te tumbe el
viento,
o cuando estás solo y sientes la tibieza, el soplo, un
bienestar sin causa
y todo a tu redor parece en vilo, envuelto en esa luz
que se esparce por la piel como si un beso,
porque la vida, recuerda, era eso, eso que tú tocas, la
tierra,
el llanto de la tierra y su tibieza, su amasijo helado, su
vómito, su sol sobre los pinos .
Pero no sé . Llega el momento en el que no sabes nada o
lo que sabes
no es nada en lo que puedas asentarte y decirte, ufff,
aquí estamos,
he llegado a la conclusión , creo que me he asentado
en algo
desde donde puedo seguir ahondando en esta tierra,
para alguna vez caber dentro y ser adentro, adentro,
adentro….»
Salida de emergencia ( La Isla de Siltolá, 2014)
—
ESA, ESA LUZ
No sé si somos lo que somos
o somos ya esas sombras que lamen los arriates,
que , inquietas, trepan a las sábanas,
y suman a la tarde su saldo de tiniebla.
Pero algo sé:
fuimos esa luz que daba forma al aire,
mientras la vida corría a nuestro encuentro
como el ensayo corre bajo la plata evanescente de los álamos.
Fuimos esa luz que empedraba las calles, que se rizaba en el agua,
la luz que enhebraba las hojas, una luz que se juntaba a la sangre
y allí quedaba, como queda la escarcha en el trueco del castaño.
No te hablo de esa luz que ilumina ahora un trozo de camino
para extinguirse luego, en el primer recodo.
Ni de las otras, las que alguien apaga
en esos pueblos que cruzas en la noche
y que sólo alumbran mientras estás bajo sus haces.
Su ardiente resplandor podrá cegar,
pero acaso hayan de ser el difuso recuerdo de una luz entre tantas.
Hoy te hablo de esa luz que prende en los huesos,
la luz que chisporrotea en los ojos,
y aun cuando parezca que se fue quedando atrás,
dormida en un remanso de la piel,
ahí está, balbuceante en cada luna, temblando en cada charco,
brillando en cada pequeña brizna azul de hierba.
Hoy te hablo de esa, de esta luz,
la que entonces nos sostuvo y ahora nos sostiene.
—
ANTE «LA CHICA DE LA VENTANILLA
NÚMERO NUEVE» DE EDWARD HOPPER
Tal vez usted no sepa quién soy. No importa.
¿Hablo con la chica de la ventanilla número nueve?
Si es así, yo soy quien usted anda esperando.
Si no lo es, perdone, he debido equivocarme
de número o de hora. Tenga un buen día.
Mire, puedo decirle que por aquí ya amanece,
que el sol vibra entre la hierba,
que se espera un día soleado.
Mire, justo ahora suena un gallo, lo escucho aquí
a mi vera, tan tan cerca…
La vida sopla alrededor, sobre las cosas vivas,
como el ladrar de un perro o el cantar del gallo…
No sé cómo he sabido que usted no estaba bien,
que hoy, tan lejos, no le consuela el dulce mordisco
de la brisa, ni mis pobres explicaciones
acerca de la salida del sol. Bueno, qué puedo decir,
la comprendo, no siempre la poesía es infalible,
no siempre acierta con la respuesta que esperamos.
Si así fuera, yo sería hoy un hombre acabado en su ser,
como ese pájaro que vuela indiferente a sí mismo,
pero a veces la poesía no consuela, sino que muerde y muerde
y no suelta su presa. Y, mire, tal vez sea bueno que así sea.
Pero aquí ya sale el sol, señora, óigame, se lo suplico,
sale el sol,
el mismo que acaso ahora vea huir de sus mejillas
y quiero pedirle que alce esos ojos,
que hoy no entregue sus ojos a la noche,
que muerda una manzana, que sienta
en su boca esa manzana y que se vea.
Ya, ya sé que eso no le ahorrará el dolor que siente,
pero quizás le guste saber que ahora
aquí, desde tan lejos, el sol se alza sobre el campo
y canta un gallo los perros ladran a la luz.
Es posible que usted quiera saber que por aquí está amaneciendo,
que no hay un solo lugar sobre la tierra donde no amanezca
hoy, alguna vez.
—
Recitando el poema «Visión» de su poemario A salvo, libro que reseñé: Reseña del poemario «A salvo» de Manuel Moya | HALLARME YO EN EL MUNDO (wordpress.com)
A salvo (Premio XX Bienal de Poesía Provincia de León, Diputación de León, 2014)
—
VARIACIÓN SOBRE UN TEMA DE MARIO LUZI
Dime,
hacia dónde me empujas,
hacia qué territorio entre ciegas colinas,
hacia qué oscura corriente
donde hasta las más grandes piedras se ven arrastradas.
