En nuestro ciclo de encuentros «El poeta y su voz», estará con nosotros el próximo martes 17 de enero la escritora Carmen Ramos para hablarnos de su trayectoria, de poesía, profundizaremos en su libro «Realidades efímeras» , de sus proyectos… Será a las 19 horas en la librería Casa del Libro de Viapol, Av. de Diego Martínez Barrio 4, Sevilla. Nos alegrará veros en esta interesante charla.
Carmen Ramos (Gibraleón, Huelva, 1968). Economista de profesión. La plaquette Mudanza Interior (Ediciones en Huida, 2010) fue su primera publicación en solitario a la que han seguido los poemarios Poliédrica (Ediciones en Huida, 2011), Las estrellas han hallado otra forma de morir (Guadalturia Ediciones, 2013), Pequeño Tratado de Etología (Lastura Ediciones, 2016), la colección de haikus Utsugi to wasabi (Las hojas del baobab, 2017), Cuaderno de Laboratorio (El Libro Feroz, 2020) y el libro de microrrelatos Más de veinte maneras de lavarse las manos (Lastura Ediciones, 2018). Desde 2015 coordina el proyecto «Completamente viernes» con el que ha organizado talleres literarios, encuentros con autores y acciones poéticas, entre otras actividades. Actualmente tiene una columna mensual en el diario Huelva Ya llamada «Cerca de la Lettera», donde escribe sobre literatura, mujeres y editoriales independiente y es la responsable de la newsletter de poesía ¡Por fin es viernes!
En la página web de la editorial encontramos este resumen: «Toda palabra poética contiene en sí misma algo de rebeldía. Un lector atento podrá desvelar siempre un indicio, la explosión de un grito que en la metáfora se contiene y se amaga. En Las realidades efímeras, Carmen Ramos lanza sobre el mundo un llanto desgarrado en forma de poema que presenta una galería de imágenes en las que consternación y sensibilidad, espanto y esperanza, injusticia y empatía son conceptos que, lejos de contradecirse, se completan. La poeta nos quiere contar una historia, su propia historia, pero también la de todas las cosas que conforman una realidad que se nos ha hecho amarga y enferma. En definitiva, la palabra de Carmen Ramos nos hace a todos cómplices y, a la vez, merecedores de ese aullido que nos redima.»
No os dejará indiferente la lectura de «Realidades efímeras» , un libro que conmueve y sacude ( tal como exigía Emily Dickinson a la poesía). En él nos retrata realidades difíciles, duras, dolorosas, crueles, donde la desgracia y la fragilidad humana y el miedo se hacen patentes; pero también la resistencia, el valor de la experiencia. Abarca una multiplicidad de temas: crítica social, la condición humana, lo animal en nosotros , la identidad, el tema del género ( el papel de la mujer en la sociedad), la escritura, el decir y usar la voz… En poemas breves, intensos, sugerentes, rotundos, trágicos a veces . Y todo con el uso de un lenguaje coloquial, cercano, la precisión de sus imágenes o el énfasis de las enumeraciones.
Estructurado en cuatro partes: La ciudad santa, La huella de la serpiente, La tentación de la tristeza y Alguien debería contar esta historia. De manera simbólica nos relata sucesos de un verano. El verano suele representar esplendor y alegría, aunque en este caso no es así, o al menos, no solo, pues conlleva dolor y sufrimiento, y ahí esta el recurso del contraste. Nos muestra un verano contrario a una estación paradisíaca y vacacional. Y no solo como un tiempo de crisis personal, sino también social. Y no solo personal, pues parece contar la historia de todos/as. No la historia, más bien las emociones de todos, ya que viene a expresarnos el sentir.
Como hilo que enlaza cada una de sus partes, como puerta de entrada a cada sección, encontramos un poema sobre el verano referente a noticias de actualidad, con los que parece integrar una historia personal dentro de la historia del mundo: El verano de los niños, El verano de Ronald McDonald, el verano de Nik Wallenda, el verano de LauWan, poemas que contienen una denuncia.
En su primera parte nos describe la ciudad como una cárcel, el papel que se le otorga a la mujer, un exterior hostil y grotesco, rodeada de soledad, vacío, muerte, frustración, incendio. Y a su pesar, Pero avanzaremos/ por calles levemente iluminadas…
En La huella de la serpiente nos retrata el dolor, el sufrimiento y el daño y la huella de una serpiente en la arena representa el miedo, lo amenazante que provoca miedo. Aquí el sujeto poético traspasa la noche, lo que la noche simboliza de oscuridad, y despierta.
La tentación de la tristeza muestra un ejemplo de resistencia, de mantenerse porque No duele la herida en la piel, duele la ausencia de herida. Aquí la grieta, la sima, no encontrar salida, la ceguera, la tentación de la tristeza, pero también la astucia.
Nos encontramos con el tema de la identidad, lo animal que puede haber en nosotros, del posible desdoblamiento de quien escribe, la reflexión de para qué la escritura, la extrañeza del vivir, de todo naufragio que se desea contar.
Os dejo como siempre con algunos poemas:
EL VERANO DE LOS NIÑOS
Todo esto sucedió
el verano de los niños,
el verano de los niños en la playa,
el verano de los niños que comían arena en la playa,
el verano de los niños muertos que comían arena en la playa.
—
Me he cosido los ojos.
Ahora hay un pespunte entre mis párpados.
He aprendido que es exactamente así como se inventan los límites.
El martes 13 de diciembre a las 19.00 horas nos acompañará Carlos Torrero , quien nos hablará de su trayectoria literaria, de sus últimos poemarios y , en concreto, de «El mudo de Fisher Town». Será, como es habitual, en Casa del Libro de Viapol, Avda. Diego Martínez Barrio 4, Local 1A, Sevilla.
«El mudo de Fisher Town» es un libro de un único poema, en cuyo cauce hallamos: una defensa de la poesía, de la Literatura, de la cultura y del lenguaje y una búsqueda de otro modo de decir; un sujeto poético que escribe para entender el mundo y como medio de cambiar el orden de las cosas (quien habla, que no tiene que coincidir con la persona que escribe, claro está) ; una mirada crítica a la sociedad, el sentir del paso del tiempo y diversas reflexiones metaliterarias. Desde el inicio -tal como podemos leer más adelante- nos indica algunos temas de los que trata: «…del fugaz paso/ del tiempo y, de la hierba húmeda/ y -cómo no- del amor.»
Escrito con un lenguaje coloquial , con el que logra intensidad, con ironía y en tono conversacional. Aunque no pretenda un poema convencional, tradicional, con el lenguaje lírico de costumbre, sí contiene lirismo , buenas y novedosas imágenes.
En una constante referencia intertextual alude a grandes poetas: Blas de Otero, Vallejo, Félix Grande, Charles Simic, Cavafis, Verlaine, Rimbaud, Juan Cobos Wilkis, Benedetti, Bukowski, Robert Frost , Pound, Brodsky,Emily Dickinson o el gran Whitman, y otros.
Puede entenderse también como un mosaico de diferentes piezas, un continuo diálogo ( ¿o monólogo?) con un tú-a veces nos puede parecer una obra de teatro- . Y como es propio en una conversación, se va pasando de un tema a otro, retratando una vida, en esta sociedad, mientras se plantea cuestiones propias de un taller de escritura, los entresijos de escribir el/este poema.
Hay un juego de voces, un juego de desdoblamiento de voces: a veces usa la tercera persona del singular- «alguien abre una puerta y empieza el circo…», semejante a las acotaciones de las obras teatrales-; no obstante, predomina la primera persona del singular, en conversación con un tú. ¿Y quién es ese yo parlante? El propio mudo de Fisher Town, el protagonista, quien también podría ser ese tú.
El espacio del poema es la playa y su tiempo, el verano.
Significativo su recurso de sacar a relucir el artificio al escribir un poema en el propio texto: «Las-mo-tos-dea-gua:cinco»; o cuando dice: «¿No te extraña esa expresión?/ Mo-tos-de-a-gua».
Entre sus planteamientos relativos a la escritura de este género están: su concepción de la poesía, dónde hallarla, cómo escribir un poema en el siglo XXI, cuál será su ritmo (¿acaso continuar con la métrica, qué razón de ser tiene el cómputo silábico?), la importancia del lenguaje en la sociedad, cuál es el lenguaje de la poesía ( en este sentido parece apostar por el lenguaje común- para Cernuda cualquier palabra podía ser poética- e imágenes novedosas, tal vez repudie la rareza, o la busque, ese extrañamiento que sorprende al lector). ¿Es la poesía verdad o impostura? ¿Por qué escribir?
En el prólogo del escritor Isaac Páez se resalta la voz veraz, real y contraria a imposturas del autor. La voz rebelde que se aburre con los versos medidos , tal como constató Huysmans en Á rebours: » Lo que más le horrorizaba era la floja ejecución de unos hexámetros que sonaban a hojalata hueca, alargando la cantidad variable de las palabras según el rasero inmutable de una prosodia pedante y seca». Y según el prologuista, a quien cito literalmente: «El mudo de Fisher Town es, además, un poema que ahonda en la reflexión de lo que somos, en los patrones culturales de un mundo en crisis y en lo que para mí es la virtud más atrayente de esta obra: la disección de nuestra sociedad a partir y a través de la reflexión sobre el propio lenguaje».
Desde el principio nos retrata la vida como un circo, un espectáculo, un lugar incomprensible. En cuanto a su final, inesperado, sin duda. Y mientras… pues lo hablaremos en el encuentro, estos son meros apuntes que apuntalan mi lectura.
Lean este poemario, una interesante propuesta y buena lectura, y vengan con nosotros a comentarlo el próximo martes, la entrada es libre.
Dejo aquí su inicio:
«Alguien abre una puerta
y empieza el circo:
unas motos de agua
como insectos cojos
cruzan el paisaje.
¿Qué hacer con sus ruidosos vientres
y ese olor tan repulsivo
de carne a la brasa
debajo de las sábanas?
