
La revista http://www.Ensentidofigurado.com me ha acompañado a lo largo de mi trayectoria literaria, desde aquellos años, quizá por el 2008, en los que participé activamente y de modo continuo en el Consejo Editorial, junto a estimables amigos como Emilia Oliva, Ángel González, Pepe Gutiérrez Llama, Judy o Pepe Hierro. Este mes cumple la revista su número 100. Todo un acontecimiento y una alegría. Conozco de primera mano el entusiasmo y amor con el que trabajan, como decía Juan Ramón Jiménez: «Amor y poesía, cada día». Estoy muy agradecida a este grupo de escritores y editores, a quienes es imposible no tenerles cariño, por invitarme a formar parte de la celebración.
Para quien quiera ver la revista, colmada de literatura y arte: poesía, entrevistas, microrrelatos, cuentos, reseñas literarias, ensayos, traducciones, poesía visual.
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- Mi poema «El Pino» del último poemario, «La pared del caracol»:
EL PINO
A veces cuando escribo
divaga mi mirada
entre encarnados tejados
y la ciudad extendida al fondo.
Destaca en el paisaje
la suma altivez de un pino.
Impera noble y sereno,
firme ante los avatares,
un hermoso árbol de navidad
que se eleva por encima de todo
y de todos,
que atiende solo al vuelo
y embellece la mirada de quien lo mira.
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- Mi reseña del poemario de Isabel Martín Salinas, «Me remito a las sombras»:
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- Mi reseña del poemario- interesante, genuino y peculiar- de Jorge Díaz Martínez, «Escribiendo mandalas»:
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«Escribiendo mandalas. Un álbum de vivencias y lecturas.
Jorge Díaz Martínez es doctor en Teoría de la Literatura y del Arte y Literatura Comparada por la Universidad de Granada, lector de español en universidades de Asia, África y Europa. Actualmente, profesor de enseñanza secundaria en Andalucía. Ha publicado los poemarios: Trasbordo. Poemas del metro de Barcelona (La Garúa, 2012), Almizcle y tabaco (Premio Arcipreste de Hita, Pre-Textos, 2005) y La piel de la memoria (Premio Vicente Núñez, Visor, 2004). Como crítico, ha seleccionado y prologado la antología Voces del nuevo siglo. Poesía española contemporánea (2014), traducido y publicado en Armenio, y ha sido uno de los antólogos de La vida por delante. Antología de jóvenes poetas andaluces (Ediciones en Huida, 2012).
La idea de Escribiendo mandalas le vino al autor en su estancia en China como lector de español, cuando leyó las investigaciones de C. G. Jung acerca de estos símbolos, el mandala o círculo. Entonces pensó en aplicar a la literatura cierta idea de mandala, que el dibujo se convirtiera en escritura, una escritura que aparece en la quietud, y decide plasmarla en versos dodecasílabos y en poemas de 144 sílabas con los que construir un glasperlenspiel, título de una novela de Hesse, Juego de abalorios, donde, como dice Eduardo Chivite en su reseña1, pretende un discurso lúdico e intelectual con el que reflejar la propia experiencia personal, en la que se incluye la lectora.
Acompañado de las hermosas ilustraciones de María Ortega Estepa, tenemos entre las manos un libro estético y cuidadosamente editado.
Con un estilo que parece directo, desnudo, depurado, en él asoman ocurrentes figuras literarias, saca brillo al lenguaje con ingenio, en poemas donde predomina la visualidad y reflexión. Su poesía se alza normalmente sobre referencias culturales, o bien anécdotas, y a menudo guardan un misterio, se llenan de sugerencias y se abren a la interpretación del lector. Y, a veces, guardan secretos, esconden claves que debe descubrir el lector. Su tono parece testimonial, una voz contenida que piensa lo que dice, por la que asoma una fina ironía o una dulce melancolía.
En cuanto a su contenido, adquieren un papel relevante sus cavilaciones sobre la lectura y el lenguaje, como bien nos indican los versos que inauguran el libro: Sobre el “Manual de estudios literarios/ de los siglos de oro, de Pedro Ruiz Pérez, / la ilustración de Velázquez/ muestra a un lector melancólico/ frente a un voluminoso tomo/ junto al que parece enano”. Con esta écfrasis y el simbolismo de la figura enana quiere reflejar nuestra pequeñez para poder abarcar todo el conocimiento de los libros. Frente al claroscuro barroco prefiere la vida, Tantas líneas/ le andan ya en los ojos/ como hormigas.
Retrata las noches ensimismado en la lectura, la imposibilidad de poder leer todo lo que valga la pena, un Alonso Quijano/inmerso en otras vidas: / la mirada clavada en un papel. En todo el libro se encuentra la contraposición de vida y literatura.
