No limpian las palabras. Ada Salas

No limpian las palabras.

Alumbran una isla en el lugar

del miedo y extienden una rama

al paso de los pájaros. Acogen

cuanto nace del hambre de las cosas

y mueren en silencio.

Pero su amor no limpia.

Como no limpia el llanto el rastro

de estar vivos.

ADA SALAS, ‘La sed’, Madrid, Hiperión, 1997

Écfrasis II. Romance de Julio Romero de Torres. Sergio Rodríguez

Romance

Pareció todo irreal,
como si fuera un mal sueño.
Empezó a aparecérseles
aquel minotauro negro
cuando estaban a solas
y se estaban desvistiendo.
¿Por qué amedrentaba a las niñas
-hombre del saco con cuernos-?
¿Por qué sonreían las mujeres
al ver sus ojos de fuego?
Los escribas ya dudaron
sobre si hubieron empleo:
retornado el jeroglífico
se integraron con el pueblo.
Decir Dios sólo era un calmo
señalar hasta los cielos.
Hasta el luto comenzó
a hacer juego con el sexo.
La ciudad fue reducida
-casitas, plazas, albero-;
sus habitantes, mozuelas
y embozados con sombrero.
Todo quedó reducido
a muerte, pasión y celos.
Quienes notaron el cambio
prefirieron padecerlo.

Sergio Rodríguez, noviembre de 2012

*Segundo poema realizado por Sergio en el Taller de los poetas

Lo malo de la poesía. Billy Collins

Lo malo de la poesía, me di cuenta

mientras caminaba por una playa una noche –

la fría arena de Florida bajo mis pies desnudos,

un espectáculo de estrellas en el cielo –

lo malo de la poesía es

que anima a escribir más poesía,

más pececillos que atestan la pecera,

más conejillos

saltando de sus madres a la hierba cubierta de rocío.

¿Y cómo acabará algún día?

A menos que al final llegue el día

en que hayamos comparado todas las cosas del mundo

con el resto del mundo,

y no quede otra cosa que hacer

sino cerrar silenciosamente nuestros cuadernos

y sentarnos con las manos cruzadas en la mesa.

La poesía me colma de alegría

y me elevo como pluma al viento.

La poesía me inunda de pesar

y me hundo como una cadena lanzada desde un puente.

Pero principalmente la poesía me inunda

con ganas de escribir poesía,

de sentarme en la oscuridad y esperar a que una pequeña llama

aparezca en la punta del lápiz.

Y junto a eso, el anhelo por robar

, irrumpir en los poemas de otros

con una linterna y un pasamontañas.

Y vaya panda de delincuentes infelices que somos,

carteristas, ladrones comunes de tiendas,

pensé para mí

mientras una fría ola se rizaba en mis pies

y el faro peinaba el mar con su megáfono de luz

que es una imagen que robé directamente

de Lawrence Felinghetti –

para ser totalmente sincero por un momento –
el poeta ciclista de San Francisco

cuyo pequeño parque de atracciones en forma de libro

llevaba en un bolsillo lateral de mi uniforme

subiendo y bajando los procelosos pasillos del instituto.

Billy Collins, Lo malo de la poesía y otros poemas, Bartleby Ediciones.
Traducción: Juan José Almagro Iglesias

TABAQUERÍA. PESSOA

   
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie
sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,
con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y los  seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en  los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.

Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pitada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.

Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por  dentro.

He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué voy a  pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?

No, ni en mí…
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol verdadero
ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una  pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o que no  venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las chocolatinas,
mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de  estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)

Pero por lo menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un desprecio sin  lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir de las  cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar, que  inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)

He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni  creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de  eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al que cortan el  rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.

He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El disfraz que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo desmentí, y me  perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me había  quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.

Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la puerta y se  ha  quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
En determinado momento morirá también la muestra, y los versos  también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así como  gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y viviendo debajo de  cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el sueño del  misterio de la  superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.

Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido, humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo lo  contrario.
Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los  pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de  encontrarse  indispuesto.

Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.

El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el cambio en el  bolsillo de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y me ha  visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós, Esteves! , y el  Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario de la  tabaquería se ha sonreído.

