27 de abril : Recital de Daniel García Florindo. «La infección de los días».

El próximo miércoles 27 de abril a las 19.00 horas en Casa del Libro , C/Velázquez nº 8 de Sevilla, estará con nosotros Daniel García Florindo para leer poemas de su último libro, «La infección de los días», y hablarnos de él.

Daniel García Florindo (Córdoba, 1973) es doctor en Lenguas y Culturas, y licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Córdoba. Durante los años 2001 al 2007 ejerció la docencia en diversos centros de enseñanza secundaria y universitaria en Sevilla y en Lisboa (Instituto Cervantes, Lycée Français Charles Lepierre, Universidade Nova, Instituto Español Giner de los Ríos o la Consejería de Educación de la embajada de España en Lisboa, entre otras instituciones). Desde el año 2008 se dedica profesionalmente a la edición de múltiples proyectos educativos relacionados con la enseñanza de la lengua y literatura hispánica.
Como especialista de la obra poética de Juan Bernier, es autor de La poesía de Juan Bernier, diálogo vital con su tiempo (UCOPress, 2019), del estudio La compasión pagana (estudio-antología de la poesía de Juan Bernier) (Universidad de Córdoba, 2011), así como del prólogo y la edición de su Poesía completa (Pre-Textos, 2011). Esporádicamente continúa cultivando la crítica literaria en diversos medios impresos y digitales.
Es autor de los libros de poesía Amanecer en Pensilvania (rapsodias yanquis) (Ediciones En Huida, 2014) –edición ilustrada, revisada y ampliada de su primer libro Amanecer en Pennsylvania (Cuadernos de Sandua, 2001)–, Cuadernos de Lisboa (Ediciones En Huida, 2011) y Las nubes transitorias (Guadalturia-Extraversos, 2015).
Para acceder a más información sobre el autor y su obra recomendamos consultar su blog Aula poemática (aulapoematica.wordpress.com).

En la página de la editorial Cántico consta la siguientes sinopsis:

«Con La infección de los días, el autor culmina una trilogía comenzada hace una década con su segundo libro, Cuadernos de Lisboa (2011), y continuada con Las nubes transitorias (2015). Aunque estos títulos parezcan alejarse de la porosa mitología generacional desplegada en las «rapsodias yanquis» de Amanecer en Pensilvania (2014 [2001]) —su primer libro—, no dejan de mantener una preocupación existencialista y social ya presentes entonces. De hecho, en sus últimos libros se consolida una voz lírica tan personal como ecléctica para conciliar en su propuesta poética la visión de un sujeto social con su conciencia íntima. En definitiva, podemos afirmar, con palabras de Luis Bagué Quílez, que nos encontramos ante una voz poética «de insobornable autenticidad; un redoble de conciencia en una época en la que abundan los decorados de cartón piedra y los golpes de pecho […]»

La infección de los días es un evidente modelo de lirismo ante la realidad de la era pandémica. La ambivalencia del título responde, como es natural en poesía, a una plurisignificación, la que ofrece el término infección para aludir a los distintos niveles de realidades referenciadas: desde la inmersión en una pandemia sanitaria mundial o la crítica angustiada ante un escenario geopolítico enfermo, hasta la «infección» metafórica que supone la crisis sentimental de una separación. Todos estos niveles se conjugan sin estridencias en el marco internauta de nuestra era global y digital por donde, sin duda, navegan poderosamente los poemas de este impactante libro.

Francisco Onieva lo reseña en la revista Culturamas:

«La infección de los días», Daniel García Florindo – Culturamas

Libro confesional cuyos poemas fechados le otorgan la apariencia de diario. En él se integran lo íntimo y personal con las circunstancias históricas y sociales ( la pandemia de COVID-19 de trasfondo, se inicia en marzo de 2020, cuando se decretó el estado de alarma y confinamiento).

Usa el lenguaje como un puente accesible para comunicar al lector una mirada crítica a nuestra sociedad actual (denuncia ecológica, la explotación, la tragedia de la emigración, la desigualdad , los feminicidios o la crisis económica, entre otros temas), así como sus emociones, ideas y vivencias. Se cuida del retoricismo superfluo, buscando una expresión clara, concisa y esencial, sin abandonar el lirismo. Una propuesta retórica que también nos parece una propuesta política, ir a la realidad en busca de la verdad personal, de la existencia y del mundo.

