Encuentro con Gregorio Dávila de Tena y su poemario «Un hombre que no conoce Nueva York»: 15 de noviembre a las 19.00 horas.

Nos quedaron temas pendientes en la anterior presentación de este poemario, Un hombre que no conoce Nueva York, y nos viene muy bien volver a reunirnos el próximo martes 15 de noviembre a las 19.00 horas en la Casa del Libro de Viapol . Entrada libre.

Quienes conocemos a Gregorio Dávila de Tena sabemos de su excelente trayectoria literaria, avalada por los premios concedidos: Alma de renacuajo, Premio de Poesía García de la Huerta 2017; Hebra de luzEjercicios sobre el Cántico, Premio de Poesía Pepa Cantarero 2018; Diputación de Jaén; Madre del agua. Por las huellas del Tao, XXII Premio de Poesía Eladio Cabañero 2019; Un temblor en las encinas. Biografía de una mirada, premiado en el I Memorial Ana del Valle, poesía, 2021;  y con Un hombre que no conoce Nueva York ha obtenido el VIII Premio de Poesía Juana Castro.

Acta del Jurado (09/11/2021) respecto de este poemario:
El jurado ha destacado que el poemario “entrelaza lo conocido con el salto al más allá, y hace poesía y música de la naturaleza como de la propia biografía”. En el acta queda reflejado que la obra ganadora “evoca desde lo uno lo diverso y desde el yo la tradición poética universal, en una particular ensoñación que de la imagen de Nueva York nos transmitieron maestras y maestros. Poetas que van desde Federico García Lorca, José Hierro o Juan Ramón Jiménez hasta Neruda, Gamoneda, Li Po, Gloria Fuertes, Alejandra Pizarnik o la cantante Chavela Vargas. Es una creación hecha vida y recuerdo a la vez que poesía, carne y palabra”.

Juana Castro en la entrega del Premio (20/05/2022):
«El libro se compone de poemas extensos, tendidos, para rememorar una ciudad, Nueva York, sin haberla visitado. Un hombre que no conoce Nueva York es el sujeto poemático que escribe a la vez desde el yo y desde la tradición poética […] La evocación de Li Po, el gran poeta chino del siglo VIII, viene a ensanchar la herencia poética recibida, a la que podemos emular para cantar o acercarnos a esa mítica Nueva York.
Poesía torrencial, musical, de un autor que desde su madurez no deja de escribir ni de recibir premios […] Sorprende por su amplio conocimiento de la mejor poesía en lengua española citando o rememorando a poetas como el cordobés José Manuel Martín Portales, Julia Otxoa o Chantal Maillard, que son devociones que yo comparto. Sólo así, yendo a las mejores fuentes y trabajando se puede conseguir lo que el jurado dijo del libro de Gregorio Dávila: ‘es una creación hecha vida y recuerdo a la vez que poesía, carne y palabra’”.

Sara Castelar en el Prólogo:
«Un hombre que no conoce Nueva York es la forma poética en que Gregorio Dávila construye su ámbito para la identidad en un entorno que se mezcla entre la memoria, el mito, la urbanidad y el tiempo. Estamos frente a un libro escrito bajo la influencia de grandes textos que se hicieron eternos y que versan sobre una ciudad que representa todos los extremos emocionales posibles y que con el tiempo se ha convertido para la poesía y la literatura en un referente ineludible […]
El esfuerzo de honestidad que el poeta desarrolla es brutal, existe una necesidad de comunicación que rebase las fronteras de lo conocido y crear nuevos contextos en los que la amplitud del pensamiento poético tenga cabida, para ello recorre el laberinto de su propia obra, de su propia vida, y le da una vuelta de tuerca […]
Un hombre que no conoce Nueva York es un poemario en donde sucede lo bello y lo terrible, como diría Rilke, extremos necesarios para comprender la elección del contexto en el que Gregorio Dávila lo ubica, creando una conexión ciudad-naturaleza que propicia para la creación un espacio de redención».

Un hombre que no conoce Nueva York se inicia con tres citas, correspondientes a tres poemarios emblemáticos: Poeta en nueva York, de Federico García Lorca, Cuaderno de Nueva York, de José Hierro y Diario de un poeta recién casado de Juan Ramón Jiménez. Sus ecos atraviesan los poemas, sobre todo percibimos la estela de José Hierro, sin dejar de ser este libro genuino y personal. Los lectores podrán apreciar grandes cambios en él, tanto de forma como de contenido, que ya comentaremos en el encuentro. Como dice Sara Castelar en su prólogo, en este libro sucede lo bello y lo terrible; lo cual supone un giro en los temas propios del autor, por lo general contenido y luminoso. No obstante, aquí podemos percibir la herida, el dolor, la crisis de toda existencia, el desaliento, aunque prevalezca la luz al pesimismo. Encontramos diferentes planos: la vivencia personal; la dimensión existencial, la búsqueda de sentido por un individuo, y más cuando sufre; un plano metaliterario, como el conocimiento que adquirimos por la lectura -se viaja de los versos de otros autores a las vivencias del propio autor-, el lenguaje, la escritura y la poesía como fuente de conocimiento y de consuelo, «amado sea el lenguaje que nos consuela», la identidad de quien escribe y la condición de extranjero o sensación de extrañeza del escritor. No se desatiende tampoco lo colectivo y social, también presentes. Saber estar en el mundo, el amor, el dolor, el pasado, la memoria, la escritura, la pandemia o el paso del tiempo son algunos de los temas tratados . Entablaremos un diálogo con Gregorio, que seguro resultará interesante.

EL PADRE DE LA NIEBLA

Nos estiramos como los cedros del Líbano

amanecemos con la energía del búfalo

para cepillar las crines a los caballos

y bendecir las ubres de las cabras.

Quizás algún animal cultive el poema.

Una mujer se marcha de la aldea

la vecina que amaba la lluvia-

y el cántaro se llena de orfandad

la fuente de abandono.

Recuerdo a Faria,

hay un hombre que se aparta del mundo

-no lo notan en el camino-

un hombre que duerme en la piedra

donde chirrían las cigarras,

un hombre que parte el pan al anochecer

y lo reconocen.

Me siento en el claro de nuestro bosque.

He llegado hasta el margen de mi piel

donde termina y empieza el mundo.

Hay un animal en mí, una mujer y un hombre

y todo se funde hacia dentro.

Aprendo la dirección en el vuelo de los pájaros.

Acaricio las letras como un niño que aprende a leer.

Quiero distinguir el

sentido.

Recuerdas a tu padre ahora que ya no está.

Tu padre que te llevaba de la mano

al parque y al bar de la Codorniz.

Su mano grande y segura, su paso firme

y decidido.

Mi padre saludaba amablemente a todos.

Su cordialidad se expandía

como los rayos de la aurora, mi padre sol.

Él me llevaba en la furgoneta al pueblo vecino

-no más de diez kilómetros-

y aquello me parecía una eternidad de gozo

(¿Por qué lloras, de alegría o de nostalgia?)

Al atardecer ella regaba los tulipanes

y el limonero con música de Aute

(que el pensamiento no puede tomar asiento).

Yo leía a Rojas

(Oh voz, única voz) y tomaba nota de algún verso.

Asomaba la media luna por el cielo

y los vencejos trinaban parábolas.

No estaba lejos la felicidad , no,

relucía en las tejas

y en las gotas de agua regadas.

Recuperas al animal

y a la lluvia y al camino y al bosque

la mujer y el agua que se derrama,

todo se funde en el adentro

y mi padre regresa de la niebla.

TEMBLOR

No busco tener una lengua propia 

sino el balbuceo callado del arroyo 

el lamento del aire por las grutas de Duino 

o el eco de un oboe donde muere la noche.

Que en mi verso resuene el temblor de un naranjo 

al nevar en la acera, la llovizna en la tumba 

                             donde se hizo mármol 

                             mi padre 

o el clamor olvidado de las lágrimas.

Quizás el susurro de Yepes. ¿No oyes 

las ondas del guijarro en la fuente de plata? 

¿La brisa en la cabeza desnuda de Li Po 

o el pájaro en la jaula de Pizarnik?

No busco una lengua propia, busco el vacío en el cántaro 

y el eco de Valente, el agua estremecida por el Tíbet 

o el silencio 

en la piedra.

Busco un temblor de alegría en mis manos 

el temblor 

y la voz de los cerezos.

MANDARINAS

«También es amor

este pañuelo sucio de las lágrimas»

JOSÉ MANUEL MARTÍN PORTALES

Y también es amor

este perro sin dueño que olfatea tus huellas

loa zarpazos del gato a las moscas del huerto

tu madre que relee los poemas que escribes

(y que no entiende).

Es amor, sí, la golondrina

que crea su nido del barro

la pareja de yonquis en el umbral del río

el mendigo ilustrado escuchando la noche

la canción que susurra la abuela con Alzheimer.

Y también es amor

el olor de las mandarinas en tus manos

que ofreces de merienda cada tarde

quien lo probó lo sabe.

Encuentro con José Julio Cabanillas. Vigilia (Antología poética)

portada vigilia

 

Mañana miércoles, 11 de diciembre a las 19.00h, tendremos el encuentro con José Julio Cabanillas en la Casa del Libro, sita en C/ Velázquez nº 8. Estáis invitados como siempre. La librería nos invitará a una copa de manzanilla por gentileza del Grupo de Bodegas de José Estévez y , como es habitual, Isabel Martín Salinas terminará el acto cantando uno de los poemas del autor invitado.

En esta ocasión el libro elegido ha sido su antología poética Vigilia, prologado por Juan Carlos Abril, una suerte poder leer a ambos.

Nuestro autor publicó por primera vez con 32 años, Las canciones de alba, libro que presentaba ya una madurez y estilo propio, y que tuvo muy buena acogida. En esta antología se incluye, además del ya mencionado, los siguientes poemarios: Palabras de demora, En lugar del mundo, Los que devuelve el mar, Cuatro estaciones, Después de la noticia y termina con algunos poemas de un libro inédito.

En palabras del profesor Enrique Nogueras: Con palabras de demora, José Julio Cabanillas alcanza una plenitud creativa, una hondura lírica y un rigor intelectual que ya no le abandonarán y que estarán presentes en el resto de su obra, una obra caracterizada además por la sobriedad y la honradez de estilo y maneras.

Juan Carlos destaca en el prólogo su intensidad lírica , su precisión expresiva, su reflexión y evocación constante al pasado desde el presente, cantando siempre lo que se pierde (nada sabemos que no esté perdido), la influencia de Antonio Machado, su veta espiritual, el uso del monólogo dramático para ponerse en la piel de Teresa Martín, de María Magdalena o para personificar un viejo puente.

Sensibilidad, delicadeza, estética, emoción, hondura, nostalgia , simbolismo,  referencias bíblicas ( mayormente en Los que devuelve el mar en el que recrea escenas evangélicas),  con la mirada siempre puesta en la infancia,  su paraíso perdido, el retrato de la familia, de la casa y del pueblo de aquel entonces: su padre, su abuela, su madre o sus hermanas. En su poemario En lugar del mundo, ese lugar del mundo al que siente que pertenece lo llama Benzelá , de tierra reseca y sol, de olivares, de casas blancas y fríos zaguanes.

Es usual que en sus poemas realice un desdoblamiento en el personaje y saltos en el tiempo: el niño que describe es el adulto que escribe, su padre puede convertirse en él mismo: así en el poema Don Diego López, 6.

Para José Julio la poesía obra el portento de recoger aquel reducto íntimo que cada uno es. Su poesía es un modo de eternizar todo lo que el tiempo, y la muerte, le han arrebatado.

 

LEYENDA DE UNA MIRADA

-I-

De todo cuanto existe y de su gloria

en feudos del olvido;

aquel jardín alegre,

la canción entreoída y la alborada,

las rosas bienvenidas, los relojes blasfemos.

el trajinar en pasos de la muerte.

Cuanto existe y su gloria:

el rumor de las fuentes, el murmullo

del aire, los amores del bosque.

Todo lo había perdido.

Y el rescate estaba en tu mirada.

 

-II-

 

El tesoro cumplido se oculta en tu mirada.

Me quedan restos, tules, monedas,

los frutos fugitivos de la higuera,

las acacias que abriste con tu pecho.

Tengo algún nombre tuyo que aprendí con la noche:

lucero de soledad en tu mirada hermosa,

perfume de mis noches,

canción de mis días antiguos,

ola que siempre llegas,

llegas, y me estremeces.

 

DON DIEGO LÓPEZ,6

 

La calle honda de los cinco años.

A lo lejos, apenas una mancha,

llegan atareadas, parsimoniosas recuas.

El sol, las casas blancas,

fresco zaguán, luz tierna.

A mi lado, conmigo, uno a quien no conozco

atónito me dice: Qué hermosura de sol.

( Y sus palabras llegan de muy lejos:

de un vendaval, de soles, de otros soles,

del que yo habré de ser, de mí, del que ahora soy.)

Qué ancha la calle… Niño, dime

adónde fueron a parar los años.

 

TIERRA DE NADIE

 

Cuando oigas cruzar los ánsares

camino del verano.

Si una estrella fugaz rasga el poniente.

Cuando tu luz se apaga y quien amas se aleja

y la noche tirita.

Si al volver una esquina esperas otra tierra

de bosques increíbles…

 

Es la tierra de nadie, quédate.

Habrás sido la vara de fresno de un conjuro,

un anillo de oro caído de tus cuentos.

Aquel niño de aire que a tus ojos se asoma todavía.

 

CON EL VIENTO

Quién podrá con el viento y este sol.

Quién le dirá a las hojas en su rama:

nunca más sonaréis.

No hay más viento en la tierra.

O quién de un manotazo

derribará este sol del horizonte.

Oigo una algarabía de vencejos

que casi a ras de suelo, amaneciendo,

discuten entre sí, me cuentan su versión de los hechos

para que tome nota hoy del atestado:

«Mire usted aquella nube toda sangre.

Es que el sol va a nacer. De nuestra parte dígale

que derrame una gota en nuestras alas

allá en esa región, en un hito de luz

que usted llamará olvido y es vida y nunca acaba».

José Julio Cabanillas

 

JOSÉ JULIO CABANILLAS (Granada, 1958) ha publicado los siguientes poemarios: Las canciones del alba (Renacimiento, 1990), Palabras de demora (Renacimiento, 1994; 2ª edición corregida y aumentada, 2009), En lugar del mundo (1998), Los que devuelve el mar (2005), Cuatro estaciones (2008) y Después de la noticia (2011) y Poemas descalzos (2016). También ha publicado una novela, Benzelá (1998), y un libro de poemas en prosa, La luna y el sol (2006). Ha traducido a Gerard Manley Hopkins en su libro Poemas (Renacimiento, 2003). Y ha coordinado la traducción de G. K. Chesterton, en Lepanto y otros poemas (Renacimiento, 2003).Co-director de la revista literaria Albatros.

 

13 de junio: Vicente Tortajada y su libro «Esplendor»

Esplendor

Culminamos este segundo ciclo de encuentros con  una interesante figura, como es la de Vicente Tortajada (1952-2003) ,  buen escritor y exquisito poeta, fue también  traductor y asesor literario de la editorial Renacimiento. Entre sus obras de poesía encontramos: Sílaba moral (1983)- Premio de Poesía Luis Cernuda-, La respuesta inelegante (1986), Pabellones (1990) y una traducción de Los sonetos de Crimea del polaco A. Mickiwewicz (1984). Esplendor (1994) fue su último poemario  . En 1999 publicó la novela Flor de cananas  y en 2002  Azahar y Vitriolo, una selección de textos publicados en periódicos y en revistas entre 1996 y 2001. Posteriormente la editorial Metropolitana editó la primera antología poética , Esplendor. Antología poética (2009).

La tertulia será el próximo jueves 13 de junio a las 19.30 horas, en la Casa del Libro, C/Velázquez n.8, Sevilla. Tendremos la enorme suerte de estar acompañados por dos poetas de calidad: su hermano Jesús Tortajada y su amigo José Julio Cabanillas. Como viene siendo costumbre, la librería nos invita a una copa de manzanilla por gentileza del Grupo de Bodegas de José Estévez.

La poesía de Vicente Tortajada suele incardinarse dentro de la Poesía de la Experiencia- en su veta más reflexiva que narrativa-; pero ya Abelardo Linares aducía que se salía de tales contornos para adentrarse en un mayor irracionalismo. Efectivamente, parece que la escritura de Vicente bebe de diversas fuentes: el simbolismo que podemos hallar en las descripciones de sus poemas -como en el poema Contempla las paredes-; el uso de imágenes y metáforas genuinas e insólitas que reflejan un mundo moderno con sus maquinarias, tal como se hacía en las vanguardias-  su poema Una cruda luz nos puede recordar el Ultraísmo-; la red de referencias culturales con las que cubre sus versos, un tejido intertextual -como hacían, mayormente, los Novísimos-, ya sea con la música, la pintura, la tradición literaria ; cierta ironía que subyace debajo del vitalismo, de la melancolía y del dolor que contiene este libro. Una mirada que resalta la ironía de la vida, su paradoja.

La ciudad, la noche, los amaneceres, el hospital, la palabra, la cultura, la música,  el muelle, lugares decadentes… van tomando significado en sus versos para hacernos mirar la existencia, su belleza, el paso del tiempo, la muerte, desde la perspectiva de quien se enfrenta a una grave enfermedad y siente la cercanía de la muerte. ¿Y dónde está el heno removido,/ las mieses de qué campo?»  Paisajes que divisa desde la ventana de su habitación o desde la ventana de la memoria para quedarse con la luz donde la muerte/ descansa transparente en las higueras.

Concibe la vida como un espectáculo que nos hace olvidar la muerte y de este modo poder vivir su esplendor, tal como nos dice en su poema Era de acuario. El tiempo trae sus cambios , pero en el verso se pregunta… ¿Qué nos espera/ aún? ¿qué cambios a esta vida mía? Son muchas las metáforas con las que quiere retratar la fugacidad de la vida : polvo/ de palabras/ que flotan en el humo de la calle; la vida es como un suelo de aguanieve/ que se va deshaciendo entre las notas. Y me hace pensar si la bandera que ondea hasta el final no será la propia literatura, la palabra, la poesía. Una poesía como exquisito lenguaje, otra forma de decir que cause asombro , un modo de ir detrás de su vida. Hablaremos con más profundidad el próximo jueves de este libro, que a mí personalmente me ha encandilado. El foro es abierto y estáis invitados.

Os dejo algunos poemas para degustar la poesía de Vicente Tortajada , un autor que merece estar muy presente :

 

PAREDES, LABERINTOS

Un paso en la noche. Paredes, laberintos

entre esquinas mojadas,

los cristales mellados- cristaleras de pisos-

y el suelo que la arena comienza a suavizar.

El olor de ceniza de las copas de cisco

impregna los mechones que asoman en la nuca

– o el vertedero en llamas, su olor dulce y podrido.

…Rompe la oscuridad una hoguera lejana.

Al sur

– el resplandor vivísimo,

arcoiris de grasa entre los barcos-

de algún pájaro grande, muy alto va el silbido

como fuego de estrellas,

va marcando los pechos con alambres de espino.

Los muchachos- compás de sangre entre los labios-

se abrazan o se besan, o es un sudor muy frío

al grito de los muelles.

Por un vago temor, el carmín desvaído

y un mínimo jadeo. Risas. Vino

para el amor que ahuyenta

el veneno del aire, la noche,

la muerte sin razón. Altísimos silbidos.

 

AL SONETO Nº  XXVII DE D, JUAN DE ARGUIJO, LLAMADO LA TEMPESTAD Y LA CALMA

Yo vi del rojo sol la luz serena

turbarse, y que en un punto desparece

su alegre faz, y en torno se oscurece

el cielo con tiniebla de horror llena.

El austro proceloso airado suena,

crece su furia, y la tormenta crece.

Y en los hombros de Atlante se estremece

el alto olimpo y con espanto truena;

mas luego vi romperse el negro velo

deshecho en agua, y á su luz primera

restituirse alegre el claro día.

Y de nuevo esplendor ornado el cielo

miré, y dije: ¿ Quién sabe si le espera

igual mudanza á la fortuna mía?

 

Glosa:

 

Vemos irse la tarde tan serena

y que, pronto, la luz desaparece

de las calles. La casa que oscurece…

La lluvia que de gris todo lo llena.

Un temblor en tus labios cuando suena

el aire. Silban, vuelan mirlos. Crece

la tormenta, y el trueno te estremece:

pareces tan pequeña cuando truena…

Pero , pronto se rompe el turbio velo

de las gotas, y tú eres la primera

en descubrir que empieza a abrir el día.

Otra vez sol. Me dices, viendo el cielo:

-Ya cambia… Como tú. ¿Qué nos espera

aún?¿ qué cambios a esta vida mía?

 

LUZ SUAVE

 

Crujen fríos helechos entre las zambullidas…

como una estrella muerta y nítida,

como un espino inmenso

que flota sobre el agua,

el alma.

La palabra líquida.

EL vivero de la melancolía

deshace entre gritos el sueño.

Una miel negra enmarca

la puerta que resguarda la turbina;

y el motor que funciona con deseos

comienza a dilatar las pupilas del día.

Vicente Tortajada

 

 

Encuentro con Víctor Jiménez y su libro «La mesa italiana»

El jueves 26 de abril a las 19.30 horas estará en el club de lectura «Versos y vinos» , de la Casa del Libro de Sevilla sito en Calle Velázquez nº 8, el poeta Víctor Jiménez con su poemario editado por Renacimiento «La mesa italiana». Al inicio del libro nos indica: Una mesa italiana es, en teatro y por extensión en cine y televisión, una lectura conjunta con todo el reparto de un guion. Prologado con certero acierto por Juan Lamillar,  su prólogo nos revela las entrañas del texto. Víctor Jiménez hace un nostálgico viaje por el cine – todos los poemas llevan títulos de películas conocidas- por las lecturas y las vivencias, como un pasajero del tren de la vida, que recorre los paisajes que conforman su memoria.

NIEBLA EN EL PASADO

Será por este frío y que ando solo

por la calle esta tarde del invierno

en que apenas se ven los edificios

y las sombras que cruzan en silencio;

será por tanta soledad tan fría

y tanta pérdida en los ojos secos,

por lo que ahora veo cómo viene,

con sus padres y hermanos, a mi encuentro,

un niño, un niño que conozco, un niño

que ,de repente, llega de otro tiempo

de ilusiones y luz en la mirada

subiendo el puente que le acerca al cielo.

Y mira y pasa entre la niebla y va,

en esa tarde mágica de enero,

en busca de Tres Magos que le traen,

desde Oriente, regalos, caramelos…

Mas vuelve el frío y sigo solo y sigue

el niño aquel perdiéndose a lo lejos.

 

UN PASEO POR LAS NUBES

La recogió en la puerta de su casa.

Después de cinco o diez minutos esperándola,

igual que una alborada, salió del ascensor

con un vestido blanco, con el pelo mojado

por la lluvia reciente de la ducha

y una sonrisa que invitaba al beso.

De allí, por lentas calles comerciales,

a la cafetería de costumbre.

Café con leche y confidencias,

el pan con mantequilla y con caricias,

el zumo de naranja de los sueños…

Y fue creciendo el día

y calentando el sol mientras cruzaban

el puente sobre el río

en dirección al centro de la ciudad radiante.

Juntos, solo los dos entre la multitud,

un paseo sin prisa, una breve parada

frente a un escaparate, alguna que otra compra,

una mirada amante, un gesto cómplice…

Todo bajo la brisa azul del cielo.

Amor y vida. Nada insólito.

Su típica mañana de verano.

Nadie, ni ellos siquiera, se creía,

que llevaban sin verse tanto invierno.

 

UN LUGAR DONDE REFUGIARSE

No es tan fácil dejar atrás el miedo,

el desconcierto, el vértigo, el vacío,

las miradas tan fijas del insomnio,

las preguntas que no contesta nadie.

Como brisa o promesa inesperadas,

nos llega tu llamada para darnos

a la visión de las constelaciones,

a la hermosura quieta de los astros,

del mudo firmamento , una llamada

para alejarnos del desasosiego.

Pero no tienen alas , esta noche,

mis leves ilusiones ni mis sueños

para subir, apenas un instante,

a las altas estrellas. Puedo sólo

mirar este universo de palabras

como hojas al viento, broza humilde,

arrancadas al libro de la vida.

Para poner por medio cielo y tierra

entre mi corazón y tantas sombras,

me basta con entrar en este mundo

de palabras, tan hondas, en el tiempo,

un lugar donde siempre refugiarse.