Oh, la poesía, siempre tan aburrida
de-ba-jo-de-las-sá-ba-nas: ocho, siete
ocupándose del fugaz paso
del tiempo, y de la hierba húmeda
y-cómo no- del amor. ..»
—
Una de sus definiciones de poesía:
«La poesía es vértigo
de hocino en Meteora;
una peluca
que pongas como te la pongas
deja cráneo al raso;
una lengua
amputada
envuelta en papel de estraza
sobre un mostrador de Pino Habana Negro
en un ultramarinos
que boquea
pero abre cada nuevo día.
Recuerda: el lenguaje ha muerto.
Volvamos al lenguaje.»
—
«Por eso escribes,
para crear
un nuevo orden,
más hipnótico:
Un salto de esquí.
Yo soy uno de esos
que esperan dos horas
a hacer la digestión
para bañarme tras
un poema copioso.
Soy el que se araña la cara
leyendo a Vallejo
y escuchando El carnaval
de los animales.
El que renegó
de su pueblo
para acabar queriendo
vivir en un pueblo.
¿Quién eres tú?
Hay algo terrible, dirás,
en el hecho de ver a alguien
inmerso en un libro.
¿Es que no le interesa la vida?
Recuerda: Leer es vivir. «
—
«Oh, la soledad tampoco tiene horarios. Se ríe de mí. Soy una butaca vacía delante de una pantalla de cine que nadie ve. A ti también te pasa ¿verdad? Que no te lee ni tu madre. Ni tu padre. Ni tu hermana. Ni tu hija. Tu mujer, a veces. Tus amigos: Uff, un poema.
Te pido con tus viejos ojos una mirada nueva, te pido pájaros naranjas en la llanura abisal de la tristeza: No es tan difícil.
Ahora naces en cada parpadeo. Todo es virgen, de nuevo, si tú quieres, caballos azules puñales que te arrullan, cosas así.
Inclínate ahora con esos ojos que gatean, ponte el babero y observa la palabra
ferry
oruga
bicicleta
¿No es para estremecerse?
No, no te escondas. ¿A dónde vas? No corras. Recuerda: Tu cerebro puede tener los techos bajos como el cráneo de una lagartija. Pero la poesía es una forma de ser de mirar de morir.
Yo soy el mudo que habla en diferido; esto es, como todos.
El poeta no es mejor que tú. Pero sale ahí fuera, ebrio de vida a recoger palabras arrumbadas y las engrasa en su regazo para liberarte de la noche. Oh, poeta chamán de letraheridos chatarrero de bien te doy las gracias. Tu oficio consiste en poner esos huesos en fila uno tras otro y reconstruir el esqueleto de cualquier animal, planta o cosa. Tal es el desafío. Pero recuerda: Ninguna pieza debe sobrar.
No me gusta tu oficio. No-me-gus-ta-tuo-fi-cio, siete. Verso anapéstico raro, versión 2. ¿Y a quién le importa? Soy el arquitecto de este edificio sin ascensor. Sólo a él me debo, tal es el desafío. ¿Cómo podemos ser tan distintos ocupando el mismo asiento entre las sombras?»
Carlos Torrero (Cuenca, 1979). Es licenciado en Ciencias de la Información. Y ha trabajado en distintos medios de comunicación. Especialmente en televisión. Es autor del libro de poemas La hibernación de los moluscos (2017) y del libro de cuentos Lejos del Champagne (2019). Además, varias de sus piezas de literatura breve han sido recogidas en distintas antologías y revistas especializadas. Publica regularmente en http://www.doctorgoodfellowbooks.com, web destinada al fomento de la lectura y a la crítica literaria. El mudo de Fisher Town es su segundo poema(rio) publicado. En el 2022 ha publicado en Argentina su último poemario, Los hombres que beben cerveza no son como yo.
Nos quedaron temas pendientes en la anterior presentación de este poemario, Un hombre que no conoce Nueva York, y nos viene muy bien volver a reunirnos el próximo martes 15 de noviembre a las 19.00 horas en la Casa del Libro de Viapol . Entrada libre.
Quienes conocemos a Gregorio Dávila de Tena sabemos de su excelente trayectoria literaria, avalada por los premios concedidos: Alma de renacuajo, Premio de Poesía García de la Huerta 2017; Hebra de luz. Ejercicios sobre el Cántico, Premio de Poesía Pepa Cantarero 2018; Diputación de Jaén; Madre del agua. Por las huellas del Tao, XXII Premio de Poesía Eladio Cabañero 2019; Un temblor en las encinas. Biografía de una mirada, premiado en el I Memorial Ana del Valle, poesía, 2021; y con Un hombre que no conoce Nueva York ha obtenido el VIII Premio de Poesía Juana Castro.
Acta del Jurado (09/11/2021) respecto de este poemario: El jurado ha destacado que el poemario “entrelaza lo conocido con el salto al más allá, y hace poesía y música de la naturaleza como de la propia biografía”. En el acta queda reflejado que la obra ganadora “evoca desde lo uno lo diverso y desde el yo la tradición poética universal, en una particular ensoñación que de la imagen de Nueva York nos transmitieron maestras y maestros. Poetas que van desde Federico García Lorca, José Hierro o Juan Ramón Jiménez hasta Neruda, Gamoneda, Li Po, Gloria Fuertes, Alejandra Pizarnik o la cantante Chavela Vargas. Es una creación hecha vida y recuerdo a la vez que poesía, carne y palabra”.
Juana Castro en la entrega del Premio (20/05/2022): «El libro se compone de poemas extensos, tendidos, para rememorar una ciudad, Nueva York, sin haberla visitado. Un hombre que no conoce Nueva York es el sujeto poemático que escribe a la vez desde el yo y desde la tradición poética […] La evocación de Li Po, el gran poeta chino del siglo VIII, viene a ensanchar la herencia poética recibida, a la que podemos emular para cantar o acercarnos a esa mítica Nueva York. Poesía torrencial, musical, de un autor que desde su madurez no deja de escribir ni de recibir premios […] Sorprende por su amplio conocimiento de la mejor poesía en lengua española citando o rememorando a poetas como el cordobés José Manuel Martín Portales, Julia Otxoa o Chantal Maillard, que son devociones que yo comparto. Sólo así, yendo a las mejores fuentes y trabajando se puede conseguir lo que el jurado dijo del libro de Gregorio Dávila: ‘es una creación hecha vida y recuerdo a la vez que poesía, carne y palabra’”.
Sara Castelar en el Prólogo: «Un hombre que no conoce Nueva York es la forma poética en que Gregorio Dávila construye su ámbito para la identidad en un entorno que se mezcla entre la memoria, el mito, la urbanidad y el tiempo. Estamos frente a un libro escrito bajo la influencia de grandes textos que se hicieron eternos y que versan sobre una ciudad que representa todos los extremos emocionales posibles y que con el tiempo se ha convertido para la poesía y la literatura en un referente ineludible […] El esfuerzo de honestidad que el poeta desarrolla es brutal, existe una necesidad de comunicación que rebase las fronteras de lo conocido y crear nuevos contextos en los que la amplitud del pensamiento poético tenga cabida, para ello recorre el laberinto de su propia obra, de su propia vida, y le da una vuelta de tuerca […] Un hombre que no conoce Nueva York es un poemario en donde sucede lo bello y lo terrible, como diría Rilke, extremos necesarios para comprender la elección del contexto en el que Gregorio Dávila lo ubica, creando una conexión ciudad-naturaleza que propicia para la creación un espacio de redención».
Un hombre que no conoce Nueva York se inicia con tres citas, correspondientes a tres poemarios emblemáticos: Poeta en nueva York, de Federico García Lorca, Cuaderno de Nueva York, de José Hierro y Diario de un poeta recién casado de Juan Ramón Jiménez. Sus ecos atraviesan los poemas, sobre todo percibimos la estela de José Hierro, sin dejar de ser este libro genuino y personal. Los lectores podrán apreciar grandes cambios en él, tanto de forma como de contenido, que ya comentaremos en el encuentro. Como dice Sara Castelar en su prólogo, en este libro sucede lo bello y lo terrible; lo cual supone un giro en los temas propios del autor, por lo general contenido y luminoso. No obstante, aquí podemos percibir la herida, el dolor, la crisis de toda existencia, el desaliento, aunque prevalezca la luz al pesimismo. Encontramos diferentes planos: la vivencia personal; la dimensión existencial, la búsqueda de sentido por un individuo, y más cuando sufre; un plano metaliterario, como el conocimiento que adquirimos por la lectura -se viaja de los versos de otros autores a las vivencias del propio autor-, el lenguaje, la escritura y la poesía como fuente de conocimiento y de consuelo, «amado sea el lenguaje que nos consuela», la identidad de quien escribe y la condición de extranjero o sensación de extrañeza del escritor. No se desatiende tampoco lo colectivo y social, también presentes. Saber estar en el mundo, el amor, el dolor, el pasado, la memoria, la escritura, la pandemia o el paso del tiempo son algunos de los temas tratados . Entablaremos un diálogo con Gregorio, que seguro resultará interesante.
EL PADRE DE LA NIEBLA
Nos estiramos como los cedros del Líbano
amanecemos con la energía del búfalo
para cepillar las crines a los caballos
y bendecir las ubres de las cabras.
Quizás algún animal cultive el poema.
Una mujer se marcha de la aldea
–la vecina que amaba la lluvia-
y el cántaro se llena de orfandad
la fuente de abandono.
Recuerdo a Faria,
hay un hombre que se aparta del mundo
-no lo notan en el camino-
un hombre que duerme en la piedra
donde chirrían las cigarras,
un hombre que parte el pan al anochecer
y lo reconocen.
Me siento en el claro de nuestro bosque.
He llegado hasta el margen de mi piel
donde termina y empieza el mundo.
Hay un animal en mí, una mujer y un hombre
y todo se funde hacia dentro.
