Recital de Iván Onia y Juan Cuevas el 7 de abril a las 19.00 horas.

Lamento comunicar que por circunstancias sobrevenidas se ha tenido que suspender el recital, aplazándose para jueves 7 de abril.

El jueves 7 de abril a las 19.00 horas en Casa del Libro, C/Velázquez nº 8, podremos disfrutar de buena poesía, la de Iván Onia y Juan Cuevas, quienes vendrán con sus manos llenas de poemas, esos barcos que nos llevan por rumbos prodigiosos, como son «Canto a quien» de Iván Onia Valero y «Silbar todavía» de Juan Cuevas. Si no quieres naufragar una tarde de jueves, podéis descubrir este manual de cómo revivir la vida embelleciéndola, descubriendo mundos paralelos con gran ingenio.

En la revista Culturamas publiqué mi reseña a «Canto a quien «:

«Canto a quien», de Iván Onia

Y os dejo un par de poemas para ir abriendo boca:

[24]

Lo que yo quiero es preguntar por mi camisa y creerme la respuesta,

que el armario abra su boca boreal y sentarme a escucharlo,

como a un viejo sabio que me narrase la tarde de mi nacimiento.

Lo que yo quiero es preguntar por las piedras a las piedras;

¿por qué sois los espejos del origen? Por ejemplo.

¿Qué tatarabuelo vuestro, parido de una estrella, se dirige hacia nosotros

con un mensaje de paz y destrucción?

¿Cómo son, vosotras que estabais allí, en el verbo, los ojos de Dios?

Lo que yo quiero es acompañar a los pescadores.

Que me despierten sus voces de hombres verdes, besar las branquias

a nuestras madres y adentrarnos en la oscuridad sin saber si volveremos.

Que me abran bien los ojos en el momento en que un pequeño

astro hecho de cuchillos se eleve por encima de nuestras cabezas, iluminándolas:

ahí está, muchacho, para esta visión te despertamos

y yo mire y mire a los peces hasta olvidar mi idioma.

Lo que yo quiero es cantar con los albañiles,

la serenata de las alturas, el himno de las catedrales.

Pasar el vino de mano en mano,

entre la risa que el cansancio curva en las vértebras,

los bocadillos fríos buscando la magia del hambre,

el silencio fotografiando las piernas de dos muchachas.

Lo que yo quiero es ir con los panaderos a romperme los brazos con la luna,

trabajar duro para traer lo tierno a las bocas del mundo.

Que el beso de mi hijo en la frente me haga saber que he muerto

siendo un hombre de harina, un hombre bueno que nunca supo hacer nada más

que formas tiernas.

Lo que quiero es honrar a las cosas haciéndolas,

que me arranquen los ojos de mirar y mirar,

coger el fango como quien abraza el oro y besarlo,

esperar a los años y la noche

con las manos manchadas de mundo y preguntas:

¿Qué es la razón? ¿qué es el amor? ¿qué es la vida?

Lo que yo quiero es que este fuera mi último poema.

[27]

Ah de los girantes, qué será de ellos después de este libro.

Y de los poetas mediocres,

que abandonaron un poema cerrando los cuadernos,

como quien guarda en la alacena un vaso roto por la mitad porque se quieren olvidar de la sed.

Qué será de los enfrascados dentro

del color verde de tanta palabrería.

Qué será de mí,

que he creído estar en el centro del universo.

Qué será de mí,

que me consumo en el movimiento de mirar y mirar la brizna de hierba en mis dedos,

hasta volverla amarilla.

Soy el verso cantado, por fin, eternamente,

por vuestros hijos a sus hijas, con una sonrisa

porque os recuerdan a vosotros,

despegándolo de mis labios para descifrarlo.

Estoy lleno de la hormiga que aprendió a rezar

y de los reyes,

de la cafetera abandonada, del niño sano.

Me alimento de todo lo que miro,

todo es bello y es bueno, el árbol lleno y el vacío.

Miro con alegría y convicción a la noria que me crece por dentro,

la que no cesará nunca, el agua en su eterno retorno,

escribiéndome por dentro la pobre biografía.

Este ha sido mi himno, mi bárbaro gañido.

Estos son mis dientes, este mi corazón entero

y su funcionaria llamada al oxígeno.

Esta mi salud, estos mis padres diciendo:

si es niño, se llamará Iván,

mis padres sin imaginar tantas palabras llenándome.

