El poeta y su voz: Rafael Adolfo Téllez Flores y «Los cantos de Joseph Uber»

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El próximo miércoles 23 de enero a las 19.30 horas en la Casa del Libro, sita en Calle Velázquez nº 8 de Sevilla, tendremos el encuentro con el poeta Rafael Adolfo Téllez Flores, a quien agradecemos enormemente su esfuerzo por acudir y poder disfrutar de su poesía y  tener la oportunidad de entablar con él un diálogo sobre la escritura y de su libro «Los cantos de Joseph Uber», editado por Comares, La Veleta en 2011 .

En Los cantos de Jospeh Uber su autor usa este heterónimo, que aparece en alguno de sus libros anteriores, según él: “porque uno siempre quiere ser otro”. En este caso, Joseph Uber es un pastor que aparece explícitamente en el capítulo III ( tal vez el abuelo del sujeto que habla en los poemas), a semejanza de Alberto Caeiro, amigo pastor de Pessoa. Un pastor que vive en un paisaje o espacio mítico creado por Rafael, el mundo rural del ayer, que puede ser el pueblo donde vivió su familia y en el que transcurrió feliz su infancia, rodeado de naturaleza. De ese mundo agrario y humilde presente en su poesía retrata: el cementerio en el día de los difuntos, las charlas entre vecinos, los carros tirados por mulos, las torres del campanario donde anidan las cigüeñas, la feria del pueblo y su salón de espejos, los rebaños, las cosechas, las fanegas de trigo, los mulos girando en las norias, las mujeres lavando en la orilla del río… por esto dirá que es el suyo un mundo antiguo.

El propio autor manifiesta que su poesía es un regreso a viejos lugares donde amó la vida; pero el regreso es, en realidad, un sueño, y escribir poesía supone una lucha contra el paso feroz y asesino del tiempo. Ante la imposibilidad de poder volver sobre nuestros pasos nos salvamos gracias a una poesía elegíaca (salpicada por la lluvia, con su rumor de flauta triste) que bebe de la memoria y de los recuerdos del pasado, de las raíces, del árbol familiar.Todo el poemario  es una dulce elegía: tanto por los familiares amados y ya ausentes, con quienes habla y que le acompañan, a quienes inevitablemente añora con dolor ; como de todo ese mundo que fue y que parece estar desapareciendo en los tiempos de hoy. Como dice el editor, Andrés Trapiello, supone un canto a la vida desde la conciencia de la muerte.

No obstante, estos lugares donde amó la vida ahora le azuzan con sus sombras y sufrimiento por quienes ya no están, como bien dice en su poema Elegía, y le incitan también a marcharse. Como en el personaje de Ulises, se marcha llevando a su Ítaca dentro, pero cuando regresa, ni Ítaca es la misma ni Ulises tampoco.

El capítulo III, Los cantos de Joseph Uber, rememora la vida de un pastor de principios del siglo XX, un modo de vivir deseado por el propio poeta: Quizás es Joseph Uber/ quien tatúa mi vida ahora/ en alguna piedra vieja; pero, como indicamos anteriormente, el sujeto poético es un extranjero que escribe estos versos, alguien que regresa pero de tan lejos que no podrá ya llegar nunca. En su poema Forastero dirá: Soy solo el forastero que todo lo perdió. Qué solemos cantar, sino la pérdida.

Otro espacio del libro será el café en el que vivió el amor y que evoca en su capítulo IV. Y como última geografía del poemario está Turóbriga, semejante y confundida con su mundo originario, por cuyas calles no sabe si va o vuelve.

Es este un poemario que, sin lugar a dudas, os gustará, de poemas tiernos y vibrantes de emoción que reflejan un mundo rural, un mundo de ayer – a semejanza de Stefan Zweig- en peligro de extinción por el éxodo de la población a las ciudades (mayormente en el norte del país y que pudiera suceder también aquí, en el sur ), por la tecnología y el devenir de la sociedad. Un mundo más lento, artesanal, familiar, humilde, sencillo, amoroso, agrario.

Supone igualmente la pérdida de su mundo personal, familiar , un tiempo de ayer que trasciende fronteras, con el que todo urbanita, aunque no lo despierte el canto del gallo, se sentirá identificado.

Es la suya una poesía cálida, intimista y confesional.  Una escritura clara y sugerente, que demuestra que para hacer buena poesía no es necesaria la oscuridad, una poesía que encuentra las palabras exactas y que sabe convocarnos al prodigio.

AUTORRETRATO

Se apoya en el umbral y con un palo, sobre la tierra,

traza unos versos

como quien sale al monte a buscar leña

para hacer un fuego con que calentarse las manos.