Inicia el libro el poema «Infección y poética», una declaración de intenciones. En él parece fusionar, y en todo el libro, poesía y vida, al igual que los poetas del Romanticismo, y en ella la poesía es capaz de curar o salvar; coincide igualmente con los románticos en su espíritu de rebeldía , en el propósito de nadar a contracorriente.

En algunos poemas intercala las noticias de los medios de comunicación- ya sea de la radio, prensa o telediario- como un recurso para reflejar la situación social y cómo afecta al sujeto contemporáneo ( en el poema In itinere o Desempleo, por ejemplo). No falta tampoco la intertextualidad, la reiterada referencia a Eliot, a su tierra baldía y a su cruel abril; o bien las referencias a nuestra tradición literaria, como el río de Jorge Manrique, versos de Jaime Gil de Biedma; ni a las letras de canciones, como Paint it Black o Wild horses.

Desde actos o gestos cotidianos , con suma apariencia de verdad, levanta el poema en el que se desnuda un hombre que se enfrenta a una ruptura sentimental, con toda la crisis y carga emocional que ello implica, elaborando las pérdidas, la soledad y el cambio , pero dispuesto a comenzar de nuevo, con las circunstancias que a todos nos circundan y que hemos tenido y tenemos que afrontar.

No solo hay un testimonio personal y social, sino también reivindicación de un mundo en armonía con la naturaleza, más ecologista, menos violento, y con mayor respeto a los derechos humanos : Yo seguiré regando tu raíz de humanismo. Late una aspiración de nueva vida personal y el sueño de un mundo mejor para todos. En su lectura podemos tocar el dolor que atraviesa, pero infunde luz y esperanza , llegando a ser, como dice el verso del poeta Luis García Montero: Pienso que soy el dueño del minuto que falta.

GOOGLE EARTH

13 de octubre de 2020

A Pedro Roso, in memorian

Bajo la dulce lámapara

Pablo García Baena

Bajo la incandescencia de una pantalla azul

la mano inquieta mueve el timón informático

del cibernauta preso en su falso viaje.

Un intenso deseo de retorno

dirige el globo a su Ítaca imposible,

a una antigua región de la remota infancia.

..

Los países- teselas digitales-

se divisan a golpe de ratón,

y de golpe aparecen las inmensas metrópolis

de San Diego- Tijuana,

los residuos sin nombre de las masas

de Tokio, Nueva York,

Valle de México o Sâo Paulo…

..

Y Lima resquebraja las piedras de la zona de Progreso

con los niños esclavos del distrito de Carabayllo

en la espalda del mundo.

..

Acá, En Europa, el Mare Nostrum es un pozo de muerte

que arrastra las pateras naufragadas,

los restos de cayucos, las gomas de neumáticos

y los cuerpos inertes, desterrados

y escupidos del mar al primer mundo.

..

Hay pozos petrolíferos que apuñalan la Tierra.

..

Se yerguen como torres de Eiffel sobre las aguas

del lago Maracaibo o sobre las arenas

del desierto en la Arabia de los cuentos

que mutilan y matan a niñas y mujeres…

..

Al tiempo, en Ciudad Juárez la impunidad se auspicia

bajo el estado de de Chihuahua, y cruzó el río Bravo,

frontera natural que cercenó las vidas

de Óscar Martínez y su hija Valeria.

..

En Nigeria, Sudán, Somalia , Yemen…

la homofobia se extiende bajo pena de muerte.

En la calle García Lorca las paredes se ensucian

de ignominia asfixiada de cal ardiente y viva.

..

Que no haya tolerancia para la intolerancia

si el incansable dedo sondea aún esa rueda

que acerca la miseria y mezquindad humana

en el google earth. Y aunque ya nadie mire,

aunque a pocos le importe, mi querido maestro,

la compasión nos hizo siempre sabios.

..