Aprendo la dirección en el vuelo de los pájaros.
Acaricio las letras como un niño que aprende a leer.
Quiero distinguir el
sentido.
Recuerdas a tu padre ahora que ya no está.
Tu padre que te llevaba de la mano
al parque y al bar de la Codorniz.
Su mano grande y segura, su paso firme
y decidido.
Mi padre saludaba amablemente a todos.
Su cordialidad se expandía
como los rayos de la aurora, mi padre sol.
Él me llevaba en la furgoneta al pueblo vecino
-no más de diez kilómetros-
y aquello me parecía una eternidad de gozo
(¿Por qué lloras, de alegría o de nostalgia?)
Al atardecer ella regaba los tulipanes
y el limonero con música de Aute
(que el pensamiento no puede tomar asiento).
Yo leía a Rojas
(Oh voz, única voz) y tomaba nota de algún verso.
Asomaba la media luna por el cielo
y los vencejos trinaban parábolas.
No estaba lejos la felicidad , no,
relucía en las tejas
y en las gotas de agua regadas.
Recuperas al animal
y a la lluvia y al camino y al bosque
la mujer y el agua que se derrama,
todo se funde en el adentro
y mi padre regresa de la niebla.
TEMBLOR
No busco tener una lengua propia
sino el balbuceo callado del arroyo
el lamento del aire por las grutas de Duino
o el eco de un oboe donde muere la noche.
Que en mi verso resuene el temblor de un naranjo
al nevar en la acera, la llovizna en la tumba
donde se hizo mármol
mi padre
o el clamor olvidado de las lágrimas.
Quizás el susurro de Yepes. ¿No oyes
las ondas del guijarro en la fuente de plata?
¿La brisa en la cabeza desnuda de Li Po
o el pájaro en la jaula de Pizarnik?
No busco una lengua propia, busco el vacío en el cántaro
y el eco de Valente, el agua estremecida por el Tíbet
El próximo miércoles 9 de noviembre a las 19.00 horas tenemos un encuentro virtual ( por Meet) con la poeta Ada Salas. Todo un lujo. Quienes estén interesados pueden contactad en este correo: aalveasanchez@gmail.com.
Ada Salas estudió Filología Hispánica en la Universidad de Extremadura. Impartió clases durante dos años en Francia, en la Universidad de Angers, y en la actualidad es profesora de literatura en un instituto de bachillerato madrileño. Ha publicado, entre otros, los siguientes libros de poesía: Variaciones en blanco (1994), La sed (1997), Lugar de la derrota (2003), Esto no es el silencio (2008), Limbo y otros poemas (Pre-Textos, 2013) , Descendimiento (Pre-Textos, 2018) y Arqueologías (Pre-Textos, 2022). En colaboración con el fotógrafo Tete Alejandre ha publicado Reflejos (2006), y son fruto de su trabajo en común con el pintor Jesús Placencia los títulos Ashes to Ashes (2011) y Diez Mandamientos (2016). En 2021 apareció Criba, que reúne poemas de la autora con obra gráfica de Laura Lio. En 2016 la editorial Fondo de Cultura Económica sacó a la luz la antología Escribir y borrar. De su obra ensayística cabe destacar: Alguien aquí (2005), El margen, el error, la tachadura (2011) y Lengua del alma (2019). En 2021 se estrenó en el Teatro de la Abadía de Madrid la obra Descendimiento, basada en su libro del mismo título, con la dirección de Carlos Marquerie y música de Niño de Elche. Junto con Juan Abeleira ha traducido A la Misteriosa y Lastinieblas de Robert Desnos. Algunos de sus libros han sido traducidos al sueco y al italiano, y acaba de aparecer la traducción de Descendimiento al alemán.
Dejo aquí algunos poemas de la autora:
Sólo el ave conoce
los exactos perfiles.
De sus ojos aprendo
el universo miniado
el eterno poniente que oscurece
las islas.
Puedo ver la verdad:
el lento claudicar del horizonte
y su amarga
caída.
—
Sería
el frío resplandor del miedo
o la hiriente
locura
—
Me enfrentaré a tu amor con oleaje
y brazos de serpiente
con destreza de nutria
y temblor de paloma
para que no te llames muerte
y huyas de mí
bajo tu largo nombre
de Arte y memoria del inocente (1987)
—
Honda en la noche
escribo
el enfermo declive
de las horas
el pausado morir de la nostalgia.
—
Caballos
por el hondo
desierto de mis ojos.
—
Negra piedra
honda noche.
Esperar.
Esperar
y no tener palabras
que llevarse a la boca.
de Variaciones en blanco (1994)
—
Mirad esta llanura. Nada en ella recuerda
las gestas de los hombres. El sueño sólo
alienta y fecunda. Como un tiempo
arrasado
insiste en su pobreza.
—
La casa que abrigó tu corazón
será una ruina. Furtivos
en la noche
la habéis abandonado.
Oscura en el jardín la tierra removida.
Quise
decir traición
y dije llanto.
—
Hay libros que se escriben sobre la carne misma.
Son esas cicatrices que nos hablan
y sangran
cuando el tiempo se rinde a su derrota
un puñado de signos que apenas
comprendemos
y eran el beso intacto de la vida.
De La sed (1997)
—
No duerme el animal que busca
su alimento. Huele
y está tan lejos todavía
el aire de su presa.
Y vagará en la noche.
Con la sola certeza de su hambre.
Ciego
porque una vez ya supo
de ese breve temblor
bajo su zarpa.
—
Brillan
con una luz de la infancia
los ojos de la tarde.
—
Tuyos son la mirada
y el canto
el hambre con que amo
la doliente
pequeñez de las horas
todo
lo que habita la vasta sucesión de tu ausencia.
—
Lugar de la carencia
pura
desposesión. Sea vano mi nombre
vano
este empeño furioso por ser río
y no breve humedad
bajo la piedra.
De Lugar de la derrota (2003)
—
«La necesidad de escribir es a veces más fuerte, más poderosa que la escritura misma. Y sé que ahí está el error. El ansia ahoga la escucha y acrecienta el vacío. Como un viejo eremita observa el roce de las horas en el escaso mundo de su soledad y su silencio. Con la misma santa, habitada y tranquila paciencia. Ser sólo rama, saber ser rama, y esperar a que las aves se posen cuando llegue el descanso.»
Alguien aquí. Notas acerca de la escritura poética (2005)
—
El óxido
la zarza
algún resto que antiguos habitantes
no llevaron consigo. No es hospitalario
este lugar. Es hosco
y sin embargo
qué te trajo hasta aquí.
No hay nadie
ya lo ves
no hay nada
y sin embargo
esto no es el silencio.
Un discurso continuo
emana de las cosas
un discurso que suma lo animal
y lo humano
y no tiene apariencia
de animal o de humano
y por eso
oh ciegos
nos parece inaudible.
Aquí bajo esta viga
que amenaza
con abrirte la frente
puedes quedarte
quieta
dejar que la intemperie te pudra
y te corrompa
y te derrumbe
al cabo.
Un desplome
de huesos
como el que hizo de un muro
este montón de piedras.
De Esto no es el silencio (2008)
Descendimiento de la Cruz de Van Der Weyden
EL vacío. Su piel como escamas qué protege. Tú eras el amor todo se abría todo bebía de tu luz. Ahora este cadáver que hay que enterrar este despojo que se nos cae de las manos. Lo que viene después de la alegría del deslumbramiento. Lo que nos pesa es no tener más vida.
—
Debajo de la piel
corre la sangre. Debajo del color
el blanco del estuco.
La luz.
La transparencia.
Otro poco
de aceite
para
que lo vivo
aflore entre lo muerto.
El pulso de esa mano. La savia
de ese roble. Un pequeño gusano
que crece en esa herida
una abeja
que zumba
en ese corazón.
Quién se atreve a decir que todo está cumplido.
Cuando va a anochecer
los vencejos invaden esta sala
vacía.
Descendimiento (2018)
DIOSA. ESTATUILLA
QUIERO
decir amor pero pronuncio
muerte -esa llaga
en la lengua-. No hemos
comprendido. No hemos acertado a
reconocerlo. Velas. Reinas
en
el jardín de los astros. Extiendes
en la noche
el río de tus pechos. Los dedos
de los solos
te han labrado un collar. Descansas
en su frío.
Qué hacer con este amor
que nadie quiere.
—
ALJIBE
En medio de la tierra algo se abre.
Una rama en el mármol te recibe
viajero. Una rama. La gracia.
El brillo
de algún pez.
El reflejo más puro.
Un agua densa inmóvil un cuerpo
transparencia.
Tú quieres estar viva en esa nada.
NOTA: Los espacios en blanco, los silencios, en la poesía de Ada Salas son muy importantes, pero en el blog se pierde y es un problema que he intentado solucionar de diferentes modos y sin resultado.
El martes 25 de octubre a las 19 horas tenemos una oportunidad excepcional para poder hablar con un excelente poeta, Alejandro Duque Amusco, todo un lujo, pues él reside bastante lejos de nuestra ciudad. Será el autor que inaugure el VI ciclo de Encuentros con poetas, en Casa del Libro de Viapol, Avda. De Diego Martínez Barrio, 4, Viapol Center, Sevilla.