 

Para saber más del autor: https://es.wikipedia.org/wiki/V%C3%ADctor_Jim%C3%A9nez_Guerrero

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Encuentro con Lutgardo García Díaz y «La llave misteriosa»

la-llave-misteriosa

El jueves, 22 de febrero a las 19.30 horas ,estará en el club de lectura de poesía «Versos y vinos» Lutgardo García Díaz para hablarnos principalmente de su último poemario. Un libro que nos abre la puerta a dos misterios, la poesía y el flamenco. Con un lenguaje poético se adentra en el sentir del flamenco ofreciéndonos una galería de cantaores del siglo XIX y XX, los reyes y reinas del cante: Manuel Torre, Antonio Chacón, Antonio Mairena, Manolo Caracol, la Niña de los Peines, Agujetas, José Menese…el baile de Antonio, la guitarra de Sabicas. Supone un homenaje al flamenco, a la vez que una remembranza de su infancia.

MARRURO

Y qué negros carbones lleva dentro este cante,

y cuántos velatorios de niños asfixiados

por la mordaza gris que aprieta en los mercurios,

cuántos trozos de pan con sopas de miseria,

y papeles de cartas perdidas, sin retorno,

sumergidas palabras en el pecho del mar,

cuántas noches en vela, cuántas toses de enfermos,

platos que no alimentan y mantas que no cubren…

Cada ay en descenso de esta triste canción

es igual a una azada que se clava en el tiempo.

Pues no hay más que verdad en la tragedia eterna

de este hombre que solo, con su voz rota dentro

del vientre de ballena que es la noche del mundo,

clama, como Jonás, clemencia al Dios sin nombre.

 

EL NÚMERO CUATRO

Es el número cuatro

– que al echarse las cartas daba suerte al Mairena,

porque así lo cantaba la feliz bulería-,

el número redondo de los sueños.

Por las claras mañanas de mi infancia,

veo venir a la abuela, empapada en el agua

de colonia de baño,

su vestido de puntos diminutos,

y sus gafas antiguas,

por un patio con tiestos de jazmines,

con el número cuatro en un boleto

donde estaban escritas todas las esperanzas

de no legarnos más que su cariño

y unos cuantos sabores,

«Y es el número cuatro» cantiñea mi padre

dentro del coche ahora,

mientras pacen inmóviles los bueyes

y el mar es un deseo que aguarda tras las dunas.

Y es mi madre que nace -en el cuarenta y cuatro-

en una casa humilde con puerta de cristales

mientras mi abuelo espera con su tabaco negro

y tazas de un brebaje que le sirven sus primas.

La tarde en que el paseo de la orilla del río

quiso venir a ser un film de Leo McCarey,

la muchacha lejana de los ojos de almendra

me miró como nunca lo había hecho nadie.

Era un día de abril, un día cuatro…

«ay el número cuatro».

 

VOZ DE FRAGUA

a Cayetano Fernández González

 

Habita en tus arterias

una fragua latiendo con sus hierros, sus yunques,

sus brasas encendidas cuando el alba era niña.

Tu quejido está roto, rajado como caña,

porque rota está el alma y el tiempo de los tuyos.

A tu garganta acuden tus ancestros herreros.

Sagrados artesanos

que, según dice el mito, construyeron el mundo.

De noche van y vienen.

Cuando te quedas solo, a las dos de la noche,

llaman siempre a tu puerta; son los duendes del sueño

que te dicen que Juane está ciclando el fuelle

y sopla en tu recuerdo, y eres niño de nuevo.

Un martinete cantan, imperfecto y salvaje;

y es la única verdad, tú descalzo la escuchas…

Y una estrella de hierro, anaranjada y líquida,

asciende entre tenazas y te marca el camino.

 

Podéis escuchar el primer poema del libro, La queja, en este vídeo sobre la presentación del poemario:

 

Lutgardo García Díaz (Sevilla, 1979) es Doctor en Medicina. Es autor de los libros La viña Perdida (Rialp, accésit del Premio Adonáis 2013), El tiempo vivido (fundación Cajasol, 2015) y Lugar de los sagrado (Vandalia, V Premio Iberoamericano Hermanos Machado).