*Traducción de Ángel Crespo, Antología poética. El poeta es un fingidor

PESSOA Y SUS HETERÓNIMOS

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Fernando António Nogueira Pessoa. VIDA Y OBRA.
Más conocido como Fernando Pessoa nace el 13 de junio de 1888 y muere el 30 de noviembre de 1935, con 47 años. Él que en vida solo había publicado su libro de poemas “Mensaje” , posteriormente ha sido reconocido como uno de los mejores poetas portugueses y de la literatura europea . Su obra ha sido traducida a 37 lenguas, aunque cuando murió dejó la mayor parte de sus escritos inéditos y todavía hoy está sin publicar.
Su padre, Joaquim de Seabra Pessoa, fue funcionario público del Ministerio de Justicia y crítico musical del periódico Diario de Lisboa. Demasiado pronto conoce nuestro niño poeta la tragedia, pues su padre muere con 43 años, a consecuencia de la tisis, dejando a Fernando con sólo cinco años y a su hermano Jorge, que fallecería al año siguiente, sin cumplir un año. La madre era una mujer muy culta, dominaba la lengua inglesa, francesa y alemana, y cuando soltera escribía versos, dada las circunstancias se ve obligada a subastar parte de los muebles y la familia se muda a una casa más modesta, donde vivirá junto a su madre y su abuela, quien sufre de trastornos mentales. Fernando temerá de por vida haber heredado alguna enfermedad mental. Es también en ese período en el que surge su primer pseudónimo, Chevalier de Pas, hecho relatado por él mismo.
Su madre se casa por poderes en segundas nupcias con un comandante, cónsul de Portugal en Durban, a quien había conocido hacía un año. Por causa de esa boda se mudan a Durban (República de Sudáfrica hoy), en la que pasa la mayor parte de su juventud. En Durban recibe una educación británica, lo que le proporciona un profundo contacto con la lengua inglesa y con su literatura. Sus primeros textos y estudios están redactados en ese idioma. Será uno de los primeros de su promoción, recibió varios premios de redacción en inglés y francés. Ya por entonces creará el heterónimo Alexander Search, con el cual se envía cartas a sí mismo.

En esa época intenta escribir novelas en inglés y se matricula en la Escuela de Comercio. Se presenta a las pruebas de ingreso para la Universidad del Cabo de Buena Esperanza, que le habilita para estudiar en una universidad británica de su elección. Lo que ocurrió no está muy claro, pero el destino no lo llevó a Gran Bretaña y él decide irse a Lisboa en 1905, con 17 años, donde se matricula en el Curso Superior de Letras de la Universidad de Lisboa, que abandona en 1907. Es en esta época cuando entra en contacto con importantes escritores de la literatura portuguesa.

En agosto de 1907 muere su abuela Dionisia, dejándole una pequeña herencia. Con ese dinero monta una pequeña tipografía, que rápidamente quebró. A partir de 1908, se dedica a la traducción de correspondencia comercial, en esa profesión trabajará toda su vida, sin horario fijo, algunos días a la semana, le permitía dedicarse mejor a la escritura. Escribía por las noches de modo compulsivo, como una urgente necesidad.
Vivió en más de 20 casas, su vida fue una continua mudanza. Mantenía una apariencia muy elegante.

4.1.1

En la oficina conoce en 1920 a una joven de 19 años, Ofélia Queiroz, cuando tiene 31 años, su único amor. Mantienen una primera relación breve que durará 8 meses, de las que queda el testimonio de las cartas de amor. Estas cartas le harán escribir: “Todas las cartas de amor son ridículas…”, pero Pessoa no quiere una relación convencional y parece tener miedo al compromiso. Más tarde, en 1929, intentará Pessoa reanudar la relación, pero temía que no pudiera compatibilizar su dedicación a la escritura con la vida matrimonial. La relación se ve interrumpida por las extravagancias literarias del poeta, quien a veces firma sus cartas como Álvaro de Campos, a quien Ofelia odiaba. Poco antes de romper, Pessoa le escribe:
«Toda mi vida gira en torno a mi obra literaria, buena o mala, lo que sea, lo que pueda ser. Todos (…) tienen que convencerse de que soy así, de que exigirme sentimientos —que considero muy dignos, dicho sea de paso— de un hombre común y corriente es como exigirme que sea rubio y con los ojos azules.»

Inicia su actividad de ensayista y crítica literaria con la publicación, en 1912 en la revista «Águia», del artículo La nueva poesía portuguesa sociológicamente considerada, al que seguirán otros, que fueron recogidos en un libro posterior titulado La nueva poesía portuguesa. Para él la nueva poesía portuguesa se caracterizaba por: vaguedad, sutileza y complejidad.
Empezó a traducir y a escribir para la revista de vanguardia Orpheu (1915), publicación audaz que sacude el panorama literario. En 1917 Álvaro de Campos publicará en el único número de Portugal futurista, su célebre Ultimátum, manifiesto irreverente que ataca a los principales escritores europeos del momento, arremete contra la decadencia de la cultura europea y es una invitación a una nueva Europa, codirigirá la revista Atena (dirigida por él mismo), también publicará en Ruy Vaz (a partir de 1924) o en Presença ,que se crea en 1927. En esta revista se publica un artículo de José Régio titulado “Sobre la generación modernista” en el que se consideraba a Pessoa como maestro, lo que motivó el contacto de Pessoa con los jóvenes poetas de esta revista y que fuese uno de sus colaboradores. Su primer libro de poemas, Antinous, apareció en inglés en 1918.
Su primera obra en portugués, el poema patriótico Mensagem (Mensaje), única que publicó en vida, no apareció hasta 1933.

