Ciclo «El poeta y su voz»: Encuentro con Curtis Bauer y su poemario «Selfie americano», martes 9 de mayo a las 19.30 horas.

Aunque se indique en el cartel a las 19 horas, empezaremos a las 19.30 horas. En esta ocasión, el autor está en nuestra ciudad solo algunos meses al año, así que es una oportunidad única para hablar con él de poesía y de este último poemario, traducido por Natalia Carbajosa. Como me gustó mucho su primer libro en español, «Spanish Sketchbook. España en dibujos», publicado por Ediciones en Huida, estaba pendiente de su trayectoria. Veniros, que la entrada es libre y gratuita.

Curtis Bauer es catedrático de universidad, poeta, traductor y editor. Es autor de tres poemarios: Fence Line, The Real Cause For Your Absence American Selfie. También es traductor de poesía y prosa del español, traducciones entre las que destacan Image of Absence, de Jeannette L. Clariond (The Word Works Press, 2018), que ganó el International Latino Book Award for «Best Nonfiction Book Translation from Spanish to English», Behind What Landscape, de Luis Muñoz y Eros Is More, de Juan Antonio González Iglesias. Ha impartido conferencias y talleres en español e inglés en Estados Unidos, Argentina, Ecuador, México, Venezuela y España. Es editor y redactor de Q Avenue Press Chapbooks y editor de traducciones de la revista literaria The Common. Divide su tiempo entre España y Texas.

En la página web de la editorial Vaso Roto se dice sobre Selfi americano: «Con un epígrafe de Sõren Kierkegaard inicia Curtis Bauer su poemario: «El mayor de todos los peligros, perderse a sí mismo, puede ocurrir inadvertidamente en el mundo, como si no fuera nada». Y es que para este poeta el peligro yace en la distracción, en no darse cuenta. Por eso regresa  lo ido, a un pasado que requiere ser revisitado. América, las distintas américas que conforman el universo de Bauer, se nos presenta en una crudeza llevada a la abstracción. Máquinas, manchas de petróleo, mares de tierra, salamandras, un mundo con atisbos de esperanza y su olor a jazmín. Aquí hay estaciones de una edad a la que Bauer regresa y se pregunta si la belleza es, si la justicia es, si el amor es, y si lo que muestra es lo que nos mantiene asidos a la patria.

Pensar en Bauer es pensar en la pintura de Giorgio Morandi: espacios, silencios, profundidades, barreras, límites. Al lado del padre Bauer el niño lee de modo distinto el trazo, la línea, la luz y su concomitante sombra. Sabe que el pretexto del arte es la cosa y que después de mirarla se transforma en algo más y después en otra hasta que signifique aquello que no es. De eso trata Selfi americano: es el ojo que ha dejado de ver la realidad para entrar en la visión. América, las distintas américas que conforman la poesis de Bauer, se nos presenta en una crudeza llevada a la abstracción. Máquinas, manchas de petróleo, mares de tierra, salamandras, un mundo con atisbos de esperanza y su olor a jazmín.

Onda que se borra en el estanque, la escritura de Bauer se diluye en su propia tinta, pero ahora sus trazos son más sólidos, más seguros para enunciar su incertidumbre. Ha dejado de lado sus vacíos, y se ha llenado de una luz recuperada en la casa de su infancia: ese espacio espiritual se hace más grande, invita a la contemplación.

“En este bello equilibrado poemario elegíaco, Curtis Bauer revisita lo sublime americano y lo rehace en estos momentos de penuria y desastres a través de una claridad digna y honorable. Bauer nos ofrece poemas de humana precisión y callado goce.”
—Vijay Seshadri

En el programa «No es un día cualquier», de Radio Nacional de España, con Antonio Lucas, nos habla Curtis de este libro:

https://www.rtve.es/play/audios/no-es-un-dia-cualquiera/selfi-americano-antonio-lucas-libreria/6493678/

Con un estilo, que parece buscar la objetividad -descripción aparentemente objetiva de una escena o paisaje, a través de la cual se muestra , y generalmente denuncia, un hecho o situación-, narrativo, realista, donde predomina lo cotidiano, de gran visualidad y plasticidad -una cámara de fotografía o vídeo, recogiendo el más mínimo detalle- en largos poemas, profusos en su desarrollo y en tono confesional, nos retrata Texas y América, nos dibuja un retrato social y moral y cuestiona nuestra propia condición y humanidad.

