El próximo jueves 21 de noviembre a las 19.00 horas en la Casa del Libro -C/Velázquez nº8 de Sevilla- tendremos la suerte de contar con la presencia del poeta sevillano (de Paradas), Javier Salvago y su libro recopilatorio Variaciones y reincidencias, de reciente publicación por la editorial Renacimiento.
Variaciones y reincidencias recoge casi toda la poesía escrita por Javier Salvago, una obra lograda a lo largo de cuarenta años. Su título hace referencia al propio acto de la escritura, a “las vueltas sobre lo mismo, /las eternas variaciones…buscando el tiempo perdido”, como dice en Poema de una noche. Qué mejor que el género lírico, canto elegíaco a la pérdida, al tiempo y la vida que se nos escapa, tempus fugit, en un intento de aprehender el efímero instante.
La cita de Juan Ramón Jiménez al inicio del libro, “No se trata de decir cosas chocantes, sino de decir la verdad sencillamente, la mayor verdad y del modo más claro posible y más directo”, le traza un camino a Salvago, del cual no se ha apartado en todos estos años. Un autor de verso claro y nítidas ideas sobre la poética o estilo que prefiere, de sobrio lirismo, con un lenguaje coloquial que evita la retórica y los adornos superfluos, para quedarse con lo sustancial y significativo, con el que saca sus trapos a la calle e intenta dejar testimonio de su tiempo, tal como consta en Variaciones sobre un tema de Manuel Machado, o bien en Epígrafe, “No hago juegos de magia. / No deslumbro, / Hablo sin vanidad de mis asuntos”. Un estilo directo y reflexivo que logra la emoción en el poema y la cercanía con el lector, a quien le hace pensar y plantearse sus cuestiones.
También en el poema Epígrafe reluce una idea, que parece volver o permanecer en su escritura, Yo no sé nada que tú ya no sepas; pero no es cierto, pues aunque nos identifiquemos con muchos de sus poemas, él ofrece una inteligente y particular mirada que vuelve del revés lugares que, por comunes, fijamos como ciertos, hasta que él nos hace ver una nueva perspectiva.
Para el autor, la poesía es música, canto y cuento. Sus poemas se ajustan a la métrica y pueden usar la rima asonante o consonante -más la asonante-. Nos podemos encontrar haikus, tankas, sextina, silva, romance, soleares, epigramas… sin perder su poesía un ápice de modernidad, lograda tal vez, gracias al lenguaje y a lo contemporáneo de lo relatado (de su fondo).
Igualmente, sin parecer clásico, sutilmente inserta la tradición literaria en sus versos, con la que entabla un diálogo: Juan Ramón Jiménez Jorge Guillén, Manuel y Antonio Machado, Federico García Lorca, Garcilaso de la Vega, Bécquer, Gil de Biedma y otros autores, de dentro y fuera del país.
Siente una profunda vocación por la poesía, lo podemos comprobar en muchos poemas, aunque a veces se lamente del esfuerzo que exige: Y, sin embargo, sabes/ que si en el fondo tiene/ algún valor tu vida, / en parte, se lo debes. Llega a cansarse de ser un topo que escarba siempre dentro. En todo caso, la poesía ayuda a entendernos: Un hombre que ha vivido lo suyo, como todos, / y que lo ha ido contando para entenderse un poco.
Al contrario del poema Parábola de Antonio Machado, en La soledad del escritor de fondo, afirma que Escribir – como todo- no es nada, / pero importa. Y más tarde dirá en otro poema: el arte es largo.
Poesía intimista y existencial, en la que el ser humano es un sujeto dolido, desengañado, un soñador, un poeta que quiso vivir el malditismo y la bohemia, un Quijote al que los años le han otorgado la sensatez y el sentido común de Sancho. Desengaño arropado por una fina ironía, como muestra el título de su primer libro, La destrucción o el humor, publicado en 1980.
En este primer libro ya está su estilo conformado, una estética, que podemos decir, se asemeja a la Poesía de la Experiencia. Y ya en él están insertos algunos de sus temas: la elegía del paso del tiempo, la mirada al pasado -en esta ocasión, a la infancia-, el peso de la vida, el nihilismo de su poema Nada, la digna resistencia a la intemperie o la soledad.
Realismo e introspección al analizar sus vivencias con una rotunda sinceridad y escasa autocomplacencia. Cada vez, con los años, irá siendo más duro consigo mismo. Y nos hablará de la verdad, cuya búsqueda ni es fácil, ni cómoda y siempre deja un requemor. Como dice el poeta Luis García Montero, la poesía como un proceso de (y herramienta para la) reflexión sobre la experiencia propia.
Podemos afirmar que posee su veta social, pues trasluce un sujeto alienado por el trabajo e inserto en una sociedad mercantilista. Una persona que tampoco quiere hacer un pacto con el diablo, en este caso, el llamado mundillo literario.
En La perfecta edad (1982) se vislumbra un sentimiento de pérdida de la juventud para entrar en el portal de la madurez, ¿siempre para peor? Parece que no, llega a reconocer que la vida viene más fea y entrañable y le va apeteciendo, o se va conformando, con una mayor comodidad y previstas sorpresas.
En Variaciones y Reincidencias (1985), memoria y poesía, un viaje al pasado, por su niñez y juventud bohemia, para explicarse y explicar su presente.
Hace, al igual que Ángel González, juegos de palabras con refranes y frases hechas, así el título de un poema, Amar en cuerpo y calma.
En su poema Glosa, citando a Garcilaso de la Vega, añora la pasión, lamentando el vacío, idea que reitera en Ulises: La vida -este viaje sin retorno-/ lo es todo mientras dura…/ y luego nada.