Estos son mis átomos enamorados,

si los contáis, habréis contado el universo.

Soy el maestro de los atletas,

soy el oficial de los carpinteros

y el capataz de la plantación.

Os he intentado hablar en un solo idioma,

el único que me fue dado, el de la lluvia,

el del gran oso grizzly, el idioma de la prisa, el del silbo de los trenes anunciando el hambre,

el de la mañana devorando a la velocidad.

El idioma

de las pequeñas alegrías

y de los pequeños pesares.

Me muevo en el vientre de noviembre para nacer de nuevo.

Es noviembre sobrevolando nuestras cabezas,

es noviembre en todo el mundo.

Atardece en Central Park y un maestro despierta en Canberra.

El lago Míchigan sale por mis grifos inundando la casa.

El aroma de la jambalaya cruza el Pacífico.

Los carniceros duermen un sueño vegetal en pueblos donde ya no queda nadie por las calles y alguien lo aprovecha para asesinarse con un trozo de río o robar la bicicleta al enemigo.

Este ha sido el libro de un hombre mirando una brizna de hierba,

la coma caída del gran poema de Dios,

separando su vida y su muerte.

He levantado un canto único para todo el que quiera cantar;

el canto de la belleza,

el canto del que celebra que algo es simplemente bueno porque existe al ser mirado.

El canto del mendigo que abre una lata de vino y el del niño que abre un poema hindú

y bailan y se hechizan olvidando qué día es hoy.

Me tiendo a observar esta hoja de hierba.

Me canto y me celebro;

a mi saliva, a mis ganas,

a mí cándida fe, mi catastrófica búsqueda,

mi horadar buscando qué,

mi cavar y cavar, mi minería inútil,

mi incansable desempeño.

Mi mandíbula de oro,

mis dientes renacidos,

mi sangre de regreso.

Os estoy cantando a vosotros, quienes,

cabecitas de fósforo, farolas en la niebla,

compañeros de río a los que nunca veré las caras,

girantes, enfrascados, poetas.

Me canto a mí, al que jamás veréis, del que jamás sabréis nada.

Ese nadie que os ha regalado unos ojos,

ese soplo carbónico del universo,

ese quien.

A mí,

que he abierto una estrella como si fuese una naranja y os lo he contado

De «Silbar todavía» de Juan Cuevas podéis leer esta reseña del poeta, crítico literario y editor Daniel García Florindo:

https://aulapoematica.wordpress.com/2021/07/19/instrucciones-para-silbar-despues-de-la-tormenta/

69 LUNAS

Casi cincuenta y esta tristeza en los dedos.

Al final de la barra hay un horizonte de caoba.

Soy quien llueve.

El que tiembla tras el ventanal.

En el 69 la luna pisó al hombre

y las músicas de las estrellas

estallaron en mi sombrero.

Por eso hoy, casi cincuenta y un resto de ala,

junto la ceniza del gorrión

y la soplo en la noche.

Para continuar en la arruga del espacio.

Para arder en tus cabellos nevados.

SOMBRERRO DE PAJA Y RES

En los pueblos,

nunca lloran las brújulas.

Rezuman las higueras

una leche agria,

los campesinos guardan el sol

bajo un sombrero de paja.

Hablan, con lentitud de tierra húmeda,

de la semilla que esconde el relámpago en su vientre.

TABACO MOJADO

En invierno los lunes, venden ínfimas costillas

para que puedan despegarse con facilidad

del latido que se hiela en las iglesias.

Yo suelo abrigarme con un beso antiguo

que surca la boca de mi madre

como un campo de cebollas azules.

En el umbral de la casa hay cadáveres de grillos

con una música rota bajo el abdomen.

Cuando llaman a la puerta, sé que alguien buscará

el niño que ya no seré.

Preguntará a mi voz

por qué mi cabeza está coja, huele a silencio

y miente como una bandera al sol de diciembre.

Al encender el cigarro, mil años de soledad

subirán en cada viruta de humo.

JUAN CUEVAS BOYER

Nació en Lora del Río (Sevilla).
Ha publicado varios poemarios: PERFUME DE TORMENTA (La oveja negra), CABEZABAJO (La oveja negra), POEMARIA (Ultramarina C&D) y MORDIDO (Noctiluca).
Ha participado en diferentes fanzines y revistas de literatura como Tinta China, Cuadernos de Roldán, Cangrejo Pistolero, Poetas en bicicleta, Revista hispano Lusa Iberis, etc.
Ha sido finalista de los premios de poesía Juan Cervera y Plumier de versos.