ALEJANDRO DUQUE AMUSCO, sevillano afincado en Barcelona, nació el 2 de noviembre de 1949. Profesor de Lengua y Literatura, traductor, uno de los investigadores más reconocidos de la obra de Vicente Aleixandre, editó en Visor sus Obras completas. Como poeta, desde su primer libro de poemas, Esencias de los días (1976), mostró predilección por la expresión depurada y sensorial. En el largo recorrido que ha seguido luego su poesía, guiada por el deseo de equilibrio entre belleza y experiencia, emoción y verdad, merecen especial mención los títulos Sueño en el fuego (1989; reedición 2009) y Donde rompe la noche (1994, Premio Loewe de Poesía; reedición 2015 por Renacimiento). Un nuevo ciclo se abre en su obra posterior con Jardín seco, de 2017, año en que es galardonado desde Italia con el Premio Internacional de Poesía Alfonso Gatto. A ese título viene a sumársele, ahora, este nuevo, Un único corazón, que remite no sólo al corazón singular del poeta sino al que conforman todos los seres humanos, unidos por unos mismos deseos, pasiones e inquietudes. Duque Amusco considera que el primer objetivo al escribir es ahondar en nuestro espíritu, cerrar heridas, aplacar obsesiones y obtener, de ese modo, una liberación interior con la que reencontrar la felicidad y el equilibrio. De él es este aforismo: «El sufrimiento es la gran coartada de los poetas; aún no saben que la poesía exige, al menos, una tarde de felicidad». Para los interesados en la escritura de la poesía, también deciros que publicó en Pre-Textos un libro titulado Cómo se hace un poema. El testimonio de 52 poetas.
Como viene siendo costumbre, hablaremos de poesía, de su trayectoria literaria y nos centraremos en su último y excelente libro publicado, Un único corazón, fruto de toda su experiencia de vida y cuyos poemas me han encandilado , un deleite su lectura ( de la que he aprendido bastante, al gusto de Horacio).
Como ya sabéis la entrada es libre y gratuita.
El título del libro puede inspirarse en Heidegger, por la cita que encabeza el poemario: El ámbito más vasto de lo existente se manifiesta en el recinto interior del corazón. En su nota introductoria- acostumbra a escribir notas con las que inicia los libros, lo que nos hace deducir que le gusta reflexionar sobre el acto de la escritura y de la lectura, el proceso creador de cada libro -nos viene a decir que el corazón de un hombre es el de todos los hombres, pone de relieve el carácter universal o general que posee la poesía. Una finalidad de la poesía sería la de dar a los hombres y mujeres la conciencia de un destino común, La poesía es una hermosa fraternidad que nos concierne a todos.
Como decía, la memoria de las vivencias va dejando huella en ese corazón, común a todos, una memoria que es colectiva y en cuyo poso encontramos la tradición literaria.
En una entrevista que le hizo la doctora, profesora, crítica literaria y poeta, Ana Recio Mir, publicada en Alga, Revista de Literatura, el autor manifestó su deseo de escribir un libro de agradecimiento y amor a la vida, intención que se indica en esta nota, que sus versos reconcilien al lector con la vida, en lo que tiene de belleza y de sufrimiento. Y lo logra.
Estructurado en cinco partes: Sur, Servidumbre de amor, Para una reina de corazón gitano, Memento y Zona Crítica.
Por la lectura de este, y otros libros suyos, nos percatamos que coexisten varios estilos: La influencia de la poesía Oriental (haikus, tankas) ; influencia del flamenco (Para una reina de corazón gitano); una poesía de metro corto, esencial, depurada y precisa (tal vez debida a la estela de Juan Ramón Jiménez) y los poemas que predominan en este texto, que vienen a ser largos versículos con música (suma de heptasílabos, endecasílabos, alejandrinos) y arrastran en su canto de imágenes la emoción y el pensamiento. Exquisita su escritura, una maestría su ritmo, con un lenguaje de gran plasticidad y exactitud alcanza a transmitir la vida, rotundos sus poemas.
En Sur encontramos los recuerdos de la infancia, la nostalgia de la tierra de su niñez, el recogimiento de las siestas, el recuerdo de los difuntos; pero también el arraigo de la primavera , de la luz y de la belleza en el presente. Testimonio de un tiempo ido que se queda escrito en los poemas, aunque todo cambie, como nos dice en El bosque de pinos (la destrucción de un bosque de pino donde jugaba de niño simboliza la destrucción de esa infancia).
El contraste y la polaridad están presentes, normalmente en su poesía, reflejando la ambivalencia de la vida: luz y cenizas, oros apagados, temeroso solecito; aunque vence la belleza, su mirada sobre lo bello.
El título de su segunda parte, Servidumbre de amor, nos indica el tema. En él se alude a la tradición clásica (Propercio, Ovidio, Catulo) y a John Donne, a la importancia del deseo y del amor carnal para sentir la dicha, a los amores contrariados, con cierta picaresca e ironía a veces; otras, con un matiz amargo. En todo caso, nada muere del todo y menos el amor.
En homenaje a Manuel Machado, Para una reina de corazón gitano, con sus sentías soleares.
Respecto al paso del tiempo y la muerte, Memento. Nos señala como metáfora de la vida, una vela, porque nos aporta luz y calor (y refleja sombras); pero Al final sólo queda, leve y triste, un penacho de humo por el aire; la identifica también con un loco carrusel, en este loco carrusel dejamos unas manos tendidas diciéndonos/ adiós y el pobre corazón hecho jirones. Nosotros somos partículas de polvo que quieren ser, sentir, formar parte de algo, tener/ un alma acaso, aunque el alma les duela. En un poema ,que versiona otro de Jean Moréas, A solas con Jean Moréas, nos define la existencia: Es la sombra de un sueño, y eso basta.
Nos retrata por igual la muerte que ya nos posee en vida y ronda la idea del momento final. En este terreno están también las ausencias; sin embargo, nada acaba. Todo es continuidad de un solo día. Eternidad y retorno. Siempre nos quedará la poesía de grandes poetas, como Dylan Thomas, pero duele la prematura muerte de su alumna Jania y de otros amigos. Ante el último expiro aconseja: Cuida de este latido que pasa y que no vuelve.
Principalmente dedicado a la escritura, la inspiración, la poesía, la música, al arte, a lo bello, su último apartado, Zona crítica. La lentitud de la escritura como un modo de evitar el olvido, la lucha con las palabras, su propia pantera ( referida por Rilke, Cernuda y Borges) como símbolo de libertad, pasión y poesía. Se escribe desde la soledad de un lugar desnudo, donde se indaga en la pasión y el misterio. La propia patria, su biblioteca. Recrea los últimos momentos de un cansado Cesare Pavese antes de suicidarse en el Hotel Roma de Turín. La poesía como redención de todas las vicisitudes que arrastra la edad. Y nos reflexiona en su poema en prosa Meditación sobre un paisaje de nieve: ¿Todo o nada está vivo? ¿No hay nada real que brilla dentro de lo irreal? Tal vez el paisaje nevado sea la muerte, ¿o la vida?; y el arte, lo eterno (casi eterno, salvo gran catástrofe), esa ramita verde que aparece en un ángulo, promesa de otra realidad distinta, mucho más hermosa.
Se incluyen dos poemas antibélicos: Olivença ( en el que reflexiona sobre el concepto de patria) y Balada para dormir al soldado Rudi Sureck, inspirado este último en un Cementerio Alemán de Cuacos de Yuste.
Una voz vitalista y pasional que reclama la luz, la belleza, la emoción, el amor y sabe del envés de la vida. Lo eterno de lo bello. La salvación de la poesía, su testimonio. El libro es un hermoso lugar al que seguro que al lector le gustará volver.
LLEGADA
Has vuelto a este jardín con su silencio oscuro, únicamente
roto por un fondo de mirlos que vuelan en los pinos.
Como un panal de luz, bulle la tarde en oros apagados.
Has vuelto a oír tu corazón, el solo fiel,
y te quedas al borde del camino (los mirlos ya dejaron de cantar)
para escuchar los pasos de la noche.
Estás aquí. Aquí. La rueda de los días te ha traído con la puntualidad de un reloj implacable.
Todo pasó, espectral y confuso. El tiempo es una lluvia de luz y
de cenizas.
—
INSPIRACIÓN
El camino a la fuente hay que andarlo, despacio, cada día,
y no para beber (pues quizás sed no tengas) ni para hallar frescor junto a la sombra.
El camino a la fuente se recorre sólo por no olvidar la eterna canción del agua.
—
Evoca su primer encuentro con el poeta Vicente Aleixandre:
AÑOS DESPUÉS
«Solo falta que un puño, un miserable puño me golpee» Vicente Aleixandre (De Poemas de la consumación)
Ahora tengo la edad que tú tenías cuando, con diecinueve años, me acerqué a conocerte al dorado jardín del cedro y la poesía.
Te recuerdo muy bien. Tú leías, echado, en la serena sombra de la tarde. Julio ardía callado.
Ojos azules de eléctrica bondad e inteligencia lucían en un rostro de tez fina y rosácea, que se abría, risueño, al nuevo amigo.
Tu mano adelantaste y se estrechó a la mía. Señal de bienvenida,
también de fe en los hombres. Cumplías así la que fuera exigencia de tu firme conducta: ser generoso, darte a los demás, corresponder a todo impulso de elevación y gracia compartida.
Ese fue, sí, tu denodado esfuerzo para hallar con tu alma otras almas iguales, que te buscaban y te respondían. Hija de amor es siempre la gran obra. Han pasado los años. La luz se hundió en negros remolinos y tu tiempo vital se hizo memoria.
El mundo, ciego, hoy no desea saber de la grandeza que en tus versos alienta con maestría.
Mira tu obra en qué manos está, la que fue la razón de tu existencia, lucha de amor, de soledad y ensueño.
El “miserable puño” que profetizaste (de un codicioso y una avariciosa) cae sobre ti, como un escarnio, hacia tu obra pura que desprecian con el rencor de quienes no la entienden.
Pero de las cenizas del oprobio saldrá con alas limpias tu poesía remontando la altura, en esa gloria que aguarda a la palabra verdadera, la que acompaña al corazón del hombre.
Tú ya no necesitas la aquiescencia de nadie. Y los que te buscaban para subir peldaños y obtener prestigio, con la primera aurora te negaron. ¿Alguien los oye? Déjalos.