En los poemas se habla en primera persona del singular. Aparece un yo -mayormente en su primera parte, más intimista- un sujeto que vive fuera de su país, en Buenos Aires, un lugar aún desconocido -después serán otras ciudades y países, pero siempre arrastra cierta nostalgia y sentimiento de extranjería- , y que se siente confuso, desorientado, perdido, solo, donde puede que recuerde su tierra y su infancia: Texas, una terra vasta de petróleo y cazadores, la luz de su casa natal, los amigos o amantes. Será un sujeto poco autocomplaciente, quien siente la pérdida de los amigos, pero sabe que mañana serán olvido, como se borra la huella y la onda de una piedra tirada al estanque.

Algunos poemas parecen recoger noticias de sucesos, como la violencia de género o el suicidio de un chico. Y cobran protagonismo personajes marginales : los vagabundos que duermen en la calle y que nadie parece percibir, el vecino borracho que cuelga a su perra de una soga para bailar juntos y la mata, trata la pobreza, el racismo. Escenas duras y posibles, si no reales. Sin embargo, no todo es crudeza, hay dulzura y delicadeza cuando se habla de amor y belleza, la belleza del abrazo de un ser querido -en su poema Lo que la belleza es, es-, o por ejemplo, en Amar a esta mujer: tres movimientos, nos dice:

«…O puedo tomarte de la mano, perderme

en el rastro de tus dedos y seguir

la cartografía de tus venas de la punta al arco del brazo,

como una vara de zahorí en busca

de un chorrito, de un manantial subterráneo

que se abre a cierta profundidad

y forma un arroyo, un río,

un océano en tu interior.

Hasta allí quiero ser arrastrado».

Un estilo ecléctico el suyo, mezcla de narratividad con simbolismo, sugerente, cuyos poemas se abren a la interpretación del lector, a quien hace pensar, sin duda, y cuya conciencia agita.

En su segunda parte la denuncia se intensifica, mostrando la infamia: explotación laboral, inmigración, los migrantes subidos a las vallas, la represión policial, la situación de los ilegales, los abusos sexuales a menores, historias de violencia y hombres violentos, el asesinato de una niña… En definitiva, nuestra maldad y monstruosidad.

Alrededor del deseo, del amor y desamor ronda principalmente su tercera parte, sobre su belleza y sobre la existencia de lo bello, o su ausencia. Nos muestra en este texto, en suma, lo bello y lo terrible.

Selfi en el polvo

Hay una luz que amo, que amaba

en la casa donde nací.

 

Tras la puerta se inundaba el zaguán

de la luz oblicua que brillaba en

 

cascadas de partículas que allí

se remansaban, luego estallaban, se inflaban

 

y avanzaban flotando como si

tuvieran un sitio a donde ir,

 

donde caer a kilómetros de distancia

o salir de la ciudad como yo mismo

 

haría después, aunque no supe por qué

bañado allí entonces en el polvo

 

revuelto que formaba remolinos, bullendo

en esa luz y calor hasta formar

 

el abrazo de un cuerpo que se abriera

sobre mí y me rodeara, un niño

 

alentado por la fuerza de ese espacio,

armado de valor para entrar

 

en ese borboteo y ese baile

en manos del polvo. Mis manos

 

entretejidas en él, tomándolo

y tocándolo. Abrazados. Aprendí

 

en qué parte de la luz me convierto

al flotar y al girar, cómo

 

me elevo desde el suelo,

y salgo, y sigo más allá.

