Poemas de Antonio Gamoneda

ACARICIAS MI GARGANTA

con tu voz y tu mano lejanísima.

Oscura: bebe en el viento

el olor a tristeza de mis manos.

De La tierra y los labios (1947-1953)

ANTE MI ROSTRO,

Piedras heridas, cuerpos

endurecidos en el dolor.

Piedra viva, fúndete

dentro de mis ojos, dame

tu consistencia, pon

una pequeña eternidad en mí.

(Tímpano románico)

DE LA QUIETUD, UN PÁJARO,

a impulso de su canto,

pensativo se alza.

Y , de pronto,

ya no hay pájaro: lluvia,

cristal vivo, hacia arriba

crece.

Alguien tiende

su mano silenciosa,

alguien está diciendo

adiós, adiós sin palabras.

De Sublevación inmóvil (1953-1959)

EXISTÍAN TUS MANOS

Un día el mundo se quedó en silencio;
los árboles, arriba, eran hondos y majestuosos
y nosotros sentíamos bajo nuestra piel
el movimiento de la tierra.

Tus manos fueron suaves en las mías
y yo sentí la gravedad y la luz
y que vivías en mi corazón.

Todo era verdad bajo los árboles,
todo era verdad. Yo comprendía
todas las cosas como se comprende
un fruto con la boca, una luz con los ojos.

YO ME CALLO, YO ESPERO
hasta que mi pasión
y mi poesía y mi esperanza
sean como la que anda por la calle;
hasta que pueda ver con los ojos cerrados
el dolor que ya veo con los ojos abiertos.

De Exentos I (1959-1960)

DESPUÉS DE VEINTE AÑOS.

Cuando yo tenía catorce años,
me hacían trabajar hasta muy tarde.
Cuando llegaba a casa, me cogía
la cabeza mi madre entre sus manos.

Yo era un muchacho que amaba el sol y la tierra
y los gritos de mis camaradas en el soto
y las hogueras en la noche
y todas las cosas que dan salud y amistad
y hacen crecer el corazón.

A las cinco del día, en el invierno,
mi madre iba hasta el borde de mi cama
y me llamaba por mi nombre
y acariciaba mi rostro hasta despertarme.

Yo salía a la calle y aún no amanecía
y mis ojos parecían endurecerse con el frío.

Esto no es justo, aunque era hermoso
ir por las calles y escuchar mis pasos
y sentir la noche de los que dormían
y comprenderlos como a un solo ser,
como si descansaran de la misma existencia,
todos en el mismo sueño.

Entraba en el trabajo.
La oficina

olía mal y daba pena.
Luego,
llegaban las mujeres.
Se ponían
a fregar en silencio.

Veinte años.
He sido
escarnecido y olvidado.
Ya no comprendo la noche
ni el canto de los muchachos sobre las praderas.
Y, sin embargo, sé
que algo más grande y más real que yo
hay en mí, va en mis huesos:

Tierra incansable,
firma
la paz que sabes.
Danos
nuestra existencia a
nosotros
mismos.

CAIGO SOBRE UNAS MANOS

Cuando no sabía

aún que yo vivía en unas manos,

ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.

Yo sentía que la noche era dulce

como una leche silenciosa. Y grande.

Mucho más grande que mi vida.

Madre:

eran tus manos y la noche juntas.

Por eso aquella oscuridad me amaba.

No lo recuerdo pero está conmigo.

Donde yo existo más, en lo olvidado,

están las manos y la noche.

A veces,

cuando mi cabeza cuelga sobre la tierra

y ya no puedo más y está vacío

el mundo, alguna vez, sube el olvido

aún al corazón.

Y me arrodillo

a respirar sobre tus manos.

Bajo

y tú escondes mi rostro; y soy pequeño;

y tus manos son grandes; y la noche

viene otra vez, viene otra vez.

Descanso

de ser hombre, descanso de ser hombre

AMOR

Mi manera de amarte es sencilla:

te aprieto a mí

como si hubiera un poco de justicia en mi corazón

y yo te la pudiese dar con el cuerpo.

Cuando revuelvo tus cabellos

algo hermoso se forma entre mis manos.

Y casi no sé más. Yo sólo aspiro

a estar contigo en paz y a estar en paz

con un deber desconocido

que a veces pesa también en mi corazón.