Resulta recurrente su negación del lenguaje como medio para encontrar la verdad: Dices que somos las palabras que dicen/ lo que somos/ y te contesto que nada/ verdadero puede ser dicho con ellas. No encuentra mayor verdad que la de los actos o la piel, sobre todo en el amor.Rechaza la afirmación de Ludwig Wittgenstein de que los límites del lenguaje son los límites del pensamiento. Contrasta el taoísmo con el racionalismo occidental en un diálogo amoroso. Arremete contra las palabras, a las que define como disfraces en este teatro de títeres humanos… yo anhelo/ una fiesta feliz de desnudados,/ que a eso hemos venido: / a quitarnos los vestidos. Califica el vocabulario como ruido, ruido abstracto y sin sentido, pero no todas las puertas/ están hechas de conceptos.
Menciona In memory of Sigmund Freud de Auden para cuestionarse la idea de identidad, siente extrañeza respecto a sí mismo: ¿Yo soy este palimpsesto/ o el blanco que había debajo? Y extrañeza respecto a sus decisiones, perdido y desorientado a veces, como nos indica en su poema Hacia el lago brumoso, entreviendo- ninguno de sus poemas está titulado -: Y nada, excepto este poema/ que me explique, realmente, / por qué he venido aquí. El hogar, si lo buscara, parece que se disuelve constantemente, aunque sienta como su familia a toda la sociedad.
No falta el homenaje a la creación y a la escritura en El dibujo se convirtió en escritura. Lamenta todos aquellos textos que se han perdido, aunque agradezca que el Arte permanezca.
Algunos poemas- normalmente los que usa la tercera persona del singular- hacen referencia a sus lecturas: Al final, te has decidido, habla del protagonista de la novela Juego de Abalorios de Herman Hesse. Era el poeta maldito, el artista raro alude a Luis de Góngora. Una casa en el bosque, cerca de un lago, recrea la casa de Carl G. Jung- autor que cita al inicio del poemario-. Ladrillos, memoria, expresa la impresión que le provocó la lectura de De profundis, su tristeza.
En este juego de abalorios hallamos un poema sobre el ajedrez, en este juego uno puede saber las reglas, pero resulta imposible conocer las reglas de la vida y nos sugiere consejos para vivir o tomar decisiones: medir las variantes, mantener la calma/ y saber cambiar. Aprende que resulta fundamental para el equilibrio personal, no tanto jugar muy bien, como saber perder.
El libro nos puede parecer un álbum de fotografías, o más bien, una cinta de vídeo que graba diferentes momentos, vividos o leídos: la feliz armonía nudista en Cabo de Gata, el desengaño en Barceloneta, la diferencia de culturas y costumbres con personas de otros países, las relaciones fugaces o perecederas,los amores malditos, y quién sabe, un poema- o amor- con final abierto.
Dentro de este baúl de recuerdos, una elegía de su juventud romántica, en la que menciona – no gratuitamente- a la generación beat, The road. Una época de trotamundos mochilero cuando solo necesitaba amor y unas monedas. Y siempre, acompañándolo en la vida, entre su sentir y su pensar, la escritura, una manera de pasar página y soltar. ¿Cuánto dolor se oculta/ debajo de unas letras?, se pregunta.
Un libro original que parece recoger con discreción y pudor una serie de vivencias, tal vez las más relevantes- incluidas las que le provocaron algunas lecturas- y reflexiones propias de un teórico de la literatura. Un especialista en literatura que advierte que no se puede vivir solo en el papel y decide salir, como Alonso Quijano, a experimentar los caminos de la vida; un occidental que mira a oriente; un escritor que, curiosamente, niega el lenguaje, o el sentido del lenguaje, y advierte de sus peligros. Una paradoja, como la vida misma.»
- Entrevista que le hicimos Ana Recio Mir y yo a la poeta y artista plástica Rosario F. Cartes: jugosa, interesante, enriquecedora, savia de conocimiento. Hablamos de Moguer, Juan Ramón Jiménez, la infancia, la poesía, su último libro «Rumor de sí», el lenguaje… La entrevista fue grabada y transcrita por Ana Recio Mir, una tarea hercúlea.
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- Y finalmente, la lectura de Rosario Muñoz sobre mi poemario «La pared del caracol». Ojo avizor el suyo, generoso y amable.
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«LA PARED DEL CARACOL de Ana Isabel Alvea Sánchez
El pasado 3 de junio festejamos el nacimiento del último libro publicado por Ana Isabel Alvea, “La pared del caracol”, premio “Angel Martínez Baigorri” 2020 del Ayuntamiento de Lodosa.
Ana Isabel Alvea Sánchez es licenciada en Derecho por la Universidad de Sevilla y en Teoría de la Literatura y Literatura comparada por la Universidad de Granada, Diplomada en Estudios Avanzados, Postgrado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la misma Universidad. Crítica literaria y profesora de talleres de poesía y de escritura creativa y Coordinadora de tertulias y encuentros literarios. Coantóloga de La vida por delante. Antología de Jóvenes poetas andaluces (2012). Este es su cuarto poemario, ha publicado previamente Interiores (2010), Hallarme yo en el mundo (2013) y Púrpura de Cristal (2017).
