
En nuestra cita mensual con poetas, el ciclo de encuentros «El poeta y su voz», el próximo 18 de abril a las 19.30 horas nos reuniremos con Anabel Caride en Casa del Libro de Viapol y espero que nos acompañéis, pues seguro será interesante.
Anabel Caride es una poeta sevillana que comenzó su andadura en la Facultad de Filología, siendo en la actualidad profesora de secundaria. Integrante del circuito andaluz de autores literarios, ha sido miembro de la Unión Nacional de Escritores y copresentadora del programa radiofónico cultural La Inopia.
Ha publicado los poemarios Nanas para hombres grises, Tinta en el almanaque, Allanamiento de morada, Lloverá sobre tu nombre y Calle de los noctámbulos. Ha participado en diversas antologías imprescindibles como Los vicios solitarios, Poesía viva de Andalucía, Poetas en el camino, Femigrama, Poetas para el siglo XXI o Poetas andaluces contemporáneos. Finalista del «X Premio de Narrativa Miguel Cabrera» de Morón . Creadora del blog Nanas para hombres grises, ha sido la primera mujer poeta en español en aparecer publicada en la revista Fishouse de ámbito norteamericano.
anabel-nanasparahombresgrises.blogspot.com
En la sinopsis de este libro que consta en la web de la editorial Anantes se indica: «Poeta rebelde, inconfundible, antipoética a veces y provocativa siempre, Anabel Caride acaba de publicar Los días inabarcables (Editorial Anantes). Como en la cita de Raymond Carver que encabeza el volumen, su sexto poemario utiliza “las cosas que le rodean” para hacer poesía. Así, los temas son tan variados como el día a día y su “lenguaje de las calles” (la tercera de las cuatro secciones en que se desarrolla el libro) resuena a Lorca y a Baudelaire. Los días inabarcables, en realidad, utilizan una poética inabarcable para mostrar una vida inabarcable, que comienza en la madre y en esa niña que planeaba fugarse del colegio con un niño rebelde y concluye con una suerte de epitafio que aspira al eterno retorno.»
Efectivamente, en Los días inabarcables, encontramos ímpetu y rebeldía, un ir contracorriente de la burocracia, de la vida gris y encorsetada, disidencia que podemos comprobar le viene de pequeña; pues este libro bebe, con una mirada irónica, de la memoria y de los recuerdos de una vida transcurrida: su infancia, adolescencia, los años universitarios… hasta llegar a la profesora que hoy es y que comprueba cómo en sus alumnos la vida vuelve a repetirse.
Siente la poesía como salvación -como dice en el poema Pitihopo- y como una guía o mapa que le lleva a otro modo de vivir – más intenso, alegre y bello- sin olvidar esa niña algo traviesa y atrevida que fue y que vuelve cuando las circunstancias lo permiten. Un mundo infantil que retrata con gracia y que se distancia, claro está, de la realidad del adulto: más compleja, con más responsabilidades y obligaciones y con más rutina.
En sus versos podemos leer la vida y costumbres de toda una generación con los veranos de vacaciones en familia, los abuelos y sus mimos, el despertar de la adolescencia en los años ochenta, y de los amores. Y mayormente de amor trata su tercera parte, El lenguaje de las calles, incluido el amor a la abuela, y el de madre, el cariño a las mujeres fuertes de su familia. No puede faltar la felicidad de los veranos en un mar del norte, aquellos viajes felices o abanderar las cuatros soledades gongorinas en su rechazo a la burocracia, a lo impuesto, a las convenciones inertes -como nos indica en el poema El peregrino en su patria-.
Una escritura fresca, desenfadada, en tono jovial e irónico; aunque algunos poemas se impregnen de sentimiento, tristeza y lirismo -como el poema que inicia el libro, Puente de barcas, referente a la muerte de su madre; o bien el último poema, Mar de nubes-.
Como no hemos referido anteriormente a su estructura, ahora os digo que se inicia con el poema Puente de barcas, mencionado antes, y se divide en dos partes: Salitre y piononos – tránsito por su infancia, adolescencia, los años universitarios- y El lenguaje de las calles, en el que predomina el amor; ultima con el poema Mar de nubes, a modo de epílogo, en el que se imagina en la vejez.
Un recuento, en definitiva, de unos días que por su esplendor se sienten inabarcables y eternos, precisamente un mar de nubes. De todo lo acontecido y evaporado en la niebla, solo el amor – como la poesía- se salva.
Por supuesto, trataremos el libro con mayor profundidad el próximo martes. Os esperamos.