Yo seguiré regando tu raíz de humanismo,

aunque la vida tenga un precio escaso

y surja de Times Square las manzanas podridas

con sus grandes paneles de anuncios digitales.

..

Allá están los deseos en el corazón vano de Manhattan

y un vacío de aristas fantasmales, la sombra de las torres

que separa los mundos de un planeta ultrajado.

..

El viaje infatigable, bajo la luz azul,

al fin contiene el pulso tembloroso

cuando el progreso siempre fue un regreso,

apenas aquel sueño que no corromperemos

pues bombea un amor desorbitado y un temor abisal

ahora que el futuro se detiene,

y el virus prolifera por el aire del mundo

y esta lámpara mágica se apaga.

FOTO FAMILIAR EN LA NIEVE

Mi madre ha recordado que al regresar a casa, tras una excursión familiar a Sierra Nevada, las noticias de las nueve informaban de la muerte de Félix Rodríguez de la Fuente. Fue un 14 de marzo de 1980, pues, aquel mismo día en que nos hicimos esta fotografía en la nieve

A mis hermanos

Es una de las pocas fotos

en las que estamos todos juntos

—yo soy un bebé en el libro de familia—,

pero aquí yo tenía ya seis años.

..

Fuimos a visitar el hielo,

la nieve de la cumbre granadina

que congeló el feliz momento.

..

Al fin, el viejo simca con cadenas

trepó la carretera del mareo,

sí, aquel 1200 tan azul,

y cesaron las curvas de aquel tiempo.

..

Cuarenta años después la imagen sigue

tenuemente borrosa en el ochenta,

pero aún la foto kodak, ámbar sepia,

permite distinguir la risa de mi padre,

la expresión de sorpresa y alegría en mi madre,

la actitud juguetona del que lanza la nieve al cielo,

del que frota sus manos adolescentes aún

eludiendo aquel frío. Es la foto más cálida

que tengo. Cabizbajo se muestra quien me sigue

o mirando aquel blanco eterno de la lámina

con sus manos hermanas —tiritando quizás—

en aquellos bolsillos de pana familiar,

..

y yo, con caperuza roja

y manos enguatadas para llevarme el hielo

a casa, pues quién iba a sospechar

de la crueldad de abril.

CARRERA DE FONDO

1 de noviembre de 2020

Que la vida iba en serio

ya lo había entendido aún demasiado joven

aquel noventa y dos irónico y festivo.

Que el río que nos lleva al mar

está lleno de obstáculos también

lo he sabido muy pronto.

..

Y sé ahora que solo puedo seguir remando

contracorriente -como siempre-

y pasar los meandros y demás accidentes,

los fuertes y fronteras, pues solo soy

en mi veloz piragua,

tratar de no volcar, y levantarme

cuando sea preciso, en soledad,

para llegar invicto hasta la meta,

con buen fondo,

en la dura carrera del vivir.

El poeta y su voz: Rafael Adolfo Téllez Flores y «Los cantos de Joseph Uber»

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El próximo miércoles 23 de enero a las 19.30 horas en la Casa del Libro, sita en Calle Velázquez nº 8 de Sevilla, tendremos el encuentro con el poeta Rafael Adolfo Téllez Flores, a quien agradecemos enormemente su esfuerzo por acudir y poder disfrutar de su poesía y  tener la oportunidad de entablar con él un diálogo sobre la escritura y de su libro «Los cantos de Joseph Uber», editado por Comares, La Veleta en 2011 .

En Los cantos de Jospeh Uber su autor usa este heterónimo, que aparece en alguno de sus libros anteriores, según él: “porque uno siempre quiere ser otro”. En este caso, Joseph Uber es un pastor que aparece explícitamente en el capítulo III ( tal vez el abuelo del sujeto que habla en los poemas), a semejanza de Alberto Caeiro, amigo pastor de Pessoa. Un pastor que vive en un paisaje o espacio mítico creado por Rafael, el mundo rural del ayer, que puede ser el pueblo donde vivió su familia y en el que transcurrió feliz su infancia, rodeado de naturaleza. De ese mundo agrario y humilde presente en su poesía retrata: el cementerio en el día de los difuntos, las charlas entre vecinos, los carros tirados por mulos, las torres del campanario donde anidan las cigüeñas, la feria del pueblo y su salón de espejos, los rebaños, las cosechas, las fanegas de trigo, los mulos girando en las norias, las mujeres lavando en la orilla del río… por esto dirá que es el suyo un mundo antiguo.