IVÁN ONIA VALERO

Iván Onia Valero nació en Sevilla en 1980. Ha publicado Tumbada cicatriz (Plaquette) (Ediciones en Huida, 2011), Galería de mundo y olvido (Ediciones en Huida, 2013), Hermanos de nadie (Karima Editora, 2015), El decapitado de Ashton (Ediciones de La Isla de Siltolá, 2016, que fue finalista del primer Certamen de Poesía Antonio Colinas), Paseando a Míster O. (Asociación Noctiluca, 2017) y El hijo (de Sharon Olds) (Maclein y Parker, 2018). Ha participado en las siguientes antologías: Plumier de versos V (Nuño Editorial, 2009, como finalista del premio Plumier de versos V, 2008), La vida por delante. Antología de jóvenes poetas andaluces (Ediciones en Huida, 2012), Obituario, El Libro (Fundación Málaga, 2015), Pessoas, 28 heterónimos esperando a Fernando Pessoa (Karima Editora, 2016), Alienígenas (Cangrejo Pistolero Ediciones, 2016) y una antología personal desde 2011 a 2016 está recogida en la obra Luz Sur (Unaria Ediciones, 2016). Además de otras antologías digitales, ha participado en el fanzine de poesía y literatura MacGuffins dedicado al Festival de Cine de Málaga, ha sido co-antólogo de la antología de poetas jóvenes sevillanos La pirotecnia peligrosa (Ediciones en Huida, 2015), aparece como autor en la antología del programa de radio «La Inopia» en 2018, y en 2019 participó en el catálogo del Festival OFFF Sevilla, editado por la editorial Maclein y Parker, con tres poemas sobre las obras de tres artistas participantes.

De izquierda a derecha Juan Cuevas e Iván Onia

«El Padre hijo (de Sharon Olds)» de Iván Onia. Nacimiento versus Muerte.

Os dejo la reseña que publiqué en la revista Rótula sobre el poemario de Iván Onia:

EL PADRE HIJO (DE SHARON OLDS).  NACIMIENTO versus MUERT

“Una noche encendiste la luz y la luz era tu cabeza: un poemario a tu hijo donde el punto de partida fuera El padre, de Sharon Olds. Con los mismos títulos, pero vistos desde la otra orilla. No sería un libro dedicado a la muerte, sino a la vida, una bienvenida, en vez de un adiós”. Esta declaración de intenciones de Iván Onia en su último poema del libro El padre hijo (de Sharon Olds) muestra la columna vertebral de todo el cuerpo textual que ha levantado poema a poema.  

No es de extrañar la gran impresión que le causó la lectura del libro que escribió la poeta norteamericana a su padre moribundo. Un poemario sobrecogedor que puede provocarnos el efecto que buscaba  Emily Dickinson en la poesía: “Si  tengo la sensación física de que me levantan la tapa de los sesos…”. Sharon expresa con rotundidad la dureza, la decrepitud del cuerpo humano enfermo de cáncer y la complejidad de los variados y encontrados sentimientos- como el resentimiento y rencor, pero también el amor y la ternura- en una escritura narrativa, minuciosa e incisiva.

Nuestro autor entabla un diálogo intertextual entre las intensas vivencias de sentirse padre primerizo, todo un mundo nuevo de emociones que se abre ante él, y sus relecturas de El padre. Nacimiento y muerte cruzan la mirada desde lados opuestos y, aunque el vínculo o la relación de parentesco sea la misma en ambos casos, la perspectiva difiere: en el libro de Olds es la hija quien habla y en el de Onia es el padre. Existe un segundo camino inverso que se recorre: en El padre los sentimientos de la hija fluctúan desde el rencor, por todo el daño que le causó su progenitor, al perdón, al amor y la ternura; en cambio, en El padre hijo (de Sharon Olds) se exponen los sentimientos de afecto que van creciendo en el padre durante su expectante espera, así como el temor  e incertidumbre sobre qué tipo de relación o vínculo entablarán los dos, si el hijo llegará a entender a su padre y si lo amará.

Los poemas que Sharon Olds escribe en El padre sirven de guía, cada poema de Iván tiene una cita de un poema de la poeta norteamericana: 28 poemas que se conciben a raíz de 28 poemas de El padre, aquellos que más le habían impactado. Magníficos y titánicos ambos poetas. Un pulso difícil de afrontar y del que sale Iván Onia con honrosa solvencia.