Quiso una poesía de la inteligencia, poesía del pensamiento: “Lo que en mí siente, está pensando”. Dice en el poema 13 de Cancionero, una poesía donde prima una razón controlada por la sensibilidad, como comenta Ángel Crespo en su prólogo a una de sus antologías.

Pessoa es internado el día 29 de noviembre de 1935, en el Hospital de São Luís dos Franceses, con el diagnóstico de «cólico hepático» , falleciendo a causa de las complicaciones posiblemente asociadas a una cirrosis provocada por el excesivo consumo de alcohol a lo largo de su vida (a título de curiosidad. El día 30 de noviembre muere a los 47 años. En los últimos momentos de vida pide sus gafas y clama por sus heterónimos).Fernando-Pessoa1-600x300

LOS HETERÓNIMOS
Uno de los rasgos que más sorprende es la existencia de sus heterónimos, llegó a crear 72 heterónimos. El profesor Perfecto Cuadrado , en una de sus conferencias, expone diversas explicaciones dadas a este hecho: inestabilidad sentimental del poeta, despersonalización, por motivos esotéricos y de alquimia ( los heterónimos eran aislamientos de los distintos yo que nos conforman para alcanzar la piedra filosofal, que es el conocimiento), también es el cumplimiento del deseo de Pessoa de ser todo de todas las maneras posibles, sentirlo todo, decirlo todo, la búsqueda de lo absoluto propio del Romanticismo, “Sé plural como el universo”, nos dirá Pessoa.
El 8 de marzo de 1914 empezó a escribir de pie (pues solía escribir de pie) y escribió llevado por una inspiración febril treinta y tantos poemas, fue cuando a pareció Alberto Caeiro. Inmediatamente escribió algunos poemas de Pessoa. De Alberto nació Ricardo Reis y opuesto a los dos la Oda triunfal, de estilo vanguardista, con influencia futurista, de Álvaro de Campo.
Los tres heterónimos más conocidos (y también aquellos con mayor obra poética) fueron Álvaro de Campos, Ricardo Reis y Alberto Caeiro. Un cuarto heterónimo de gran importancia en la obra de Pessoa fue Bernardo Soares, autor del Livro do Desassossego (Libro del desasosiego), una importante obra literaria del siglo XX. Bernardo es considerado un semi-heterónimo por tener muchas semejanzas con Fernando Pessoa y no poseer una personalidad muy característica ni fecha de fallecimiento, al contrario que los otros tres, que tienen fecha de nacimiento y muerte, con excepción de Ricardo Reis (que no tiene fecha de fallecimiento).
Unos versos de El guardador de rebaños, Alberto Caeiro

…Ser poeta no es una ambición mía.
es mi manera de estar solo.
———-

Antes el vuelo del ave, que pasa y no deja rastro,

que el paso del animal, que deja un recuerdo en el suelo.

El ave pasa y olvida, y así es como debe ser.

El animal, donde ya no está, y por eso de nada sirve,

muestra que estuvo antes, lo que no sirve para nada.

El recuerdo es una traición a la Naturaleza,

porque la Naturaleza de ayer no es Naturaleza.

Lo que ha sido no es nada, y recordar es no ver.

¡Pasa ave, pasa, y enséñame a pasar!

* Datos recogidos de Wikipedia, conferencia: http://www.youtube.com/watch?v=Bbek5-9s8V8&feature=share y del prólogo de Ángel Crespo en Antología poética. El poeta es un fingidor, de Austral.

Fragmento de Oda al Otoño. Keats

hojas en estanque

 Ahora que ha entrado el otoño vienen a mí estos versos de Keats                       

                                  III
¿En dónde con sus cantos está la primavera?
No pienses más en ellos sino en tu propio canto.
cuando florece en nubes el día declinante
y tiñe los rastrojos de un matiz sonrosado
cual lastimero coro los mosquitos se quejan
en los sauces del río, alzados lo alto dejan
conforme el leve viento se reaviva o se muere;
hay corderos que balan allá por las colinas,
mientras cantan los grillos, y luego, blandamente,
el pitirrojo silba cerca de alguna huerta
y trinan por el cielo bandos de golondrinas.