El propio autor manifiesta que su poesía es un regreso a viejos lugares donde amó la vida; pero el regreso es, en realidad, un sueño, y escribir poesía supone una lucha contra el paso feroz y asesino del tiempo. Ante la imposibilidad de poder volver sobre nuestros pasos nos salvamos gracias a una poesía elegíaca (salpicada por la lluvia, con su rumor de flauta triste) que bebe de la memoria y de los recuerdos del pasado, de las raíces, del árbol familiar.Todo el poemario  es una dulce elegía: tanto por los familiares amados y ya ausentes, con quienes habla y que le acompañan, a quienes inevitablemente añora con dolor ; como de todo ese mundo que fue y que parece estar desapareciendo en los tiempos de hoy. Como dice el editor, Andrés Trapiello, supone un canto a la vida desde la conciencia de la muerte.

No obstante, estos lugares donde amó la vida ahora le azuzan con sus sombras y sufrimiento por quienes ya no están, como bien dice en su poema Elegía, y le incitan también a marcharse. Como en el personaje de Ulises, se marcha llevando a su Ítaca dentro, pero cuando regresa, ni Ítaca es la misma ni Ulises tampoco.

El capítulo III, Los cantos de Joseph Uber, rememora la vida de un pastor de principios del siglo XX, un modo de vivir deseado por el propio poeta: Quizás es Joseph Uber/ quien tatúa mi vida ahora/ en alguna piedra vieja; pero, como indicamos anteriormente, el sujeto poético es un extranjero que escribe estos versos, alguien que regresa pero de tan lejos que no podrá ya llegar nunca. En su poema Forastero dirá: Soy solo el forastero que todo lo perdió. Qué solemos cantar, sino la pérdida.

Otro espacio del libro será el café en el que vivió el amor y que evoca en su capítulo IV. Y como última geografía del poemario está Turóbriga, semejante y confundida con su mundo originario, por cuyas calles no sabe si va o vuelve.

Es este un poemario que, sin lugar a dudas, os gustará, de poemas tiernos y vibrantes de emoción que reflejan un mundo rural, un mundo de ayer – a semejanza de Stefan Zweig- en peligro de extinción por el éxodo de la población a las ciudades (mayormente en el norte del país y que pudiera suceder también aquí, en el sur ), por la tecnología y el devenir de la sociedad. Un mundo más lento, artesanal, familiar, humilde, sencillo, amoroso, agrario.

Supone igualmente la pérdida de su mundo personal, familiar , un tiempo de ayer que trasciende fronteras, con el que todo urbanita, aunque no lo despierte el canto del gallo, se sentirá identificado.

Es la suya una poesía cálida, intimista y confesional.  Una escritura clara y sugerente, que demuestra que para hacer buena poesía no es necesaria la oscuridad, una poesía que encuentra las palabras exactas y que sabe convocarnos al prodigio.

AUTORRETRATO

Se apoya en el umbral y con un palo, sobre la tierra,

traza unos versos

como quien sale al monte a buscar leña

para hacer un fuego con que calentarse las manos.

 

LA LLUVIA

Alguien que he sido la oye, de nuevo,

en esta calle, a la que ha vuelto

con su rumor de flauta triste.

Es la misma lluvia de antes, aunque parezca

hoy más oscura, sobre el empedrado,

mientras oigo la voz de mi padre

y empujo el viejo portón

de la casa en que, ayer, la vimos

cayendo sobre el patio.

La antigua lluvia que salpica Zócalos y plantas

y puebla los aires con su rumor de flauta pobre,

y quiere llevarme lejos.

 

LA CASA DEMOLIDA

No sé cuánto de mí queda en esta calle.
Si alguno me ofreciera una silla
al pie de la casa demolida,
aquí me quedaría.

Quizás en su alacena esté
el manuscrito que perdí
y que he buscado en estos años…

Qué son esos pájaros revoloteando hoscos,
bajo la techumbre;
qué son esas voces si nadie me habla.

En algún lugar de esta calle,
vive una mujer a la que amé. Su nombre es aún
un tizón encendido, pero lleva siglos bajo tierra.

Por eso acaso lo mejor sea detenerse a ver la lluvia,
desde el umbral
de esta taberna desierta de provincias.

En el ancho ventanal, miro el valle antiguo
donde se perdieron los huesos de los míos.
Ahora relumbran con la lluvia
y son el horizonte.

 

ELEGÍA

No quiero ya más

regresar a la calle donde solía,

ni al umbral del que, en verdad, yo no me alejé nunca.

 

Aquí, cierto día, mi hermana se ocultó

triste en su costurero

y nunca ha vuelto.

 

Acostumbraba, por entonces, a venir con el sol,

hasta la puerta, un gorrión,

al mediodía.

 

Mi padre partió, también, lejos, sobre un mulo

y ya ninguno me aguarda a la mesa.

Sólo el viento tirita de frío en el mantel.

 

Ya no quiero estar más aquí

avivando el carbón duro de estos montes,

mientras asoma, ceremonioso, el otoño

con su oscuro sayal de bronce antiguo.

 

Del naranjo que mi padre plantó en el patio,

hacia 1960,

brota «ahora» una bandada de pájaros que llevan

escritos en sus alas

todos los nombres de la tierra.

 

UN VIEJO CAFÉ

La lluvia es siempre joven.
Viene de lejos.
Trae alhajas de su paso por comarcas invisibles.

Pasa con su traje de aldeano el viento.
La lluvia siempre es joven,
pero el hombre que la mira, en la mesa vacía
de un café, sabe que su noche avanza.

Palpa las piedras en que cayeron otras lluvias,
no lejos de aquí, en otro café.
Quizás en esta misma calle,

mientras se oían pasos severos de gentes de otro siglo,
voces de mujer, tintineo de cucharas
que son ya niebla en los espejos.

La lluvia llega, de tiempo en tiempo,
y esparce su luz en el umbral del café
donde el hombre escribe.

Sólo él ha envejecido.

 

UN TANGO PARA ANA

Viejo café de las afueras al que un año
y otro año llegas,
con tu raída bufanda color de oro viejo,
mientras oigo no las voces, no la música,
sino la lluvia…

La lluvia que viene de tan lejos
con su sayal de lana negra
y moja la sucia cristalera
del recodo
donde tomo mi taza de café
en una mesa en la que a menudo conversa
conmigo el mismísimo Gardel.

Viejo café al que te acercas,
un día cualquiera de mi juventud,
mientras aún en tus ojos arde el sol
de las gitanas,
mientras oigo no las voces, no la música,
sino la lluvia pobre.

 

RAFAEL ADOLFO TÉLLEZ FLORES nació en Palma del Río (Córdoba) en 1957. Licenciado en Filología Hispánica. En la actualidad ejerce como profesor de Educación Secundaria, labor que compagina con la de guionista de televisión. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Si no regresas junto al portón oscuro (Endymión-Ayuso, Madrid, 1988), Quienes rondan la niebla (Renacimiento, Sevilla, 1993), Los adioses (Renacimiento, Sevilla, 1996), La rosa del mundo (Universidad Nacional Autónoma Metropolitana, Ciudad de México, 1997) y Muertes y maravillas (Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2004). Los pasos lejanos (Poesía completas). Comares/La Veleta, 2007, Los cantos de Joseph Uber ( Comares/ La Veleta, 2011) y La soledad del aguacero (Renacimiento, 2017).

Podemos saber más sobre Rafael Adolfo Téllez en su página:https://www.sites.google.com/site/rafaeladolfotellez/

 

 

 

 

Encuentro con Rosario Pérez Cabaña y su libro «Quirón y los otros hombres»

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El próximo jueves 25 de enero a las 19.30 horas nos acompañará Rosario Pérez Cabaña para hablarnos, principalmente, de su último poemario publicado, «Quirón y los otros hombres»; libro que va precedido de un esclarecedor y acertado prólogo de Carlos Serrato.  Os recuerdo que el club de lectura «Versos y vinos» se reúne en la librería Casa del Libro, Calle Velázquez nº. 8 de Sevilla.

Este es un poemario que reflexiona y habla del amor , de la pasión y el deseo , del eterno instante, del dolor en las relaciones, pero también de la identidad ( los espejos en los que nos miramos) y de la intensidad en el vivir . A veces dulce y a veces amargo . Escrito con belleza e inteligencia, con un imaginario propio y preciso: Yo lo único que busco son metáforas/ absurdas y usadas como los pomos de las puertas y las agujas de los relojes,/ reconocibles como las lunas de los armarios . Potente su  poesía,  en él las lecturas y la vida se entrecruzan y sus versos se ensamblan con varios personajes: el mítico y dulce centauro Quirón y su lúcida luz la tuya de dolientes verdades descrito en hermosos y delicados poemas. Y los otros hombres: Raimond Carver , en cuyos poema recrea lo que serían los últimos días de Raimond y  Tess Gallagher, Bernhard y Onetti. Os dejo algunos poemas para ir abriendo boca:

¿Recuerdas la llanura?

Todo era una densa nube

cuando avanzabas ávido de mí

hasta el pozo donde yo te aguardaba mansamente.

Abrevabas entonces en mis muslos

y yo peinaba mis crines

en espera de la noche.

 

NOS DOLÍA

(Sin fe, hemos venido aquí

esta mañana con estómagos

y corazones vacíos)

 

Nos dolía el corazón de hambre.

Lo traíamos vacío desde temprano

A veces pienso que esta época terminará dejándonos el corazón sin trigo.

Qué cosa tan ajena un mundo sin trigo y con manos grandes.

Yo solo quiero trigo para ofrecértelo,

nací para eso,

para sellar tus labios con espigas y rozar

tu pecho con el pan grande y sagrado de mis ganas,

sobre todo, en días como estos,

donde la amnesia y los insectos en celo

acechan las farolas.

Darte trigo, sencillamente, antes de que una mañana

la lluvia nos encuentre muertos

con el corazón vacío y el estómago latiendo.

 

LOS OTROS HOMBRES

(A los otros hombres los encontré en la dirección opuesta)

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A los otros hombres los encontré en la dirección opuesta.

Más allá de las tareas programadas para mí,

justo siguiendo la caída de las nubes

allá por las aceras donde crecen asombradas suelas

y se levanta la Alta Escuela de los locos

y los tenidos por locos

en el borroso poblado de Scherzhauserfeld,

exactamente en la bifurcación que separa

Reichenhaller Strasse

de la avenida desde donde entro en mi casa:

allí comencé a encontrar a los otros hombres.

Aquellos hombres me mostraron espuelas fraguadas

con cortezas de encinas,

me dieron a leer millones de páginas cosidas por los hilos

que desbrozaban las ancianas en las puertas de sus chozas,

me entregaron sus dientes,

sus olfatos,

sus ropas arrugadas y su fe.

Llegaban sigilosos con espejos en las manos

que me ofrecían como ofrecen sus cestos las azafatas

en los palacios árabes,

cestos llenos de asombradas sardinas o

de aceites perfumados.

En todos aquellos espejos me miré para saber quién era.

Pero todos me devolvieron mi viva imagen.

 

-2-

(A los hombres que encontré en la dirección opuesta

los instalé en la trastienda del sótano donde aprendí

todo cuanto voy a saber

a partir de ahora).

 

 

Preparé un plato con pan para los invitados a mi vida.

Les abrí la casa, la llené de aire y posibilidades, creo recordar.

Bebí con ellos hasta perder el olvido.

Me regalaron sus dientes sin promesas. Sus dentelladas tibias.

Llegaron con las manos llenas de flores aún vivas.

Me hicieron regalos

y llagas y madre

y espíritu.

De alguno recuerdo sus ofrendas y sus versos.

De otros apenas el sabor de sus bocas y sus espaldas

lanzadas a otras vidas.

De todos el sonido de sus pasos.

 

Para los invitados a mi muerte, he preparado ricos manjares

de los que derraman jugos por el cuello buscando la cintura.