Tú estás en paz con tu vida y tu obra, en equilibrio hermoso, y eso basta. Duerme en tu cielo y olvídate de todo para que puedas habitar, al fin, tu perseguido sueño: el de la pura nada sin memoria, a que aspiraste un día. Morir no es nada cuando se ha vivido. Morir no es nada cuando se amó mucho como tú amaste, con total entrega.
Hoy vuelvo a ti, cansado, y con los mismos años que tenías cuando fui a conocerte aquella tarde. Vuelve a ser julio. Me he acercado a la verja de tu jardín dormido.
Allí está el cedro eterno y silencioso. Temo llamar.
Una delicia la tarde- noche de ayer, todos/as nos quedamos cautivados/ as con la interesante charla de Alejandro Duque Amusco, llena de agudas reflexiones , curiosas anécdotas y transmitidas con emoción.Todo un deleite. Le agradecemos muchísimo que aceptara nuestra invitación.
Reanudamos , como cada año, nuestro ciclo de encuentros con poetas. En esta ocasión, como podéis comprobar, serán los martes, todas las sesiones empiezan a las 19 horas, en Casa del Libro Viapol, Av. de Diego Martínez Barrio 4, Sevilla. La participación es libre y gratuita, hasta completar aforo.
Estos actos están insertos dentro del Club de Lectura de poesía, así que si podéis leer el libro, mejor, pues tenéis la oportunidad de entablar un diálogo con el autor sobre poesía , su trayectoria y el poemario seleccionado. Creo que tenemos un buen elenco de escritores. Y empezamos con un autor sevillano de lujo que reside fuera y se nos presenta esta ocasión para conocerlo y escucharlo personalmente, ya aseguro de antemano que disfrutaremos, y mucho:
–Martes 25 de octubre, Alejandro Duque Amusco, «Un único corazón», Pre-Textos.
–Martes 15 de noviembre , Gregorio Dávila de Tena, «Un hombre que no conoce Nueva York», Renacimiento.
–Martes 13 de diciembre, Carlos Torrero, «El mudo de Fisher Town», Macklein y Parker.
–Martes 17 de enero, Carmen Ramos, «Las realidades efímeras», Macklein y Parker.
–Martes 14 de febrero , Jesús Beades, «Orden de alejamiento», Accésit al Gil de Biedma.
–Martes 14 de marzo, Nuria del Saz, «Matronalia», Edificiones Alfar.
–Martes 18 de abril, Anabel Caride «Los días inabarcables», Anantes editorial.
Esta temporada terminamos el ciclo de encuentro con autores, «El poeta y su voz», con la escritora y cantautora Isabel Martín Salinas, quien nos deleitará con canciones de su último poemario, publicado en Torremozas, «Me remito a las sombras»; y será el miércoles 8 de junio a las 19.00 horas en la librería Casa del Libro Viapol, Avda. Diego Martínez Barrio 4, Sevilla. Ya sabéis que el aforo es libre.
Isabel Martín Salinas. Dramaturga, novelista, ensayista, poeta y cantautora. Con numerosas obras publicadas y estrenadas, ha sido finalista para el Premio Andalucía de la crítica 2012 en la modalidad de Teatro. En 2019 ha sido galardonada con el Escudo de oro de la Unión Nacional de Escritores de España.
Publicaciones dramáticas
Río abajo (2000); El pozo. La noche de Diógenes. ¡Menos cuento! (2007); Collar de cerezas (2007); Rita(2009); El hoyo 18. Un soplo de viento (2011); Hispania, Hispania. Segundas partes. Verano del membrillo (2012);Un canalen Youtube, (2017); La hija (2018); Mediterráneo(2019); Mísero polvo (2020); Monerías (2021); Odio (2021).
Publicaciones en otros géneros
Sombra mía, narrativa (2009); A ráfagas tu nombre, libro de poemas (2014); Para siempre conmigo, disco E.P. (2015); El Maestro, libreto para ópera (2017); Giuseppe Impastato. Memoria de un hombre bueno, biografía (2019). Me remito a las sombras, libro de poemas (2020).
Os dejo la reseña que publiqué de este extraordinario poemario en Culturamas:
«Me remito a las sombras refleja el trayecto que cualquiera de nosotros recorre -ha recorrido, o puede recorrer- por los paisajes del amor y el desamor. A veces habitamos un verde y frondoso bosque, lleno de algarabía, ilusión, pasión, bajo un cielo impecable; otras, en cambio, cruzamos penosamente un terreno agraz, duro, violento, que nos agrieta y cuyo roce raspa por dentro y del que huimos como podemos para caer en el árido y desértico páramo que, al principio, puede parecer la soledad, otro de los temas en el libro tratado.
Se produce un cambio en este viaje existencial que nos traza una transformación en el sentir y en su pensar. En un inicio se sobrelleva la soledad con la esperanza y el anhelo de encontrar en la próxima historia el gran amor. Desvela nuestra constante búsqueda de la plenitud amorosa, como ideal o sueño a lograr, cómo puede elevarnos y a su vez hundirnos. Un difícil y escarpado recorrido por el fervor y la muerte, la soledad esperanzada , los amores imposibles, los sucesivos desengaños …hasta llegar a una misma, a nuestra propia casa, en sosiego y armonía.
Nos retrata también el paso del tiempo y la mirada que una tiene hacia el pasado y cómo ese transcurso provoca un cambio en la perspectiva.
La autora en estos poemas logra transmitirnos el ímpetu y la fuerza de los sentimientos: la aguda punzada de dolor cuando nos hallamos frente al desengaño y el desencanto de aquella relación que fue nuestra pasión, ahora ajada; el entusiasmo y la alegría cerúlea que cintilan por encontrarse con el amado; la soledad y el abandono; el refugio fugaz y momentáneo en relaciones breves, en las callejuelas de los gatos.
Poemas intimistas y confesionales, breves e intensos en los que habla una primera persona del singular o se dirigen, la mayoría de las veces, a un tú, el amado. Versos blancos, en los que destaca la musicalidad y la belleza de su lenguaje lírico, sus imágenes certeras como flechas al corazón, una poesía llena de visualidad y plasticidad, con un estilo depurado, que podríamos comparar con la llamada poesía del silencio y nos puede recordar a Ada Salas, por ejemplo.
En resumen, refieren los temas del amor, desamor, la soledad y la elegía por lo perdido en el paso del tiempo. Estructurado en cuatro partes, cada uno se simboliza en un elemento: 1. De hiel, 2. De peces. 3. De gatosy la última parte da nombre al libro, Me remito a las sombras.
En su primera parte refleja la pasión, el volcán, el magma y la lava, «llueve pájaros muertos sobre las rosas», la aspereza y amargura de una pareja que llega a odiarse, su feroz lucha, una pareja semejante a la que retrata ¿Quién teme a Virginia Wolf?, o la también obra de teatro Danza Macabra: «el barro somos de violento magma». Y ellos, ella, una sombra de lo que fue.
De peces, en cambio, es la ilusión, el propio deseo de amar y ser amado: «vengo amándote, amor, siglo tras siglo«. Su tono se vuelve dulce y romántico. Aspira aun amor que sea refugio y vuelo. Y parece que lo descubre. Los poemas, más sensuales, transmiten la alegría de vivir, la resurrección primaveral, igual que el mito de Perséfone, pero ese pálpito azul parece imposible y tendrá que asumir su final, que se quedará solo en recuerdo, cada vez más lejano. Hades vuelve a ganar la partida, pues los intentos de vivir esa aspiración se malogran, y aunque prefiera interrumpir la relación en ese punto álgido pensando que el tiempo desdibujará su memoria, no por ello pasa de largo el dolor o deja de visitar los surcos de la tristeza, el querer morirse de silencio, así sus versos: «En la copa vacía / queda solo la hiel, / lo que deja el amor cuando se ha ido».
En este estado de melancolía y desánimo, perseguida por los días grises, es cortejada por los gatos, símbolo de amores fugaces y banales, de frialdad y desapego. La noche frugal será un leve consuelo en el que desea quedarse por un tiempo, hasta que finalmente se cobija en la poesía, un regazo más tierno: «Son los únicos versos /- como gatos salvajes-/ que pueden remediarme/ de este fulgor de espinas». Llega a la convicción y propósito de encontrar la belleza y ser feliz: «…dejaré a mi sangre / abrevar en las flores«.
En su última parte, Me remito a las sombras, quiere dar por zanjado su pasado, cerrarlo con un candado y tirar la llave al mar, que todo se lo lleva, poder desenredarse, volver a encontrarse a sí misma y así reconocerse, «me hice toda de nuevo / con cristal de los días». Como parece que dijo Friedrich Nietzsche: “Lo que no te mata te hace más fuerte”.
Cansada de las falsas promesas, de mitos y sueños, prefiere la soledad, aunque suponga batallar con sus lobos y con el dolor, con la certeza de que la vida es rauda y pasamos por ella ciegos, y no es fácil enfrentarse al pasado ni aceptar que no es posible volver a la vida las vivencias, ni nuestro «mar de raíces, / arboleda de muertos»; a pesar de su llanto por lo perdido.
Tras este peregrinaje por la desventura, la ilusión, el desengaño, las estrellas y la muerte, inesperadamente, de nuevo, Perséfones vuelve a la tierra:
Es extraño, lo sé, cuando justo ayer mismo miraba al horizonte y se lo habían llevado. Quizás es que por fin estoy volviendo a casa.
No es fácil, no crean, saber y sentir que uno mismo puede ser su propia Ítaca.
Un poemario que nos anima a seguir adelante, nos ofrece el conocimiento de quien ha reflexionado sobre sus vivencias, el saber vivir y disfrutar de la vida en soledad, si es el caso. Se remite a las sombras, a todo su pasado vivido, pero para proseguir tranquila su camino porque todavía hay horizonte.»
Y como es costumbre os dejo también algunos poemas:
Vengo amándote, amor, siglo tras siglo.
A través de mil vidas te procuro.
Siempre me miras y desapareces
y yo siempre me muero por tus ojos.
Te he querido ya tantas , tantas veces,
y en cuerpos tan distintos y fugaces
y con empeño tanto te persigo
que nazco de tu ausencia vulnerada.
Converge ya conmigo una existencia
y no me hagas morir continuamente
y volver a buscarte en nuevas vidas»
—
Gentil espejo sea
el agua si te acercas por el río
como barco que surca
recónditos paisajes,
distancias infinitas de nostalgia.
—
En el mar de raíces,
arboleda de muertos,
recuerdos míos gritáis bajo las sombras
saladas y no puedo
volveros a la vida.
—
Aunque soy de mármol,
ya no tengo frío:
debe de ser que estoy ausente.
Era invierno hace nada.
De hecho, no comprendo
este brotar de rosas
no siendo primavera.
Es extraño, lo sé,
cuando justo ayer mismo
miraba el horizonte
y se lo habían llevado.
Quizás es que por fin
estoy volviendo a casa.
De izquierda a derecha: María José Collado, Esperanza García Guerrero, yo, Isabel Martín Salinas, Juan Martínez Iglesias y Álvaro Prieto Rivas
En nuestro ciclo de encuentros con poetas la próxima invitada será María Álvarez-Rosario y su poemario «Sensografías». Será el jueves 12 de mayo a las 19.00 horas en Casa del Libro de Viapol, Avda. Diego Martínez Barrio nº 4, Sevilla.
María Álvarez Rosario ha publicado los poemarios Física elemental (Torremozas, 2016), Mapa de la memoria, con el que obtuvo el Premio de poesía “Juana Castro” en 2018, en el 2019 obtuvo el Premio Internacional de Poesía de Ronda con Una habitación propia y en el 2020 publicó Sensografías (Torremozas). Su poema «Testamento Inacabado» obtuvo el primer premio en el XXV concurso de poesía “Luz” del Ayuntamiento de Tarifa (2018) y participa en la antología Rojo-dolor. Antología de mujeres poetas en torno al dolor, de Renacimiento.
Como acostumbra la editorial Torremozas este libro está cuidadosamente editado, embellecido por las hermosas ilustraciones de Rafa Hermosilla, a quien pertenece también el dibujo de la cubierta.
Los poemas parecen haikus, predominando los de tres versos; aunque nuestro amigo Gregorio Dávila de Tena negaría su condición de haiku -al menos de haiku clásico-, en el que debe indicarse la estación del año , tener un cómputo silábico de 17 sílabas ( 5-7-5), no usar metáforas, no debe aparecer el propio sujeto en sus versos, entre otros requisitos. Pero sí poseen la capacidad de síntesis y sugerencia.
El haiku, como lo define el profesor Fernando Rodríguez Izquierdo en su libro El haikujaponés, es imagen o impacto de un momento sentido con profundidad, imagen hondamente sentida en un momento de iluminación, resultado ser una visión intuitiva de la realidad. Por su sentido trascendente, dicha imagen se eleva a símbolo. El haiku nacería de la sensación, no del intelecto.
Como en su brevedad debe aparecer la estación del año, el libro se ha estructurado por estaciones: Otoño, Invierno, Primavera y Verano. Y como viene siendo propio de la escritura de María, su poesía nos revela delicadeza, sosiego, contemplación ,emoción, logra la belleza con el lenguaje común que todos usamos. A estas alturas resulta difícil escribir poemas cercanos a los haikus, pero la autora agudiza la mirada y evita lugares comunes, luminoso su mirar siempre. Por supuesto, la naturaleza está muy presente, podemos considerar el libro como un homenaje al paisaje natural y al planeta: humedales, marismas, campos, laguna, mar, valle, árboles, flores, amaneceres, pájaros; y vislumbra a veces lo interior, la casa o el patio. La calma, la quietud y el silencio son estados recurrentes, un silencio en el que saber escuchar: Habitar el silencio/ escuchar los paisajes/ transparentes.
En Otoño prevalece esa serenidad mansa que calma la sed, el Otro o amado adquiere suma importancia (su voz es agua, sus ojos son la luz, su corazón aporta calma), hay ausencia y silencio:
«Busca incansable
mi corazón zahorí
su voz de agua.»
—
«Para mis ansias
su corazón sereno
estanque en calma»
En Invierno el paisaje es una playa desierta, el mar , y gorriones. Frente al frío, la escarcha, ante el azote del tiempo, apuesta por la alegría, la luz, la blancura. Encontramos cierto sentido sagrado ( las huellas en la arena son oraciones, en el silencio escucha el alma). El mar parece evocar en ocasiones lo efímero y lo eterno, el olvido, lo incierto.
«En el silencio
de la llanura inmensa
un árbol solo.
Solo.»
—
«Defender la Alegría
como hoguera en la nieve.»
En Primavera la belleza de la ciudad que resucita con sus naranjos, jacarandas, arrozales, la vida en el patio. Colorido, aves, amor, vuelo, alegría, resurrección.
«Ante mis ojos
vuelan a ras del agua
las golondrinas.»
—
» Las once y cuarto
un temblor de gorriones
recorre el patio.»
«El color del verano es amarillo» , nos dice. El sol imperando en lo alto en días vacacionales, donde el descanso, el reposo y la siesta. Aquí la claridad, luz, las gaviotas, el campo, estampas cotidianas y felices, el sol abrasador, la dulzura del aire, sentir todo lo que te rodea.
«Luz del amanecer,
vuelo de gaviotas
sobre las olas blancas.»
—
«Nos aguarda
el sabor del verano
en las cerezas.»
—
«Sentir
en el pecho del pájaro
mis latidos.»
Una delicia este poemario que te hace sentir cada estación con una delicada y dulce serenidad y armonía, como una bendición de la vida. Seguro que lo disfrutaréis. Os esperamos el 12 de mayo , profundizaremos más y mejor en estos versos.
Tenemos la suerte de contar con la presencia de Braulio Ortiz Poole en nuestro ciclo » El poeta y su voz», martes 15 de marzo a las 19.00 horas, en Casa del Libro de Viapol, Avda. de Diego Martínez Barrio nº 4, Sevilla. Muy agradecida de que aceptara la invitación. El aforo es libre y también puede transmitirse por Meet.
Braulio Ortiz Poole es un periodista cultural y poeta nacido en Sevilla en 1974. Escribe para el Diario de Sevilla y los periódicos del Grupo Joly. Su debut literario, Francis Bacon se hace un río salvaje, ganó el Premio Andalucía Joven de Narrativa, y a esa publicación siguieron obras como la novela La fórmula Miralbes (Caballo de Troya, 2016), biografías bastardas ( Rd Editories, 2005) o los libros de poesía Defensa del pirómano(E.H. Ediciones, 2007), Hombre sin descendencia (Fundacion Jose Manuel Lara, 2011), Cuarentena(La Bella Varsovia, 2015) o Gente que busca su bandera (Maclein y Parker, 2020). También hacer constar la biografía Manuel Laffon, el hombre y el médico ( Diputación Provincial de Sevilla, 2010). Sus historias han sido seleccionadas para antologías como ‘Mutantes. Narrativa española de última generación’ y ‘Pequeñas resistencias 5. Antología del nuevo cuento español (2001-2010).
El prólogo es del también poeta Alejandro Simón Portal. En él hace un recorrido por la trayectoria poética del autor, destacando de este libro su cuestionamiento de lo (indebidamente) establecido, cómo da voz a los disidentes, su diálogo con historias ajenas y universales, su carácter celebratorio de la vida, a la vez que su conciencia política y compromiso ético. Define el poemario como un tratado de amor al género humano, entendiendo el amor como consuelo y resistencia.
En la página de la editorial Macklein y Parker se indica: «Bandera como símbolo de lucha, de pertenencia, de propósito. Bandera como símbolo de la necesidad de compartir una revolución que comienza en lo íntimo pero va más allá del individuo, más allá incluso del colectivo, que lo atraviesa todo con colores, en ocasiones, no visibles a los ojos, tal vez solo visibles a los corazones. En Gente que busca su bandera el periodista, escritor y, por encima de todo, poeta, Braulio Ortiz Poole rinde un cálido homenaje a todas esas personas que, en algún momento de su vida, convirtieron su causa en bandera. Un catálogo de hombres y mujeres que no quisieron acatar las consignas y abrieron su propio camino. Desde Leonard Matlovich, el primer militar de Estados Unidos que reconoció su homosexualidad, hasta el pintor Thomas Eakins, expulsado de la Academia de Bellas Artes de Pensilvania por mostrar en una clase un desnudo masculino a un grupo de alumnas; desde la actriz Frances Farmer, que pagó caro su intento de ser una mujer libre, al jugador de ajedrez Viktor Korchnói, disidente y desertor, la obra retrata a rebeldes e inadaptados que se salieron de la norma y que fueron duramente juzgados por su tiempo. Escribe sus historias, / di sus nombres, apunta el autor en unos versos. Aunque los señalen / también ellos / están haciendo patria. «
Braulio da un giro en su poesía, por lo general autobiográfica, para abrirse a lo plural y colectivo, como le ocurrió a Antonio Machado. Y logra con una sorprendente intensidad meterse en la piel de sus personajes reales para mostrarlos con ternura. Es la suya una voz que se desdobla -usa el recurso del desdoblamiento- y se dirige constante a un «tú», que es el otro, la víctima, el proscrito o divergente.
Cuando se refiere al verdugo, al cazador, quien señala al otro, al intolerante -por ejemplo en Canadá- lo hace en tono interrogativo, preguntándose cómo es posible tal actitud.
El propio autor en una entrevista manifiesta que prevaleció «el impulso de encontrar a los conciudadanos en los extranjeros, la verdad en los locos y la fe en la herejía. Los que no figuran en el discurso oficial, los disidentes, también contribuyen a levantar el país.» No me digan que no es para zambullirse de cabeza en sus páginas.