En qué lejano delta me dejas,
a qué lengua he de traducir el discurso del alba.
Yo, que no sé cómo he llegado,
yo, que no podré serviros.
No es mío este arco, no es mía esa presa,
aunque sepa apuntar con el arco,
aunque sepa abatir a mis presas.
A veces, al mirar al horizonte
soy consciente de que, por más que corra,
no lo alcanzaré,
porque el horizonte es también un espejismo,
como yo lo soy,
como lo es el arco para el animal que agoniza.
El corazón de la serpiente ( XV Premio de Poesía Vicente Núñez, Pre-Textos, 2017)
CASAS
Antes hubo siete y en todas ellas
el sueño me incendió con el fulgor de un bosque.
En unas aprendí que el invierno suele ser una estación dormida,
que tras los leños arde no sólo la savia y la madera,
sino también el tiempo y sus raíces,
la lluvia que no volverá a empaparnos,
el cielo que ya no ha de protegerte,
en otras bosquejé un rastro de hojarasca,
un río imprevisto, el color de las nubes.
En una de ellas esperé a mi padre y seguí expectante
esas briznas de luz cuando la mañana sabía a mosto y a jalea
y los pozos aún vertían pavor sobre los ojos;
aquella casa olía a medicinas y a un temblor cansado.
A niños y a lluvia,
olía a lluvia y a macetas todo el tiempo.
En otra conocí la primavera de septiembre, sus moscas y sus parras,
la mano de mi abuelo, rota y fría en el terrazo,
la voz desierta de mi hermano ausente (y Dios que se ocultaba)
que perturbaba, y cómo, los espejos. Y el exilio.
En ella conocí la vía láctea publicada en unos hombros,
el liz, la luna y los vergeles de la sangre y la aguatinta.
En ella descubrí cuán solo estaba y el efecto corrosivo de tu nombre.
La otra fue una casa diluida en otras casas
donde las estrellas guardaban todavía un sabor a tahona vieja y a letrina.
Los chicos caminábamos por un corredor sin huesos
y sobre todos cabalgaba un aire ya viciado de amapolas y periódicos.
En ella contemplaba las luces de Sevilla.
El mundo se abismaba en nuestros ojos con prontitud de albatros.
Qué altas se me hicieron desde entonces las ventanas.
Hubo otra casa. Estaba en una esquina, junto a un puesto de flores
y eso es todo, porque allí se conjuró la dicha y el geranio. Las higueras, quietas,
exhalaban su aroma de campanas, cartílagos y verbos. Y yo fui el verbo,
las lonas hinchadas desde el verbo. Y tú te me fuiste
como se va la leche en una madre.
Después vino la sombra, el grito, la oliva cangrenada,
la crucifixión, la noche, el destripado arcángel.
Y descubrí el desierto, esa casa sin techo que llevo a todas partes,
una casa excavada en el talud, bastión para el leopardo.
Un retrato donde el mar acababa en una hoguera:
dentro de unas botas, uno no era más que un trozo de carne
que cualquiera echa a los perros.
Viví bajo un naranjo. Su verde aroma me sigue desde entonces.
Tomé una calle y luego otra y en su savia exprimí
más el consuelo que el asombro. No todo era perdido.
Después vino el mar, una casa en el mar, con pálidas gaviotas
y la sensación de que el mundo era tan joven
que jamás alzaría su mano sobre mí. Un barco
apareció de pronto, tan azul, tan tuyo y nuestro,
que de pronto el sol palideció y se hizo carne
y crecieron las montañas y los dedos. La luz corría más que el agua.
La voz de un niño crepitó en la luz.
Y llegó la octava casa. Esta, sobre la que dejé mis manos y mis uñas,
la que defendí contra mí mismo y contra todos. Esta.
Esta casa, la octava, la penúltima. Sobre la que ahora
me cerca el horizonte, la de la chimenea encendida,
la del balbuceo y la harina, la del ciprés y la tarde,
la del mar al que regreso cada día,
la que sabe a tinta fresca y a potajes,
la alquilada por siempre al domador de fantasmas,
la casa que algún día me guiará al invierno,
esta casa, la de tu tibio nombre.
Publicado en el número 1 de la revista Estación Poesía
El poema «El río que pasa por mi puerta» recitado por Tomás Galindo:
Fruto de este encuentro fue esta entrevista publicada en la revista Culturamas, a la que estoy muy agradecida, al igual que a su editor de Poesía, Jesús Cárdenas Sánchez. Podéis leerla en este enlace, y también algunos poemas de sus heterónimos inéditos: