El próximo jueves 23 de enero a las 19 horas estaremos con Pepe Serrallé, un buen poeta que se prodiga poco como escritor, aunque todos conocemos su dedicación y buen trabajo al frente de la Casa de los Poetas. Así que tenéis una oportunidad de oro para escucharlo. Ya saben , será en Casa del Libro, C/ Velázquez n.8, Sevilla. Y como viene siendo costumbre, la librería nos invitará a una copa de manzanilla. También estará con nosotros la artista Isabel Martín, quien suele poner el broche final al acto cantando un poema del autor invitado, compone su música y resulta una delicia escucharla.
La antología «Un sol inocente» se publicó por la editorial Renacimiento en mayo de 2019 y recoge sus poemas escritos desde 1982 a 2009, abarcando sus poemarios Salón de embajadores (1984), Luna en la niebla (1991), Aves nocturnas (1997) y termina con algunos poemas inéditos.
Destaca Ignacio F. Garmendia en su acertado y lúcido prólogo la unidad de tono, el carácter conversacional y meditativo, cercano y confidente de sus versos ,que ganan con los años en hondura y capacidad reflexiva.
En ocasiones ironiza cuando tiene que quitar hierro a vida y hace uso de las referencias culturales cuando anuda sus versos con los autores o las películas amadas, maneras de degustar la belleza en la vida. Imaginación e inteligencia, sugerente a veces. Y como dice el prologuista, nos puede recordar su poesía mucho a Borges y encontrar influencias de Gil de Biedma, Cernuda, Cavafis o Eliot.
En cuanto a los temas tratados ,vienen a ser el paso del tiempo, el sentir del paso del tiempo ( cada vez más acusado conforme transcurren los años), los días que se van y lo que vamos perdiendo en su fuga, la memoria, el constante acto nostálgico de recordar el pasado – recuerdos que a veces duelen, pero por lo general, confirman nuestras raíces y alientan, dan sentido a la vida-. Desde muy temprano tiene una aguda conciencia de la muerte que nos acecha -en el poema Discurso para Baudelaire, por ejemplo-, circunstancia que encara con júbilo y vitalismo, pues si nos tenemos que morir, mejor vivamos con alegría, disfrutemos de la belleza con pasión, celebremos el amor y la amistad, que el amor y el arte basten. Entiende la vida con epicureísmo, filosofía mal interpretada por muchos, porque no me dirán si no son buenos consejos estos versos: Mas vive, sé digno/ de tu suerte. Como se yerguen/ preciosas ruinas de un tiempo/ pasado, así cada hora impuesta/ a tu piel renacerá/ si ese momento fue tuyo ( Columnas y el tiempo); o la enumeración del poema Suficiente mundo en que gastar la vida, que podréis leer más adelante. Podéis comprobar igualmente el carácter sentenciador de sus versos.
El título del libro nos hace pensar que identifica la poesía con el sol. Supone una de las bellezas a las que vale la pena someterse, con ella se logra rescatar con inocencia la luz que hemos vivido , con ella lo revivimos y eternizamos, aunque cada vez más consciente de las sombras.
En ese vivir encendido, la tarde puede ser apacible con su música, libros o papeles, pero será la noche la reina de la exaltación. Los poemas dedicados a las amistades, la vida nocturna en los bares, cierta narratividad y visualidad que irá introduciendo -el poema Otra noche americana- nos lleva a la poesía de Gil de Biedma, quien nos trae a Luis Cernuda y a la poesía anglosajona.
Siente arraigo por ciertos lugares, los cuales también vive y disfruta: las calles, los bares o paseos por su ciudad, el mar; más tarde, Llanes y el paisaje asturiano; las ciudades que visita. Y aparecerá Sedra, lugar mítico de la infancia y adolescencia, al que se vuelve siempre en los días grises. Puede considerarse el espacio de la dicha vivida, donde- como dice en El desterrado- para siempre quedaron la claridad de todo y las canciones.
Algunos poemas de su primer libro guardan cierto enigma, semejantes a un rompecabezas, cuyas piezas son las referencias culturales que el lector tendrá que construir para completar su significado, así Hollywood, mon amour ,que nos recuerda el título de la película Hiroshima, mon amour : Toda la tarde espero/ al hombre que mató/ a Liberty Valance.
En su segundo poemario, Luna en la niebla, alcanza una excelente madurez poética y se acentúa su entusiasmo y la idea de combatir toda oscuridad no apartádose de la luz encontrada, todo aquello que uno ama. No sabemos lo que la vida puede depararnos, respiramos entre niebla, pero la luna alumbra la oscuridad de nuestro camino. La luna representa esa luz y belleza: …Siempre/ agitados, siempre vivos/ como el resplandor de una luna en la niebla.
En otro poema, En un tiempo aguarda la fortuna, nos dirá: ¿ Es otra cosa la vida?/ Un momento feliz…/… y alegremente/ amar la vida.
En este libro desarrolla los poemas y los extiende, introduce más descripciones simbólicas que crean una atmósfera emotiva, visualiza escenas que el lector puede imaginar con facilidad, igual que una película, al estilo de nuestro estimado poeta Gil de Biedma.
Al igual que la Sra. Daloway , de Virginia Woolf, se plantea si no habrá vivido ya lo mejor, a partir de este momento, ¿ qué podrá igualarse/ con estos años? ( Pasar la juventud envejeciendo) en un continuo viajar al pasado en su presente. Siempre nos quedará las doradas cenizas, la eternidad del hermoso instante. Amada y feliz, dolorosa luz de edad madura (Luz de edad madura).
La idea del eterno retorno- retroceder a los recuerdos felices, la vida que no regresará nunca-, del tiempo circular de Borges , se encuentra en toda la poesía de José Serrallé, como en su poema Las playas, en el que contemplando el crepúsculo- correlato objetivo de su sentir del tiempo- reflexiona sobre su transcurso y divisa a unos niños que apuran el baño, y que como él, como nosotros, sentirán en el futuro el ciclo de la vida.
Su tercer poemario, Aves nocturnas, puede contener un matiz más sombrío y triste: Los recuerdos le resultan más dolorosos, la deshonrosa serenidad que traen los años, los días de invierno, la vida semejante a unas ruinas, el olvido con su carga de ciego presente, comprobar que todo pasa y se convierte en una sombra fantasmal, los desencuentros. Frente a ello, el amor por la literatura, el instante de temblor, la vida como el vuelo de un pájaro, todo lo que sorprende de la vida- lo nuevo , pero también todo aquello que se repite y se ama- el vitalismo y las ganas de vivir que permanecen, la compañía de los recuerdos como un intenso sentimiento de estar vivo.
En su poema Rosebud, título que alude a las últimas palabras mencionadas por el protagonista de la película Ciudadano Kane antes de morir, y que parece referirse a la infancia perdida, a la dicha de la niñez, el autor se desdobla y habla a un tú, mantiene un diálogo consigo mismo en su búsqueda de comprobar que aquella dicha, que todavía ama, es real y verdadera.
El uso del desdoblamiento, ese diálogo con uno que tiene en muchos poemas, nos hace pensar que la escritura le sirve para afianzar sus pensamiento, resulta un modo de buscar su identidad, le ayuda a comprender y comprenderse.
El libro termina con un largo, lirico y emotivo poema, Aves nocturnas, cuya estructura parece un mosaico, y en el que encontramos un giro: La memoria y la poesía se convierten en huecos por los que asomarse inocente al mundo perdido como a un abismo, a un tiempo detenido y teatral, pide memoria ninguna cuando no sea tarde. Una felicidad se rompe y pierde en el mes de septiembre y le surgen dudas. ¿Puede la poesía salvar su mundo perdido? Adquiere otra perspectiva sobre el acto de recordar:¿es borrarse el juego de la memoria/ o la vida se alarga, nueva y eterna? Un pasado que parece devorar el presente. En la confirmación de que todo tiene su fin concluye: El tiempo es el cielo de las aves nocturnas.