Os invito a adentrarnos en el territorio de su palabra poética, como el caracol escala pausado y lento el blanco roto de la pared, versos del poema que da título al libro, para mantener con Ana un diálogo íntimo y acercarnos a la verdad de su voz. Fiel a su estilo, la galería de poemas que componen este libro son en su mayoría breves, concisos, se podría decir de algunos que son sentencias, tal es la intensidad de su escritura, trenzada con palabras que silban como flechas y en su trayectoria nos devuelven la imagen, aunque ésta no sea siempre amable, de aquello que somos y sentimos. Poesía delicada, bella, plena de lirismo, despojada de toda superficialidad, que Ana cincela a la manera de un escultor hasta encontrar la palabra precisa, exacta y clara, para expresar y comunicar al lector aquello que nos quiere decir.
Los poemas se entretejen en tres partes diferenciadas: “El tiempo y su impronta”, “De maizales y muros” y “Turbinas”.
La primera parte, “El tiempo y su impronta”, versa sobre el paso del tiempo. Dice la autora: “Desde el alféizar del pensamiento/me asomo al espejo de las palabras/Miro extrañada el limo depositado en el tiempo”.
El mapa de la memoria por el que transita Ana no es la añoranza de un pasado idealizado, ni la recreación complaciente de paraísos perdidos, sino un horizonte desde donde encontrar indicios para reconocernos y hallarnos. Cito unos versos del poema Ilación:
De la urdimbre de mis pensamientos
como de un soto o boscaje trunco
te rescato PASADO
con trasmallos de pesca
como una barca arrastrada a tierra
para convertirse en palabra imagen
y anudar mi presente
y comprender su cauce
Paisaje que es rugoso y agreste, pues hay dolor y remembranza herida en sus versos. A propósito de los recuerdos: “y a tus ojos escuece conocer la verdad de su cerco”, vivencias que persisten grabadas en la memoria “sin modo de soldarse”. Recuerdos que, como los vestigios de una iglesia gótica, permanecen para siempre en nosotros. Y hay también emoción a flor de piel en su escritura, como en el poema titulado Marea Negra, donde la imagen tierna y conmovedora de una anciana mientras la poeta pasea por la playa, le evoca el recuerdo de la madre ausente.
El paso del tiempo, el reloj biológico imparable al que todos estamos sujetos, es para la autora remanso de sabiduría y sosiego, nos dice la poeta que con los años “separas el grano de la paja con soltura”, y “logran que tu mirada desobedezca más alto”.
En “De maizales y muros” nos encontramos con los versos más oscuros del poemario. La realidad sombría, devastadora de sueños y anhelos se impone frente al deseo: “todos estos sueños que no terminan/ de cumplirse/ a los que buscamos sin descanso aproximarnos”. Aunque para la poeta lo importante es tener siempre aspiraciones, sueños, creer en utopías, pese a que éstos no se logren y en este sentido alude a que nuestros deseos son como “glaciares que profesan eternidad/y no se funden con las inclemencias”.
Por otra parte, en esta sección abundan los poemas de temática social, enraizados en el difícil tiempo que nos ha tocado vivir, versos que son testimonio de la cruda realidad que padecemos, materializado en poemas, como el titulado Crisis económica: “Y llega el sobresalto/broca que punza/castiga, agria la vendimia/vacía los henares”. Poesía que dispara a la diana de nuestra conciencia y se convierte en denuncia de nuestra indiferencia e inacción frente a las desigualdades e injusticias, nos dice Ana en el poema Jaula “vivimos extáticos en la jaula/mientras el dinero nos fosforece/ y supura.”
En la tercera parte, llamada “Turbinas”, la poesía de Ana se hace luminosa, vital y esperanzadora, “dejar que la vida se desborde/intensa/y nos asalte”. Es aquí donde aparece el poema La pared del caracol, tal vez una metáfora de la propia existencia, del camino que recorremos en la vida, de la página en blanco sobre la que se va escribiendo nuestra historia, no exenta de turbulencias y sobresaltos y de la coraza que construimos para protegernos.
En este capítulo la pulsión de vida y la fuerza del yo generadoras de dinamismo y actividad se imponen, cito unos versos del poema “La mañana”: “La piel impermeable/a las goteras de la vida/indemne/a las torpezas del tiempo/ y salir a la calle a estrenar la jornada y sus afanes como en el primer día/con una canción en los labios/imbatible a cualquier desaliento.”
Ana canta la belleza de la naturaleza (los campos de espliego, un pino, las olas del mar, las caléndulas…) y la magia del instante vivido. La escritura es reveladora y forma de estar en el mundo. Versos que se suceden optimistas y positivos, como el del vuelo armónico y acompasado de una bandada de pájaros, metáfora de la construcción esperanzadora de un futuro mejor gracias a la cooperación conjunta.
Poesía con mayúscula, reflexiva, elegante, emotiva y cálida. Versos que laten al ritmo de la vida y que nos sacuden por dentro. Poesía iluminadora y acogedora, que merece ser saboreada despacio para deleitarse y gozar de la hermosura de sus palabras y de la verdad generosa de sus versos.
Rosario Muñoz»