De Blues castellano (1961-1966)

EL ÓXIDO SE POSÓ EN MI LENGUA

El óxido se posó en mi lengua como el sabor de una desaparición.
El olvido entró en mi lengua y no tuve otra conducta que el olvido,
y no acepté otro valor que la imposibilidad.
Como un barco calcificado en un país del que se ha retirado el mar,
escuché la rendición de mis huesos depositándose en el descanso;
escuché la huida de los insectos y la retracción de la sombra al ingresar en lo que quedaba de mí;
escuché hasta que la verdad dejó de existir en el espacio y en mi espíritu,
y no pude resistir la perfección del silencio.
No creo en las invocaciones pero las invocaciones creen en mí:
han venido otra vez como líquenes inevitables.
La fermentación del verano se introduce en mi corazón y mis manos se deslizan cansadas en la lentitud.
Vienen rostros sin proyectar sombra ni hacer crujir la sencillez del aire;
sin osamenta ni tránsito, como si consistieran únicamente en el contenido de mis ojos, en la unidad de mis palabras, en el espesor de mis oídos.
Son obedientes y yo siento su reunión como una salud que se refugia en la oscuridad.
Es una amistad dentro de mí mismo;
es un estambre urdido por manos que son suaves en el interior de los días.

Vi la muerte rodeada de árboles (árboles más esbeltos que el llanto
de tus hermanas), urces en el fulgor y la serenidad.

Vi sombra azul distribuida en sernas, sólo advertida por los animales tan
antiguos como mi corazón, por emisarios muy cansados;

la deserción sobre la boca que yo amaba (grandes banderas ante los
espejos del suicidio)

la esperanza dentro del acero.

El otoño se expresa como pájaros invisibles. ¿Qué harías tú si tu
memoria estuviera llena de olvido, qué harías tú en
un país al que no querías llegar?

Pesan las máscaras de la pureza, pesan los paños sobre la forma
de la patria.

La vergüenza es la paz. Yo acudiré con mi vergüenza.

Pasan los cuerpos hacia la tortura y otros son ágiles en las posturas del
amor, pero la sabiduría aumenta en cálices más profundos.

¿Qué harías tú si tu memoria estuviera llena de olvido? Todas las
cosas son transparentes: cesan las escrituras y cae lluvia
dentro de los ojos.

Nuestros labios envejecieron en palabras incomprensibles.

De Descripción de la mentira (1975-1976)

DIOS Y SU MÁSCARA. Oyes a los insectos que se alimentan en tu
alma

y, de pronto, un árbol dice su clamor y arde la lengua del
olvido

y todo acaba en transparencia, en formas cuya verdad no se
concede

hasta que las espumas queman el corazón de hombres desconocidos y los caballos hablan de aquella sangre, de aquel aire extinguido en los patios de España,

de aquella tierra sin descanso,

de aquel olvido lleno de sangre.

(Delación del verano)

De Lápidas (1977-1986)

AMÉ TODAS LAS PÉRDIDAS.

Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.

GRITAN LAS SERPIENTES en las celdas del aire. La ebriedad sube desde las piernas femeninas y tú pones tus labios en sus líquidos.

Coge la flor de la agonía. Aún

Hay humedad en la ceniza que amas.

AMÉ LAS DESAPARICIONES y ahora el último rostro ha salido de mí.

He atravesado las cortinas blancas:

ya solo hay luz dentro de mis ojos.

El libro del frío (1986-1998)

ÉSTA ES LA EDAD DEL HIERRO EN LA GARGANTA. YA.

Te habitas a ti mismo pero te desconoces; vives en una bóveda abandonada

en la que escuchas tu propio corazón

mientras la grasa y el olvido se extienden por tus venas y

te calcificas en el dolor y de tu boca

caen sílabas negras.


Vas hacia lo invisible

y sabes que es real lo que no existe.

Retienes vagamente tus causas y tus sueños

(aún conservas el olor de los suicidas),

te alimentan la ira y la piedad.

Queda poco de ti: vértigo, uñas

y sombras de recuerdos.

Piensas la desaparición. Acaricias

la tiniebla cerebral, bajas al hígado calcinado por la tristeza.

Así es la edad del hierro en la garganta. Ya

todo es incomprensible. Sin embargo,

amas aún cuanto has perdido.

Arden las pérdidas (1993-2003-2004)

CON TUS MANOS CONDUCIDAS por una música que vagamente recuerdas,

dices adiós en el umbral. Ah insensata dulzura,

dices adiós en el umbral y de tus manos se desprende

un instante sin límites.

TUS CABELLOS EN MIS MANOS, su resplandor atravesado por enjambres

invisibles, por instantes que no cesan de abandonarme;

tus cabellos entre dos falsas eternidades.

Ah extrañeza llena de luz: tus cabellos

en mis manos.

SOBRE EL ESTANQUE

las palomas giran en torno a tu cabeza.

Cuando sus alas rozan tus cabellos yo me inclino y veo tu claridad en el agua

y yo estoy en tu claridad y me desconozco:

estoy coronado de palomas

dentro del agua. En ti.

Cecilia (2000-2004 y 2018)

*Poemas de Esta luz. Poesía reunida. Volumen I, Galaxia Gutenberg