 

LA LLUVIA

Alguien que he sido la oye, de nuevo,

en esta calle, a la que ha vuelto

con su rumor de flauta triste.

Es la misma lluvia de antes, aunque parezca

hoy más oscura, sobre el empedrado,

mientras oigo la voz de mi padre

y empujo el viejo portón

de la casa en que, ayer, la vimos

cayendo sobre el patio.

La antigua lluvia que salpica Zócalos y plantas

y puebla los aires con su rumor de flauta pobre,

y quiere llevarme lejos.

 

LA CASA DEMOLIDA

No sé cuánto de mí queda en esta calle.
Si alguno me ofreciera una silla
al pie de la casa demolida,
aquí me quedaría.

Quizás en su alacena esté
el manuscrito que perdí
y que he buscado en estos años…

Qué son esos pájaros revoloteando hoscos,
bajo la techumbre;
qué son esas voces si nadie me habla.

En algún lugar de esta calle,
vive una mujer a la que amé. Su nombre es aún
un tizón encendido, pero lleva siglos bajo tierra.

Por eso acaso lo mejor sea detenerse a ver la lluvia,
desde el umbral
de esta taberna desierta de provincias.

En el ancho ventanal, miro el valle antiguo
donde se perdieron los huesos de los míos.
Ahora relumbran con la lluvia
y son el horizonte.

 

ELEGÍA

No quiero ya más

regresar a la calle donde solía,

ni al umbral del que, en verdad, yo no me alejé nunca.

 

Aquí, cierto día, mi hermana se ocultó

triste en su costurero

y nunca ha vuelto.

 

Acostumbraba, por entonces, a venir con el sol,

hasta la puerta, un gorrión,

al mediodía.

 

Mi padre partió, también, lejos, sobre un mulo

y ya ninguno me aguarda a la mesa.

Sólo el viento tirita de frío en el mantel.

 

Ya no quiero estar más aquí

avivando el carbón duro de estos montes,

mientras asoma, ceremonioso, el otoño

con su oscuro sayal de bronce antiguo.

 

Del naranjo que mi padre plantó en el patio,

hacia 1960,

brota «ahora» una bandada de pájaros que llevan

escritos en sus alas

todos los nombres de la tierra.

 

UN VIEJO CAFÉ

La lluvia es siempre joven.
Viene de lejos.
Trae alhajas de su paso por comarcas invisibles.

Pasa con su traje de aldeano el viento.
La lluvia siempre es joven,
pero el hombre que la mira, en la mesa vacía
de un café, sabe que su noche avanza.

Palpa las piedras en que cayeron otras lluvias,
no lejos de aquí, en otro café.
Quizás en esta misma calle,

mientras se oían pasos severos de gentes de otro siglo,
voces de mujer, tintineo de cucharas
que son ya niebla en los espejos.

La lluvia llega, de tiempo en tiempo,
y esparce su luz en el umbral del café
donde el hombre escribe.

Sólo él ha envejecido.

 

UN TANGO PARA ANA

Viejo café de las afueras al que un año
y otro año llegas,
con tu raída bufanda color de oro viejo,
mientras oigo no las voces, no la música,
sino la lluvia…

La lluvia que viene de tan lejos
con su sayal de lana negra
y moja la sucia cristalera
del recodo
donde tomo mi taza de café
en una mesa en la que a menudo conversa
conmigo el mismísimo Gardel.

Viejo café al que te acercas,
un día cualquiera de mi juventud,
mientras aún en tus ojos arde el sol
de las gitanas,
mientras oigo no las voces, no la música,
sino la lluvia pobre.

 

RAFAEL ADOLFO TÉLLEZ FLORES nació en Palma del Río (Córdoba) en 1957. Licenciado en Filología Hispánica. En la actualidad ejerce como profesor de Educación Secundaria, labor que compagina con la de guionista de televisión. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Si no regresas junto al portón oscuro (Endymión-Ayuso, Madrid, 1988), Quienes rondan la niebla (Renacimiento, Sevilla, 1993), Los adioses (Renacimiento, Sevilla, 1996), La rosa del mundo (Universidad Nacional Autónoma Metropolitana, Ciudad de México, 1997) y Muertes y maravillas (Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2004). Los pasos lejanos (Poesía completas). Comares/La Veleta, 2007, Los cantos de Joseph Uber ( Comares/ La Veleta, 2011) y La soledad del aguacero (Renacimiento, 2017).

Podemos saber más sobre Rafael Adolfo Téllez en su página:https://www.sites.google.com/site/rafaeladolfotellez/