Culminamos este segundo ciclo de encuentros con una interesante figura, como es la de Vicente Tortajada (1952-2003) , buen escritor y exquisito poeta, fue también traductor y asesor literario de la editorial Renacimiento. Entre sus obras de poesía encontramos: Sílaba moral (1983)- Premio de Poesía Luis Cernuda-, La respuesta inelegante (1986), Pabellones (1990) y una traducción de Los sonetos de Crimea del polaco A. Mickiwewicz (1984). Esplendor (1994) fue su último poemario . En 1999 publicó la novela Flor de cananas y en 2002 Azahar y Vitriolo, una selección de textos publicados en periódicos y en revistas entre 1996 y 2001. Posteriormente la editorial Metropolitana editó la primera antología poética , Esplendor. Antología poética (2009).
La tertulia será el próximo jueves 13 de junio a las 19.30 horas, en la Casa del Libro, C/Velázquez n.8, Sevilla. Tendremos la enorme suerte de estar acompañados por dos poetas de calidad: su hermano Jesús Tortajada y su amigo José Julio Cabanillas. Como viene siendo costumbre, la librería nos invita a una copa de manzanilla por gentileza del Grupo de Bodegas de José Estévez.
La poesía de Vicente Tortajada suele incardinarse dentro de la Poesía de la Experiencia- en su veta más reflexiva que narrativa-; pero ya Abelardo Linares aducía que se salía de tales contornos para adentrarse en un mayor irracionalismo. Efectivamente, parece que la escritura de Vicente bebe de diversas fuentes: el simbolismo que podemos hallar en las descripciones de sus poemas -como en el poema Contempla las paredes-; el uso de imágenes y metáforas genuinas e insólitas que reflejan un mundo moderno con sus maquinarias, tal como se hacía en las vanguardias- su poema Una cruda luz nos puede recordar el Ultraísmo-; la red de referencias culturales con las que cubre sus versos, un tejido intertextual -como hacían, mayormente, los Novísimos-, ya sea con la música, la pintura, la tradición literaria ; cierta ironía que subyace debajo del vitalismo, de la melancolía y del dolor que contiene este libro. Una mirada que resalta la ironía de la vida, su paradoja.
La ciudad, la noche, los amaneceres, el hospital, la palabra, la cultura, la música, el muelle, lugares decadentes… van tomando significado en sus versos para hacernos mirar la existencia, su belleza, el paso del tiempo, la muerte, desde la perspectiva de quien se enfrenta a una grave enfermedad y siente la cercanía de la muerte. ¿Y dónde está el heno removido,/ las mieses de qué campo?» Paisajes que divisa desde la ventana de su habitación o desde la ventana de la memoria para quedarse con la luz donde la muerte/ descansa transparente en las higueras.
Concibe la vida como un espectáculo que nos hace olvidar la muerte y de este modo poder vivir su esplendor, tal como nos dice en su poema Era de acuario. El tiempo trae sus cambios , pero en el verso se pregunta… ¿Qué nos espera/ aún? ¿qué cambios a esta vida mía? Son muchas las metáforas con las que quiere retratar la fugacidad de la vida : polvo/ de palabras/ que flotan en el humo de la calle; la vida es como un suelo de aguanieve/ que se va deshaciendo entre las notas. Y me hace pensar si la bandera que ondea hasta el final no será la propia literatura, la palabra, la poesía. Una poesía como exquisito lenguaje, otra forma de decir que cause asombro , un modo de ir detrás de su vida. Hablaremos con más profundidad el próximo jueves de este libro, que a mí personalmente me ha encandilado. El foro es abierto y estáis invitados.
Os dejo algunos poemas para degustar la poesía de Vicente Tortajada , un autor que merece estar muy presente :
PAREDES, LABERINTOS
Un paso en la noche. Paredes, laberintos
entre esquinas mojadas,
los cristales mellados- cristaleras de pisos-
y el suelo que la arena comienza a suavizar.
El olor de ceniza de las copas de cisco
impregna los mechones que asoman en la nuca
– o el vertedero en llamas, su olor dulce y podrido.
…Rompe la oscuridad una hoguera lejana.
Al sur
– el resplandor vivísimo,
arcoiris de grasa entre los barcos-
de algún pájaro grande, muy alto va el silbido
como fuego de estrellas,
va marcando los pechos con alambres de espino.
Los muchachos- compás de sangre entre los labios-
se abrazan o se besan, o es un sudor muy frío
al grito de los muelles.
Por un vago temor, el carmín desvaído
y un mínimo jadeo. Risas. Vino
para el amor que ahuyenta
el veneno del aire, la noche,
la muerte sin razón. Altísimos silbidos.
AL SONETO Nº XXVII DE D, JUAN DE ARGUIJO, LLAMADO LA TEMPESTAD Y LA CALMA
Yo vi del rojo sol la luz serena
turbarse, y que en un punto desparece
su alegre faz, y en torno se oscurece
el cielo con tiniebla de horror llena.
El austro proceloso airado suena,
crece su furia, y la tormenta crece.
Y en los hombros de Atlante se estremece
el alto olimpo y con espanto truena;
mas luego vi romperse el negro velo
deshecho en agua, y á su luz primera
restituirse alegre el claro día.
Y de nuevo esplendor ornado el cielo
miré, y dije: ¿ Quién sabe si le espera
igual mudanza á la fortuna mía?
Glosa:
Vemos irse la tarde tan serena
y que, pronto, la luz desaparece
de las calles. La casa que oscurece…
La lluvia que de gris todo lo llena.
Un temblor en tus labios cuando suena
el aire. Silban, vuelan mirlos. Crece
la tormenta, y el trueno te estremece:
pareces tan pequeña cuando truena…
Pero , pronto se rompe el turbio velo
de las gotas, y tú eres la primera
en descubrir que empieza a abrir el día.
Otra vez sol. Me dices, viendo el cielo:
-Ya cambia… Como tú. ¿Qué nos espera
aún?¿ qué cambios a esta vida mía?
LUZ SUAVE
Crujen fríos helechos entre las zambullidas…
como una estrella muerta y nítida,
como un espino inmenso
que flota sobre el agua,
el alma.
La palabra líquida.
EL vivero de la melancolía
deshace entre gritos el sueño.
Una miel negra enmarca
la puerta que resguarda la turbina;
y el motor que funciona con deseos
comienza a dilatar las pupilas del día.