El libro muestra cómo todos los derechos y libertades -y justicia, pues es cuestión de justicia- han sido logrados gracias a la lucha y el sacrificio (incluso con la propia vida) de quienes abrieron el camino con coraje. Una larga batalla que todavía hoy continúa en muchos lugares, y en estos lugares, para nuestro pesar. Retrata el precio que paga el «Otro», a quien miran como diferente o extraño y marginan; el precio del rebelde por ir contra la norma.
Refleja como un espejo dos posturas: por un lado, la intolerancia y fanatismo, el Caín que el ser humano lleva dentro, los inquisidores que no admiten que se salga de la «norma», la rigidez sin corazón ni razón, o la simple banalidad del mal, que decía Hanna Arendt (una mujer también valiente por decir lo que realmente pensaba); por otro lado, el marginado, el valiente, quien no se ajusta al patrón común, el visionario que posee una mentalidad más avanzada a la de su tiempo. La pintura negra de Goya, duelo a garrotazos, simboliza esta dualidad, Caín y Abel, refiriéndose igualmente a la historia de nuestro país. A este respecto, para esta patria que somos todos, propone la actitud y el pensar de Clara Campoamor: «materia que edifique y no destruya. / Una casa para vivir en el futuro. / Una casa para la templanza,» nos dirá en su poema Una casa para la templanza. También alude a esta apertura el verso de Vicente Aleixandre: Para todos escribo,en el poema 1977. Vicente Aleixandre recibe una respuesta, en el que reflexiona sobre la condición de la poesía como un lugar de encuentro con el otro , entablando un diálogo con los versos que cita de nuestro premio Nobel.
Evoca en el libro un modo de sentir y de vivir, apuesta por la libertad y la pasión; un interrogarse sobre la identidad y la actitud que adoptar ante el mundo, aunque se sitúe más en el «temblor de dudas» que en la certeza y prefiera lo pequeño y sencillo a las grandes verdades.
En su epílogo, nos encontramos con un joven que alcanza la madurez y se percata de lo que tiene de común con los otros, «Y verá que las brasas/ del dolor y la dicha/ que surcaban su sangre/ han dejado en los otros/ la misma quemadura. / Verá que no está solo.» Y su canto se desdobla, lo dice expresamente, ese desdoblamiento de la voz poética para hablar de los otros, de uno. No podemos olvidar que lo privado es también político, que lo personal depende de lo colectivo en gran medida.
Gente en busca de su bandera es un texto cuidado al milímetro, con esmero, en el que nada sobra, cuyos versos concisos -de ritmo endecasílabo- destellan furor, pasión, belleza, ética, sin querer que lo formal ofusque el significado, sin caer en los brillos del esteticismo -con elegante sobriedad-, bañándose en agua clara la voz del corazón y la conciencia, con las palabras exactas. Sus versos nos pueden parecer aforismos a veces; otras, fulguran sus imágenes. Doy por seguro que quienes se adentren en sus poemas se emocionarán, encontrarán sensibilidad y humanidad. Un buceo, tal vez, para intentar comprender la condición humana -así como la historia de nuestro país y del mundo- y no olvidar el camino escarpado que hemos recorrido hasta llegar aquí, no olvidar que todavía hay que llevar la bandera y continuar, saber ser libre, saber que toda revolución empieza en uno mismo, comprender que la identidad es una construcción cultural e histórica.
El poemario comienza con este poema que le da título y que su autor nos recita :
Leonard Matlovich ( Savannah, 1943- California 1988)
-I-
Cuando eres joven
guardas entre los puños
un agua escurridiza.
Una verdad apenas susurrada
arraiga entre tu pecho
como una madreselva sobre un muro.
Tus silencios aluden a un puñado de césped,
a lo tierno y lo esquivo.
Dentro de ti, la roca.
Dentro de ti, las ascuas:
la leche corrompida de un secreto.
Una corona de espinas en tu entraña,
aquello que aún no nombras
y por ello no existe.
Un amor, un amor
que en la intemperie sería combustible,
que al revelarse sería acantilado.
Vencejo antes que águila,
muchacho todavía,
cantas sin embargo a lo sombrío,
hasta que este miedo rompa su coraza,
la emoción o un relámpago derriben tanta cerca,
y el muchacho sea hombre
y ese amor se haga del consuelo.
-II-
Te atreviste a dar un paso al frente,
pero no estabas solo.
Hablabas tú,
pero olías a madera: rompías el silencio
soberbio y centenario de los álamos.
Tenías en tu pecho (¿lo sabías?)
un tesoro escondido:
el eco de los hombres que se amaron.
Los silenciados, quienes tuvieron miedo,
te entregaban su voz, te daban su coraje.
Venía de lejos, de muy lejos.
De hablar con los fantasmas.
De los bosques furtivos.
De la vida.
Este deseo, tan lleno de raíces,
¿ cómo si no era un jardín
más allá de las piedras?
No eras tú únicamente.
Traías
las espaldas cubiertas por la arena,
los brazos y las flores,
el espasmo, el recuerdo,
la plenitud, el hambre:
esta antigua memoria de la noche.
Como brota la savia en un árbol talado,
en ti se abría una fuente.
Hoy, los amantes,
en el golpe de fiebre de un abrazo,
oímos aún el agua y su murmullo.
Ya eres parte del eco.
UNA MUJER QUE MUESTRA SU VERDAD
Frances E. Farmer (Seattle, 1913 – Indianápolis, 1970)
Este corazón que llevas siempre a cuestas y del que no entiendes su amor tan combustible: permítele que invoque a sus deidades, permítele de nuevo el sacrilegio.
Aunque vendrá el rechazo si eres libre, si en la vida y su fiesta de disfraces
no te pones la máscara.
Alguien te advertirá seguramente: una mujer que muestra su verdad ha de ser destruida.
Los hombres de bien señalan con espanto tu belleza blasfema. Pero no quieres ser de la mentira y escupes tu metralla. Si has de nacer de nuevo, escoge esta piel sensible al mundo, este incendio constante: niega a Dios, niega a Hollywood, camina con el fuego.
Ya domarán los bastardos a la fiera, pero antes, como se limpia el barro quien viene de la lluvia, deja atrás la prudencia.
Todo un lujo este encuentro virtual con Amalia Iglesias Serna el próximo miércoles 23 de febrero a las 20.00 horas, será a través de Meet y nos hablará de su poética , trayectoria y poesía.
Amalia Iglesias Serna (Menaza, Aguilar de Campoo, Palencia, España ). Escritora y periodista. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Deusto (Bilbao). Ha dedicado las tres últimas décadas al periodismo escrito y la gestión cultural (El Correo Español, «Culturas» de Diario 16, ABC, Fundación Mapfre…). Trabajó durante diez años, entre 1987 y 1997, en el suplemento “Culturas”, de Diario 16. Durante quince años, desde su creación en 1996, y hasta su clausura en papel en 2011, fue jefa de Redacción de Revista de Libros. Desde 1999 a 2003 fue codirectora – junto con César Antonio Molina- de la revista La alegría de los náufragos. Desde 2011colabora en Revista de Occidente y desde 2018 escribe una columna semanal en El Norte de Castilla.
Entre sus libros de poemas destacan: Un lugar para el fuego (Rialp, 1985), premio Adonais en 1984; Memorial de Amauta (Endymion, 1988), premio Alonso de Ercilla del Gobierno Vasco en 1987; la plaquette Mar en sombra (Málaga, 1989); Dados y dudas (Pre-Textos, 1996), accésit del premio Jaime Gil de Biedma en 1995; Lázaro se sacude las ortigas (Abada, 2005), premio Villa de Madrid «Francisco de Quevedo» en 2006; Tótem espantapájaros (Abada Editores) y La sed del río (Reino de Cordelia), Premio de Poesía Ciudad de Salamanca 2016. Sus poemas han aparecido también en antologías como Las diosas blancas (Hiperión, 1985), Ellas tienen la palabra (Hiperión, 1997), Poetas de los ochenta (Mestral, 1988), Antología de la poesía española 1977-1995 (Castalia), Canción de canciones (Mario Muchnik), etc…
Un lugar para el fuego (Rialp, 1985).
Memorial de Amauta (Endymion, 1988).
Mar en sombra (Rafael Inglada. Plaquette, 1989).
Dados y dudas (Pre-Textos, 1996).
Antes de nada, después de todo (Universidad del País Vasco, 2003).
Intravenus. Con Lola Velasco. (Diputación Provincial de Huelva, 2003).
Lázaro se sacude las ortigas (Abada, 2005).
Poetas en blanco y negro (Antología) (2006).
Poemas sin más (Universidad de las Islas Baleares, 2007).
A poema abierto. Escribir en tiempos de pandemia. Universidad de Salamanca, 2020.
(Des) localizados. Textualidades en el espacio-tiempo. Universidad de Salamanca, 2021.
Preparó la edición de Algunos lugares de la pintura de María Zambrano. Es antóloga de Poetas en blanco y negro (Abada, 2006), una recopilación en la que se reúnen poemas de 230 poetas iberoamericanos que fueron publicándose previamente en la sección «Contemporáneos» del suplemento cultural de ABC durante varios años y de otras antologías como Sombras di-versas. Diecisiete poetas españolas actuales (1970-1991) (Vaso Roto, 2017), A poema abierto (Universidad de Salamanca, 2020).
De 1988 a 2022 se ha encargado de la redacción de textos de crítica literaria, columnas de opinión, entrevistas, ensayos, etc… en diversos medios: EL CORREO ESPAÑOL, ABC, DIARIO 16, ZURGAI, LETRAS LIBRES,TURIA, EL CUADERNO, LITERAL MAGAZINE, …
También de la edición y corrección de textos, catálogos, dossiers de prensa, escritura de prólogos de libros, etc… para distintos medios: EDITORIAL TURNER, ALIANZA EDITORIAL, PLANETA, FUNDACIÓN TELEFÓNICA, FUNDACIÓN MAPFRE, UNIVERSIDAD DE SALAMANCA, DIPUTACIÓN DE ÁVILA, FUNDACIÓN CULTURA Y SABERES, …
Participación en jurados literarios (PREMIO CERVANTES, PREMIO TORRENTE BALLESTER, PREMIO JOSÉ HIERRO, PREMIO RAFAEL ALBERTI, PREMIO LEONOR, PREMIO DE LA CRÍTICA, PREMIO BLAS DE OTERO, PREMIO GABRIEL CELAYA, PREMIO EDUARDO LOURENÇO…).