 

Selfi americano

 

Quién es el hombre, pues solo puedo imaginar

un hombre, que tocaría a una niña,

 

que desnudaría a esa niña, que

la haría agacharse y

 

la haría agacharse

y la penetraría y a él y a él

 

y a ella y se dirigiría a la madre

de este o de aquella, la cual,

 

atada con correas a una silla, se quedaría

tan inmóvil como las sillas, tan vacía como las sillas

 

en las que otras madres no quieren sentarse,

aunque lo harán, obligadas a mirar

 

en silencio como lo hacemos en el cine o en un museo,

qué es el hombre que pareciera sonreír

 

a esas madres mientras penetra a aquel niño o a esa niña,

pero no y no a los niños que ahora

 

estarán vomitando en silencio tras llorar hasta que no

les queden lágrimas, si no fuera por la cámara que sostiene

 

otro hombre detrás de esas madres, que hace fotos, instan

táneas para enseñar a los amigos de vuelta a casa,

 

a la familia guardados en una caja de zapatos que un día,

cuando ese hombre sea viejo, haya olvidado lo que ha hecho,

 

porque esta raza de hombres puede olvidar lo que ha

hecho, abrazará a los hijos de sus hijos, que un día

 

descubrirán esa caja llena tan peculiar en un armario, si entonces

aún existen los armarios y las cajas y las fotos,

 

la bajarán por puro aburrimiento, la abrirán y verán

lo que su abuelo, lo que sus amigos y su

 

abuelito hicieron por puro aburrimiento

en nombre de su país.

 

 

Otra mujer a la que amé

 

Fue amargo: la lluvia caía a cántaros sobre nosotros,

los dos más madrugadores que esperábamos en la cola fuera

de la Galería Nacional del Retrato. Como una

riada; como una película (¿Por qué quieres vivir allí?

Preguntó mi hermano. Llueve todo el tiempo); e

Igual que en las películas, yo llevaba paraguas

y ella no, era guapa y yo no,

quería practicar su inglés ya perfecto,

entendía a su cuerpo con exactitud, y yo no.

Hice un gesto, extendí el paraguas hacia ella

y me tomó del brazo, esperamos juntos,

sin hablar del tiempo ni de que los dos

éramos de fuera, sino de los olores familiares

que añorábamos y de la última vez que los sentimos

aquí, o del té amargo al que no nos acostumbrábamos.

Tal vez reímos y yo fui más consciente

de su cuerpo junto al mío. He contado esta historia

muchas veces; algunas mujeres se quedan dentro de un
hombre;

su belleza, por supuesto, era espectacular

y yo no merecía estar tan cerca de ella -su

aplomo- aunque estaba calada hasta los huesos.

Fue su presencia inesperada, mi brazo

fue una puerta que agarró y abrió,

su mano la llave; fue

el pequeño espacio seco y la conversación

que compartimos; no se alejó

cuando entramos, sino que me esperó en un banco,

y yo no me apresuré por una sala llena, digamos,

temblando con su perfume aún en la camisa,

el recuerdo de su brazo rozando mi cadera,

balanceándose. Había ido a ver cuadros

y a escribir a otra mujer.

Ella ya no me quería y yo

no lo quise ver. Lo he postergado durante años, pero ahora
veo

que encontré una pista, o se me concedió una aquella mañana

y tarde en el centro de Londres. Pasaría

otro día con ella, escucharía su voz en el teléfono

dos veces, y luego se marcharía. Hace veinte años

me bebí el té y me inquieté al otro lado de la mesa

por ella, que me cogía las manos; nunca nos volvimos a ver

aunque hicimos planes para un fin de semana juntos…

Podría tener un hijo o una hija que hablaran

un idioma que no conozco, un nieto risueño,

recién nacido y suave, que oliera a leche y calentito

en París o en Dubrovnik. Cada dos años me acuerdo

de ella, me pregunto cómo encontrarla, si todavía

canta, si está viva, y una vez intenté escribirle.

Sólo hice eso. Nunca compartimos una habitación en Ljubljana,

ni nos vimos en Venecia, ni nadamos desnudos en el
Adriático.

He vuelto a pensar en ella esta mañana.

Todavía siento el brazo de esa mujer entre el codo

y el pecho. El recuerdo se agranda, se dulcifica.

No son tantas las mujeres que he amado. Le di

a esa mujer la mitad de mi que no estaba en uso.

Con lo que ahorré, compré esto: la pera de Anjou,

una taza de café, esta mesa roja. La seguí,

ansioso y feliz. Me gané este recuerdo. Seguro que suena

tonto. Su linda cara. Su mano apretada

con la mía. Veintitrés gotas de lluvia en su pelo.