Benedetti escribió Defensa de la alegría: Defender la alegría como una trinchera…como un destino. Coincide José Serrallé en esta actitud, y entusiasmo y alegría transmiten muchos de sus poemas, cuando los poetas somos agoreros por naturaleza. Nos hace caer en la cuenta de la importancia de esta emoción y de lo necesario de saber disfrutar de la belleza de la vida – el amor,la poesía, la literatura, el conocimiento, las amistades, el deseo, la vida nocturna, los viajes, el mar…- ; como argumentaba Epicuro, quien reivindicó el placer como fundamento de una vida feliz. Para este filósofo cuando nosotros somos, la muerte no está presente. Hay épica en esta batalla contra la muerte de todo, y como abandera Serrallé, buscar la felicidad en el arte, en el amor, en la amistad, en el conocimiento y en el saber de uno mismo y cuidar la memoria del jardín para los días plomizos. Y el conocimiento adquirido ponerlo al servicio de los demás ciudadanos. Un placer hallar tal sabiduría en tan buenos poemas y celebrar con las amistades » la feliz /nada que es nuestra canción encendida»
No todo es una fiesta, por supuesto, no faltan el desasosiego y la nostalgia, los reveses que a todos nos da el destino, el dolor. Si no estuvieran sería como hablar de la mitad de la existencia. Ay, aquí nos identificamos todos.
Como es costumbre, os dejo algunos de sus poemas.
SUFICIENTE MUNDO EN QUE GASTAR LA VIDA
las páginas más hermosas
que conozco. La música.
Los amigos con quienes bebo
y miro el paso de las muchachas.
La mujer que amo. Esta ciudad,
las orillas de su río. Algunos
algunos paisajes más y de entre todos
aquel que dura en los mares.
El cine y el viaje. La tarde
lenta, la noche alucinada.
La memoria de la casa
y los días de la infancia,
aquel sueño todavía vivo
como la sorpresa de un beso.
PASAR LA JUVENTUD ENVEJECIENDO
Luego cantó el ángel su melodía
Rainer María Rilke
A partir de aquí,
¿qué podrá igualarse
con estos años?
Sobre todo era
la espiral de los días,
como una entrega, lo justo
de pagar con vida
lo que existir otorga.
¿Qué igualará este derroche?
Allí la amistad gamberra,
y el amor en las calles y el curso
y el vértigo de la noche.
Allí , la risa y las lágrimas,
el tiempo de nuestro lado.
Ah, vosotros, oídme, ángeles
de la memoria: en el vértice
de vuestro vuelo permanezca
aquella alegría siempre
presente, sus doradas
cenizas, el mejor de todos
nuestros desasimientos.
ROSEBUD
Si alguna vez alguien amado te llevó
de la mano a pisar la tierra en sombras
del quieto olivar silencioso, y cogiste, en el azul
de una tarde cualquiera, al pasar de vuelta a casa,
un fresco jazmín, y llevándotelo a la boca
jugaste con él entre los pequeños dientes
y su aroma duró aún en la noche oscura.
Si alguna vez, junto al fuego y los tuyos,
habitar la casa fue como habitar
tu cuerpo, y puede que hasta una mañana,
tras el largo baño en la piscina a solas,
dejaras con ojos cerrados que el sol más alto
acariciara con dedos de luz tu pecho húmedo.
Si alguna vez fuiste feliz sin sentido,
absurdamente, pues tu felicidad desconocías:
el tiempo era ese calor de la vida,
ese orden sencillo de guirnaldas, música y sonrisas,
de parejas bailando y besos robados, de niños al acecho
de la luna secreta de la madrugada.
Si alguna vez fuiste quien yo fui,
o creí ser, o creo haber sido, eres entonces
el que ando buscando en huraños espejos, por las horas
sin eco del insomnio; a quien persigo calladamente
en los concurridos salones, bajo el polvo
que da a las cosas su esencia de recuerdos,
solo por ver si aquella dicha dura en ti,
si fue real y hubo verdad en cuanto ahora amo
y no son sino sombras esparcidas: el olivar
y el fuego, el agua y el jazmín, la noche y su alegría.
José Daniel M. Serrallé nace en Sevilla en 1959. Poeta, ocasionalmente crítico y articulista, dirigió o codirigió revistas como El Siglo que Viene o Renacimiento, y fundó con diversos amigos las editoriales El Mágico Íntimo, en los años ochenta, y Metropolisiana, ya entrado el nuevo siglo. Autor también del libro en prosa Arcadias sevillanas (2000), la antología Un sol inocente reúne casi al completo los tres libros de poemas que ha publicado hasta la fecha: Salón de Embajadores (1984), Luna en la niebla (1991) y Aves nocturnas (1997), más unos cuantos poemas inéditos cercanamente posteriores.