Presentación de libros, participación en mesas redondas y conferencias (CÍRCULO DE BELLAS ARTES, CASA DE AMÉRICA, UNIVERSIDAD COMPLUTENSE, UNIVERSIDAD CARLOS III, CASA ENCENDIDA, FUNDACIÓN MAPFRE, SGAE, FUNDACIÓN AUTOR, CASA DEL LECTOR, UNIVERSIDAD INTERNACIONAL MENÉNDEZ PELAYO, CURSOS DE VERANO DE EL ESCORIAL, UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO, RESIDENCIA DE ESTUDIANTES, INSTITUTO CERVANTES, BIBLIOTECA CASA DE LAS CONCHAS…).
En 2004 la Real Academia de Poesía de Córdoba le concedió la Medalla de Oro Don Luis de Góngora. En 2007 fue nombrada Presidenta Ejecutiva de la Comisión Nacional para la Conmemoración del Centenario de Machado en Soria. Es co-guionista, junto con la también poeta Julia Piera, del documental: Antonio Gamoneda: Escritura y alquimia (2009). En 2019 obtuvo la Beca a la Creación de la Fundación Castilla y León, para escribir el libro de poemas Leer da tiempo, que será publicado en los próximos meses por la editorial Abada.
ÍTACA NO EXISTE
Tres vueltas de llave y un olor a silencio,
la luz súbitamente estrangulada en el lecho sin fondo
y la humedad de quince o más otoños
y esta locura
y esta oscura gangrena de embriagada penumbra,
tres o cuatro macetas con esquejes de olvido
o esa vela gastada en noche de tormenta.
Las puertas columpian el llanto de sus goznes.
Hace ya tiempo que no hay golondrinas al borde del tejado.
Asciendo lentamente
aquella escalera de los sueños freudianos,
subo a los altares mínimos
de mi propia insuficiencia.
¡Cuánto ayer empozado,
cuánta breve mortaja,
cuánto leve recuerdo!
Sobre la cal de esta pared escribo un verso:
He regresado y nada me esperaba.
Quizá se vuelve como a la patria o al padre
con un algo de herida
y esa ansiedad de no reconocerse en los viejos espejos.
Quizá se vuelve tarde,
se vuelve ya sin tiempo.
Desde el suelo
una muñeca muerta me contempla,
—una muñeca serenamente muerta—
Me alejo
con la desagradable sensación de haber profanado una tumba.
Un lugar para el fuego ( 1985)
de Memorial de Amauta ( 1988)Memorial de Amauta ( 1988)
—
Palidez de los cuerpos.
No sabemos reunirnos.
Nos hemos ensayado torpemente
en ser canción y edén autodidacta.
Y alguna vez,
alguna vez, amor, nos hemos presentido
cercanos a la dicha de aprendernos.
—
Visto lápidas limpias.
Aprendo el difícil oficio
de apuntalar cenizas o inventariar quimeras.
Pero algunas veces
una magia anónima se instala entre mis manos.
—
A veces
libélulas amargas
cruzan en procesión entre las venas
y nos devuelven un destello de glope:
fugaz latido
de haber sido un instante
música
y magia
y piélago habitado
—
Pero tan sólo porque tú existes
el paisaje se repuebla de albatros
y mi soledad se llena de memoria,
acude cada vez a una cita imposible.
de Memorial de amauta
—
CUANDO QUISE LEER la caligrafía de las brasas,
Las palabras sin certezas hacían un ruido de celofán
entre los dedos, ya entonces alguna brecha abierta,
arrugas que no supe interpretar. Las manos de un
alfarero loco modelaban mi sombra y el orfebre puso
a secar mi corazón encima de la empalizada.
de Dados y dudas 1996
—
Amanece en el tren. Un rumor de raíles desata…
Amanece en el tren. Un rumor de raíles desata la cremallera de un paisaje. El cielo abre sus párpados, instante en que no sabes si acabas de partir o estás a punto de llegar. No sabes si el mundo huye de ti o eres tú velocidad de fuga entre sus fauces. Te abandonas al presagio de una selva lejana, esperas el placer de su espesura.
De «Dados y dudas» 1996
Cavar una fosa…
Cavar una fosa. Edificar una casa.
Sobre las ruinas de las ruinas, ahora y siempre por los siglod de los siglos, la vida siempre en obras.
Un basurero atesora la indiferente memoria de los días. Quién reciclará nuestros despojos, quién regalará fascículos con nuestra colección de instantes, qué teletipos darán noticia de la simulación de un sueño, quién archivará cuidadosamente nuestros nombres y hará el penúltimo inventario, en qué autopista o hiperespacio habitaremos.
Qué Internet hacia Dios por si lo escucha.
Entre derribo y derribo, cavar una casa, edificar una fosa.
De «Dados y dudas» 1996
—
Desasosiego de otoño
Tampoco tienen fecha las hojas de este otoño y acaso no es verdad que su mundo agonice. Ni queda amargura en sus grietas ni sus arrugas aguardan la soledad del invierno.
Es sólo levadura, madriguera, lazada de luz cuando reposa, cuando cierra los ojos para buscar los nombres de lo oscuro.
Pergaminos, venas izadas, nervios que han excavado la piel, los profundos ríos de montaña que se dibujan en tus manos.
No hay desembocadura en este instante detenido en la pared de un día, en los muros de una casa que no existe, el limbo del soñador y sus iconos.
Caminos superpuestos, desde el Austral al Ártico, sólo el imán del útero en letargo, el jirón de inquietud que te faltaba para soñarte sin gravedad.
De «Lázaro se sacude las ortigas» 2005
—
MARINA SIN MAR
Cae la tarde al vértigo del día inacabado.
He venido hasta el centro de la presa sin agua.
En el limo del fondo puedo escribir tu nombre
de Marina sin mar.
Nunca sabrán las olas
cómo baja la niebla por los pastizales
y se posa en la arcilla de la luz de anteayer
más despacio en sus grietas.
El viento juega con los posos del pasado
la dulce letanía de aquella tierrra intacta.
Por el rastro de la sangre…
los mismo brezos al borde del camino
recuerdan que mis brazos eran niños entonces.
Otra vez se hace tarde.
En las encrucijadas de corazón
huele a bosque mojado
para que nunca olvide mi cuna de madera
y tus manos perfumadas de orégano,
de arándano, de canela en flor.
Hoy camino contigo
por las linderas de Somonte
Todavía el viento desata tu pañuelo
antes de bajar a posarse en vuestras tumbas.
la sed del río (2016)
—
DECIR UNA GUERRA
No se oxidan las latas de conserva en los gabanes de los soldados muertos.
Alguien escondido en la despensa raciona el azúcar a los niños, sigue encendida la hoguera donde arden las cosas de la casa.
Apenas quedan pedazos memorables,
sus labios dicen palabras como estraperlo,
pólvora, racionamiento, maquis, milicianos.
Las trincheras casi intactas más arriba del monte, círculos de piedra sobre piedra, parecen restos de crómlech o improvisadas cabañas infantiles y más lejos un campo de regaliz, retamas, manzanillas y grandes serpientes plegadas como una bola,
uróboros deslizándose por las linderas.
Escondidos en la cueva, escucharon durante horas aullar al perro sobre una tumba. La figura del santo atravesaba los pastizales para cambiar de bando cada noche. En El Dueso un hombre con los dedos mutilados gritó su nombre para llevarlo a fusilar, pero los presos dijeron que ya no estaba.
Muchos años después quedaban leyendas de tesoros abandonados en la huida, polvorines enterrados en lugares secretos,
casas en ruinas, y campos de cultivo regados de metralla.
Alguien sembró patatas a oscuras en un rincón del huerto,
alguien las desenterró pocas horas después. A escondidas robaban el arroz a las gallinas. El pan era muy negro. Se alimentaba de cortezas de naranja. Cómo perdura el hambre en la memoria.
La sed del río
—
Tótem I
Entre tótem y autómata, una zozobra de marioneta, virutas de tiempo invisibles hilos de oro tiran de ti hacia los bosques sagrados de los druidas. Desde los serbales milenarios, el muérdago llega hasta tus brazos, se hace resina y ritual para ahuyentar a la muerte. Entre tótem y autómata la puerta propicia para cambiar de ángel, el gigante de Cerne Abbas tumbado en el campo de Dorset, las estatuas de Rapa Nui, vigilando la Isla de Pascua, los cuerpos silueteados al abrigo de las rocas, los monigotes de la infancia y la caverna, y los robots que aprenden a mirarte. Entre tótem y autómata el espantapájaros crucificado en la inmensidad del trigo, el que siempre te espera allí donde todo lo modela el viento y tus pasos de niña no se apagan, tu icono y escondite y madriguera.
TÓTEM XXII
La
arcilla
es contagiosa.
En vano ya
esconderse.
Nunca olvidas
que fuiste
un lugar
pasajero.
Puedes envolver tus brazos en todas las banderas
pero nadie va a traerte la tierra prometida. Creciste
en la generación de los signos
pero agitas un esqueleto sin
memoria, el gozne del grado
cero, la plenitud de la tábula
rasa, palabras encharcadas
como escombros. En tu orilla
arde una sed de raíces,
aletean las trizas, cuando nada
puede florecer en tu asombro
salvo el deseo que ya nunca
retrocede, la inquietud de
las musas más allá de tus
manos. Como Ulises aras la arena, dispones tu sementera de sal.