Reconoce que cada edad es un mundo, cada etapa exige otra actitud y otro sentido. No podemos vivir siempre ni lo mismo ni de igual manera. Y llevaremos en la sombra todo aquello que uno pudo haber sido (Homenaje a Manuel Machado).
En Volverlo a intentar (1989) transmite la monotonía y el aburrimiento de los días. ¿Qué queda cuando ya no se espera nada? El mundo y sus pompas son un fraude/ y una trampa la vida. Crecen los desencantos, aunque intenta mantener el optimismo.
El deseo parece aportar sentido a todo, el paraíso y el infierno; pero uno se va acostumbrando a vivir A media luz y llega a reconocer que cada cual hace lo que puede en su vida. A pesar de todo, en Momentos alaba aquellos instantes en los que ha amado la vida.
Los mejores años (1991) se dota de mayor lirismo cuando se viste de nostalgia al volver a su pueblo, a su niñez y adolescencia; también son más agudos sus dardos: “Sueño poco. Deseo lo necesario. / No tengo nada y nada extraordinario/ espero en adelante… Miro la vida con reserva y distancia…”
Leo mi vida/- en una especie de diario/ que van siendo mis versos-/ y echo de menos tanta vida… (Al margen de sus versos).
En su libro Ulises (1996), más narrativo, describe con amor la casa de su infancia, el cuarto donde empezó a escribir sus primeros poemas, el porche de la iglesia en el que jugaban -sobrecogedor su poema El porche-, el pueblo, los ajustes de cuenta con su infancia para poder llegar a una paz anhelada.
Su poema Ulises, como Ulises de James Joyce, relata todo lo acontecido en un día rutinario y repetitivo, desde que se levanta hasta que llega el sueño, la muerte por entregas.
Tras un largo silencio, retoma la poesía con Nada importa nada (2011), título que recoge su idea sobre la existencia. ¿De qué valió esforzarse en ser tú mismo/ y en buscarle a las cosas su sentido?/ Sobrevivir un día más es todo (La poesía). Asume y acepta, rechaza volver a su juventud y soñar, deplora el sometimiento a los horarios y al mercado. En su poema A Aubrey de Grey, gerontólogo que investiga sobre el envejecimiento, rechaza, al igual que Borges, la idea de la inmortalidad, pues es la muerte lo que aporta sentido e intensidad a la vida.
En Una mala vida la tiene cualquiera (2014), título a modo de epitafio, afloran sus remordimientos, reconoce el matiz claroscuro del amor y la vida, piensa en su muerte, así este haiku:
Ya no hay frontera,
ni despertar. Ahora
ya todo es sueño.
Agudas reflexiones en sus Soleares y Coplas, que nos recuerda a Antonio Machado, de quien encontramos su profunda huella en toda la poesía de Javier, no solo en estos versos.
La libertad es saber
qué nos ata, qué nos mueve,
dónde vamos y por qué.
En sus Apuntes afila el pensamiento con sus versos aforísticos: ¡Bendita locura, / la cordura!
Por último, La vejez del poeta (Últimos poemas), nos recuerda al personaje de Valle Inclán en Luces de Bohemia, Max Estrella. ¿Acaso Javier Salvago no ha estado escribiendo durante su vida, con su poesía, su propia versión de aquella obra? Él mismo lo confirma: Me veo en tu espejo, amigo Max Estrella.
Tendremos muy en cuenta sus Consejos para ti mismo: No posar, no fingir/…Que no sea un adorno/ vano la poesía,…Conversar con el hombre/que dentro de ti habita/…no escribir tonterías.
Vuelve a preguntarse por el sentido de la vida, en la machadiana idea de que Nuestro sino es pasar.
Si para Sartre el infierno estaba en los otros, nuestro autor encuentra el infierno en sí mismo, en Llegar a viejo con memoria y con conciencia es el infierno (El infierno somos nosotros).
Toda su batalla con la poesía, su vocación dolorosa, este juego de hacer versos que no es un juego- como decía Biedma- nos lleva en Un final inesperado, a curarnos de fantasías, dramas, naderías, falacias y cuentos, / vaguedades y ensueños/de vana palabrería; nos hace ver nuestra pequeñez y fugacidad.
Decía Calderón que la vida es sueño y él remata en su poema Muerte, y la muerte, el despertar. Todo son sombras en la pared de una caverna (Dice la muerte).
Si toda su poesía es lúcida, sus últimos poemas recogen la sabiduría de los años, aunque predomine una visión pesimista.
Al terminar esta recopilación, parece que uno ha viajado en tren y le ha tocado de compañero de asiento un poeta que ha vivido y sentido mucho, un compañero de viaje que te cuenta sus vivencias, sus pensamientos sobre la poesía y la vida, quien te ha procurado un viaje muy agradable e instructivo. Has disfrutado, te has emocionado, has aprendido enormemente. Al cerrar el libro, te bajas del vagón y te despides, esperando un próximo encuentro.
JAVIER SALVAGO (Paradas, Sevilla, 1950), guionista de radio y televisión, columnista, escritor y, sobre todo, poeta. Ha publicado ocho libros de poemas que han merecido premios como el Luis Cernuda, el Rey Juan Carlos I y el Premio Nacional de la Crítica. Su poesía casi completa y su último libro inédito, La vejez del poeta, se recogen en su último libro ,Variaciones y reincidencias (2019). Como prosista ha publicado Memorias de un antihéroe. Renacimiento, 2007; El purgatorio. Renacimiento, 2014; El miedo, la suerte y la muerte. Huerga & Fierro, 2015; Hablando solo por la calle (Aforismos). La Isla de Siltolá, 2016; No sueñes conmigo. La Isla de Siltolá, 2017; El extraño caso de Bienvenido. Relatos del Desertor del Presidio, 2017 y El corazón de oro y otros relatos. La Isla de Siltolá, 2019.