Ayer tuvimos la ocasión y el gusto de compartir poesía y conversación con Curtis Bauer, profundizando en su poemario «Selfi americano». Le estamos muy agradecidos, resultó de gran interés humano, y por supuesto, literario. Desde luego, no se pierdan la posibilidad de escucharlo hoy a las 19 horas en el Aula de Grados de la facultad de Filología.

Os dejo algunas fotografías, realizadas por Gregorio Dávila de Tena y por Rafael García Organvídez.

 

 

 

 

e.e.cummings

cumming

 

* Voy a dejar un amoroso ( y muy famoso) poema del autor :

Quiero mi cuerpo cuando está con tu cuerpo…

quiero mi cuerpo cuando está con tu
cuerpo. Es algo tan nuevo.
Los músculos mejor y aún más los nervios.
quiero tu cuerpo. quiero lo que hace,
quiero sus modos. quiero el tacto de su espina
dorsal, sus huesos y la palpitante
-lisura-fiel que he de
otra vez otra y otra
besar, quiero besarte aquí y allí,
quiero, lentamente palpar, rozar el vello
de tu eléctrica piel, y aquel que nace
sobre la hendida carne… Y grandes ojos migas de amor,

y tal vez quiero el estremecimiento

bajo de mí de ti tan nueva

 

* También un poema más mordaz y crítico en el que rompe la sintaxis:

11

mi querida vieja etcétera
tía lucía durante la reciente

guerra sabía decirte y lo
hacía ampliamente y con justeza
por qué iban todos a

luchar,
mi hermana

isabel hizo cientos
(y
cientos) de calcetines sin
contar camisas pasamontañas antipulgas
etcétera puños etcétera, mi
madre esperaba

que yo muriese etcétera
con bravura se entiende mi padre
enronquecía diciendo que ello era
un honor y que si él
pudiera entretanto yo

mismo etcétera estaba quieto
en el hondo fango et
cétera
(soñando
et
xxcétera, en
Sus sonrientes
postrados ojos y en su Etcétera)

 

* Un tercer poema divertido, con humor crítico, en el que juega a descomponer las palabras:

15

o pr

greso verdaderamente eres imp

rtante superc

losal hiperpr

digioso etc yo l

sé & tú n

lo sabes c

rre el llamad

teatro & con tus pr

pios ojos c

ntempla: El

( El presidente El

presidente de El presidente

de los El) presidente de

los (estados El presidente de los

estados unidos El presidente de los estados

unidos de el Presidente De Los) Estados Unidos

de Ameríca unde negant redire quemquam pr

bablemente ju

e

g

a

a

l

b

éisbol

 

* Los poemas están traducidos por Alfonso Canales, en el libro Poemas , Visor, 2000

 

 

 

La construcción de rascacielos. George Oppen

George Oppen

El obrero en la viga

Aprendió a no mirar al suelo, y a hacer su trabajo

Y hay palabras que aprendimos

A no mirar,

A no buscar sustancia

Debajo de ellas.

Pero estamos al borde

Del vértigo

Hay palabras que significan nada

Pero hay algo que decir.

No una declaración que es verdad

Sino una cosa

Que es. Concierne al poeta

“Padecer las cosas del mundo

y decirlas y decirse”

Oh, el árbol, creciendo en la vereda –

Vivo apenas, echando

Pequeños brotes verdes

En medio de la cultura de las calles.

Miramos atrás

Trescientos años y vemos la tierra desnuda.

Y sufrimos vértigo.

( traducción de Kurt Folch)

La acacia en flor. William Carlos Williams

Profundizando en la poesía objetivista ( que ha llegado a mí por puro azar, por el uso de su técnica en autores españoles contemporáneos ) me he encontrado con este bello poema  en este  enlace:http://circulo.repdeval.com/Famosos/Williams/poemaswilliams.htm

Entre    

la verde    

rígida    

vieja    

brillante    

quebrada    

rama

llega    

el blanco    

suave    

mayo

nuevamente    

NEVSKY PROSPEKT. SHARON OLDS ( POEMA/ FOTOGRAFÍA)

NEVSKY PROSPEKT. SHARON OLDS ( POEMA/ FOTOGRAFÍA)

