Agradecida a Jesús Cárdenas Sánchez por la edición de mi reseña y por la hospitalidad de la Revista Culturamas. Para quienes quieran conocer mi lectura de este poemario que me cautivó, «Plenitud y vacío» de Álvaro Galán Castro.
En el Taller de poetas tendremos el miércoles 26 de mayo a las 19.00 horas un encuentro virtual, gracias a Meet, con el profesor, traductor y poeta Álvaro Galán Castro , quien nos hablará de poesía, su poética, libros y de su poemario «Plenitud y vacío».
«Plenitud y vacío tiene una cerrada estructura, casi arquitectónica, construida por tres partes que forman el círculo neurálgico del que bien pudiera ser un largo poema que se mueve entre el vértigo de la creación y el encerramiento espiritual que conduce a la nada y al vaciamiento casi físico del ser humano. La filosofía oriental está muy presente en estos versos en los que se hacen afirmaciones que nos acercan a la aniquilación del yo o a su transformación en una significativa interrogación: “¿No somos otra cosa que lenguaje?”. Realidad y experiencia casi religiosa que se aúnan en acertada síntesis en este libro de una atrevida originalidad y de una extrema sinceridad».
(José Infante)
ÁLVARO GALÁN CASTRO (Málaga, 1979) es licenciado en Derecho y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Posee máster en Études romanes por la Université Paris X y máster en Gestión del patrimonio literario por la Universidad de Málaga. Ha publicado los libros de poemas El lucero del ala (Premio de poesía MálagaCrea 2001), El cuerpo eléctrico y Ordo amoris,Los frutos de la herida (Premio Salvador Rueda 2016), Del pájaro que canta en los días aciagos (Premio Rafael de Cózar 2019) y Ficciones Familiares (Premio Ricardo Molina, 2019). Además, ha traducido y editado poemas y textos críticos de Pierre Reverdy, sobre el que prepara su tesis doctoral.. Ha sido incluido en la antología Clave de sol. 16 sobre la música (jóvenes poetas malagueños) (Fundación Málaga Ciudad Cultural, 2010). Ha publicado sus poemas en diversas revistas y periódicos y ha colaborado en las páginas de cultura de varios medios de comunicación. Con su poemario «Plenitud y vacío» ha ganado el XXIII Premio de Poesía Generación del 27 y ha sido publicado por Visor este año.
MISTERIOS DE LA SABIDURÍA INMÓVIL DEL MAESTRO TAKUÁN
Tener no me importara cárcel por fuera si de la de aquí adentro salir pudiera. Chicho Sánchez Ferlosio
En la casa cerrada con dos vueltas de llave se diría que ya no queda nadie a no ser por la flauta de bambú que sopla como el viento entre los pinos a lo largo del día.
Acaso, rara vez, repica una campana y se siente vibrar el gran silencio en la mecha torcida de la vela. Y un cuenco con arroz recién cocido humea en una mesa.
El viento que acaricia los bancales anegados del Tíbet.
El bien y el mal afloran como el loto, entre el fango, si surge un pensamiento.
El odio solo daña a quien lo ejerce; es una enfermedad de los pulmones; impide respirar.
Mi espíritu neumático está enfermo de rencor hacia alguien que no existe más allá de la celda del cerebro, más acá de la sombra del espejo.
Cárcel tengo por fuera, cárcel, cárcel por dentro.
Mi espíritu disperso se fija en cada cosa, se ancla en las pequeñas diferencias —el suelo que yo piso es solo el techo del vecino de abajo—, el dinero, las clases virtuales, la esperanza del día mañana, la lista de la compra, el balance de muertos, la tesis doctoral, este poema, la flexión dolorosa de las piernas… —pensar en no pensar es ya pensar en algo— … el clima, las mujeres, la cerveza.
El viento que sacude la cebada en los valles de Irlanda,
I sat within the valley green I sat me with my true love.
Debajo del ombligo, donde dicen que el hara concentra la energía, kikai tandem, a dos o tres centímetros del tajo que nos diferenció de nuestra madre, no existe ningún centro de ventral gravedad impermanente.
El otro está vacío como yo estoy vacío. Las manos que acarician o sacuden también están ociosas, como el viento. Pero no te encadenes al vacío.
Medita cuanto puedas y practica la vía purgativa del poema, pero también la vía del silencio.
Si bebes, bebe bien y llora si es que lloras.
Quizá llegues un día a la última verdad: un sauce en el jardín, una flor de ciruelo.
LA JAULA DE FARADAY
No te regalan un reloj, tú eres el regalado. Julio Córtazar
La puerta de la casa está cerrada igualmente por fuera y desde dentro.
Ya no sé si dejé la jaula abierta o un cernícalo vino a mi terraza, el caso es que el canario voló de entre mis manos.
Se fue como llegó, desde la nada.
Un domingo, con sol, al volver con la niña de paseo, escuché su aleteo nervioso y azorado en el fusco anaquel del salón donde pongo a cubrirse de polvo los libros orientales. Se fue justo a posar en las piernas de un buda de plástico barato.
La anilla de su pata delataba —igual que en los tobillos del esclavo las marcas encarnadas que dejan los grilletes— su cruz de cimarrón arrepentido por la sed, por el hambre, por el miedo.
Mayita se negó con fervor a soltarlo, a darle su derecho a morir sobre el viento, y yo cedí a su ruego y su promesa de que lo iba a cuidar. Así que lo siguiente fue comprarle una jaula. Entonces ya no pude volver a echar la siesta entre el uno de octubre y finales de junio (en verano callaba —por sofoco, supongo—).
Podríamos haberlo bautizado como Michael Faraday por su eléctrica voz, por el gran magnetismo de su timbre. La verdad tal vez sea más prosaica: le llamábamos Trini, brevemente, aunque esto, bien mirado, no sea poco.
Ahora la jaula está vacía, dejé su puerta abierta como símbolo fácil, meridiano de su liberación.
Y he sembrado una parte de su alpiste en algunas macetas que tenía olvidadas y yermas. Acaricio mis manos vacías en la hierba. Encuentro ese verdor acordonado una burda intentona de quitarle sus puertas a mi casa como burdo es ponérselas al campo.
La otra parte la tiro por la borda para dar de comer a los pájaros libres.
No sé tú, pero yo he vivido siempre encerrado en mí mismo.
Hoy haría once años de casado y hace cuatro firmé, por estas mismas fechas, el divorcio, bendito a fin de cuentas, aunque cueste soltarse en un principio. Pagué mi libertad a muy buen precio.
Doy gracias de estar solo en mis encierros.
Tan vital es dejar entrar al otro como hacerlo salir cuando no quiera quedarse en el hogar de tus pulmones, mostrarle la salida amablemente, no cerrarle la jaula de tu pecho igualmente hacia dentro y hacia fuera.