Es una foto antigua, muy negra y
muy blanca. Una mujer
levanta la pesada falda mientras corre.
Un hombre con chaqueta blanca y manos
atada a la espalda, corre,
la barbilla prominente. Una mujer mayor
de luto riguroso se vuelve y mira atrás.
Un hombre se tira en el asfalto.
Un niño con botas pesadas va corriendo
pero mira hacia atrás por encima del hombro
a los cuerpos amontonados , negros y blancos.
La gran plaza de adoquín
queda salpicada de manchas de tinta por el suelo
y sombreros blancos olvidados. Todo lo demás
se aleja como un mar de ruido que escuchamos
en el silencio de la fotografía
igual que ven los sordos el sonido: la terrible
voz de las metralletas cuando dicen
Esto es más importante que su vida.

de «Los muertos y los vivos», Bartleby Editores, 2006.

Traducción: J.J. Almagro Iglesias y Carlos Jiménez Arribas

3 Poemas de Mark Strand ( Canadá, 1934)

Estábamos mi amigo Tobías Campos y yo en una librería, él me habló y aconsejó a Mark Strand y yo me llevé «Hombre y Camello», al profundizar un poco más en la literatura norteamericana aparecía este poeta como autor relevante, y cuando lo he leído comprendí por qué le gustaba a Tobías y la razón por la que me gusta a mí. Una breve muestra:

Restos

Para Bill y Sandy Bailey

Me vacío de los nombres de los otros. Vacío mis bolsillos.

Vacío mis zapatos y los dejo al borde del camino.

De noche retraso los relojes;

abro el álbum de familia y me contemplo de niño.

¿De qué sirve todo esto? Las horas han hecho su trabajo.

Pronuncio mi nombre. Y digo adiós.

Las palabras siguen al viento una tras otra.

Amo a mi mujer pero la envío lejos.

Mis padres se levantan de sus tronos

hacia lechosos cuartos de nubes. ¿Cómo puedo yo cantar?

El tiempo me dice lo que soy. Cambio y soy el mismo.

Me vacío de mi vida y mi vida permanece.

Traducción de Eduardo Chirinos, de Solo una canción, Pre- textos

Las cosas completas

En el campo

soy la ausencia

del campo.

Siempre

es así.

En donde esté

soy lo que falta.

Cuando camino

parto el aire

y siempre

el aire viene

a llenar los espacios

en donde estuve.

Todos tenemos razones

para movernos.

Yo me muevo

para mantener las cosas completas.

Traducción: Juan Carlos Galeano. Fuente: Círculo de Poesía

El guardián

La puesta del sol; el césped ardiendo.

El día perdido, la luz perdida.

¿Por qué amo lo que se va?

Tú que te fuiste, que te ibas,

¿qué cuartos oscuros habitas?

Guardián de mi muerte,

guarda mi ausencia. Estoy vivo.

* Traducción Juan Carlos Galeano. Fuente: Círculo de poesía

2 Poemas de Jane kenyon ( Michigan 1947-1995)

LAS PINZAS DE MADERA
Cuánto mejor es
echar leña al fuego
que lamentarse sobre la vida.
Cuánto mejor es
tirar la basura
en el estiércol o prender la sábana
limpia en la cuerda
con unas viejas pinzas de madera.
 
 
EL PRETENDIENTE

Nos acostamos dándonos la espalda. Las cortinas
suben y bajan
como el pecho de alguien que duerme.
El viento mueve las hojas del viejo boj,
mostrando sus claros reversos
al dar la vuelta todas a la vez
como un banco de peces.
De pronto, comprendo que soy feliz.
Durante meses este sentimiento
se ha estado acercando, ha permanecido
en breves visitas como un tímido pretendiente.

 
De su poemario De otra manera, Pretextos, 2007

Ese estado de flujo. Anne Carson

En el esfuerzo que uno hace por hallar su camino entre los contenidos de la memoria

(insiste Aristóteles)

es útil el principio de asociación:

«pasar rápidamente de un punto al siguiente.

Por ejemplo de leche a blanco,

de blanco a aire,

de aire a húmedo,

tras lo cual uno recuerda el otoño en el supuesto de que esté tratando de recordar

esa estación».

O suponiendo,

amable lector,

qué no estés tratando de recordar el otoño sino la libertad,

un principio de libertad

que existió entre dos personas, pequeño y salvaje,

como son los principios, pero ¿cuáles son aquí las reglas?

Como él dice,

la locura puede ponerse de moda.

Pasar entonces rápidamente

de un punto al siguiente,

por ejemplo de pezón a duro,

de duro a cuarto de hotel,

de cuarto de hotel

a la frase encontrada en una carta que escribió en un taxi el día que se cruzó con

su mujer

que iba caminando

por la otra acera, pero ella no le vio, se dirigía

-así de ingeniosas son las combinaciones de ese estado de flujo que llamamos

nuestra historia moral, acaso no son tan claras, casi como las fórmulas matemáticas

salvo que están escritas en el agua-

al juzgado

a presentar los documentos para el divorcio, una frase como

qué sabor entre tus piernas.

Tras lo cual mediante esta facultad absolutamente divina, la «memoria de las

palabras y las cosas»,

uno recuerda

la libertad.

¿Es eso yo? grita irrumpiendo el alma.

Almita, pobre animal incierto:

cuidado con este invento «siempre útil para aprender y vivir»

como dice Aristóteles, Aristóteles,

que no tenía marido,

rara vez menciona la belleza

y es probable que de muñeca pasara rápidamente a esclava cuando trataba de

recordar esposa.

Un arte. Elizabeth Bishop ( EEUU, 1911-1979)

No es fácil dominar el arte de perder;
hay tantas cosas que parecen colmadas por el deseo
de ser perdidas que su pérdida no es un desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la confusión
de las llaves extraviadas, de la hora desperdiciada.
No es difícil dominar el arte de perder.

Practica después perder más, y más rápido:
lugares, y nombres, y las tierras a las que pretendías
viajar. Ninguna de estas pérdidas será devastadora.

He perdido el reloj de mi madre. ¡Y mira!, la última
o la penúltima de las tres casas que he amado se perdió.
No es difícil dominar el arte de perder.

He perdido dos ciudades, hermosas ciudades. Más aún,
vastos reinos que poseía, y dos ríos, y un continente.
Los añoro, pero no fue un desastre.

Incluso perdiéndote a ti (la voz risueña, un gesto que
amo) no habría mentido. Es evidente
que no es difícil dominar el arte de perder
aunque eso parezca (¡escríbelo!) un desastre.

Podrías 1. Anne Carson ( Toronto, 1950)

Si no eres la persona libre que quieres ser, busca un lugar donde puedas contar la verdad sobre ello. Contar cómo te va con todo. La franqueza es como una madeja que se produce a diario en el vientre, tiene que desenrollarse en algún lado. Podrías susurrar de cara a un pozo. Podrías escribir una carta y mantenerla guardada en la gaveta. Podrías escribir una maldición en una cinta de plomo y enterrarla para que nadie la lea por mil años. No se trata de encontrar un lector, se trata de contar. Piensa en una persona de pie, sola en un cuarto. La casa está en silencio. La persona lee un pedazo de papel. No existe nada más. Todas sus venas se pasan al papel. Toma la pluma y escribe en él unos signos que nadie más va a ver, le confiere así como una plusvalía,

 

y todo lo remata con un gesto

tan privado y preciso como su propio nombre.   

 

 

 

 

 

Could 1

 

If you are not the free person you want to be you must find a place to tell the truth about that. To tell how things go for you. Candor is like a skein being produced inside the belly day after day, it has to get itself woven out somewhere. You could whisper down a well. You could write a letter and keep it in a drawer. You could inscribe a curse on a ribbon of lead and bury it in the ground to lie unread for thousands of years. The point is not to find a reader, the point is the telling itself. Consider a person standing alone in a room. The house is silent. She is looking down at a piece of paper. Nothing else exists. All her veins go down into this paper. She takes her pen and writes on it some marks no one else will ever see, she bestows on it a kind of surplus, she tops it off with a gesture as private and accurate as her own name.

 

*traducción del poeta y traductor venezolano Luis Moreno Villamediana
*Fuente: Círculo de poesía