Dedicado a su hijo Marcos, con una estructura única, sin dividirse en capítulos, el libro es todo un continuo en el que se relata el embarazo, el padre que escucha al bebé en su piscina, el sentimiento de padre que va creciendo como un árbol- o algo más enorme y grande- que va forjando una posición de ternura,  sentido de protección y también de cierto temor: Si apareces con las rodillas negras, / mi saliva será un tambor de guerra/ llamando a las plaquetas.

Podemos decir que introduce en una narración realista elementos maravillosos, propio de los cuentos, un estilo con el que se resalta lo sorprendente y fantástico de nuestro origen, la transformación del nasciturus de anfibio o pez hasta convertirse en un humano, nuestro perfecto acabado, la consideración del parto como un hecho extraordinario y milagroso de la naturaleza,  El ombligo es como un punto y seguido/ en el relato de la historia humana. Resulta fascinante la descripción realizada de todo el desarrollo del feto, con el ingenio y la imaginación a la que nos tiene acostumbrados, expresados con la precisión de un cirujano cuyo material son imágenes y analogías que labra como un ingeniero del lenguaje. Retrata lo natural con la mirada de la extrañeza y del asombro.

 “Los centímetros llegan/en camiones familiares/ Células abrazándose, formando/ riñones, tripas, lengua, un brazo y otro brazo… los centímetros arrimándose a la vida/ acercándose a ella, a través de mí/ como cuentan que se formaron los continentes”.

En la imaginación del autor el hijo que viene es el guerrero Hannibal en la batalla de Cannes, un astronauta que viaja por el espacio, un personaje de Julio Verne en su viaje al centro de la tierra.

Por el tema que trata, el tono es absolutamente dispar al libro de Sharon Olds, pues al pececito, al marinero que viene por las rutas del agua de la vida, se le canta en tono alegre, a veces jocoso, por un padre, ilusionado y algo atemorizado, que celebra su llegada.

Coincide con Sharon Olds en la atención prestada a todo lo corporal. Sharon, en especial, no escatima para describir los detalles más repulsivos. Iván no los esquiva, pero los trata de un modo más suave e irónico, así el vaso lleno de mocos y pus del padre enfermo lo relaciona con el tapón mocoso que se forma en la gestación, o también cuando ambos hablan de los olores. 

Un rasgo característico de la poesía de Iván Onia  es que la condimenta con una pizca de surrealismo. A veces nos introduce en un mundo a medio camino entre la realidad y la fantasía, entre la vigilia y el sueño,  como en el poema “Últimos actos”, en el cual se relata cómo iba contra viento y marea por la Se-treinta el día que la madre rompió aguas , situación que el padre había soñado a modo de premonición o profecía del destino que se cumpliría: Un niño en un caballo de viento va gritando por la Se-treinta ¡prole!, ¡prole!, ¡prole!/ Y nadie más que yo lo escucha.  Siente que el hecho de ser padre estaba escrito desde el principio.

Concibe la vida de la naturaleza humana de modo circular, el padre se reencarna en el hijo y a la inversa. A veces piensa en su hijo y otras se ve él mismo cuando era un niño pequeño. Una sucesión de nacimientos y muertes que se enlazan formando la familia, la cadena humana hasta llegar a ellos, a su presente. Y mejor no hacerse preguntas, no indagar en las razones, mejor no pensar que su hijo sea un hombre complejo que se hace preguntas complejas y mira al techo sin saber las respuestas de la vida.Y aquí otro de sus temores: no tener las respuestas de la vida. ¿Y quién las tiene? Nos tenemos que acostumbrar a chocarnos con el misterio, a convivir con él.

Durante esos nueve meses son muchas las idas y venidas de ideas que  escribe, como en el poema Sus cenizas:… La vida es movimiento mineral, / volanderismo, callejería, revolución/ y escándalo de la materia/ contra el gobierno de la nada. Pensamientos sobre el tiempo circular, la rueda de la vida, la intervención del azar, el origen escrito hace siglos en el árbol genealógico- como en el poema de Ángel González Para que yo me llame Ángel González, Iván nos dice: “El ejército de mi apellido/regresa y me saluda desde el niño, /  príncipe lechal de la estirpe”- .

Una vez que nace Marcos, nos retrata las primeras sensaciones, sentimientos, sus primeros días, la maravilla de apreciar su lento crecimiento, la dulce vida de un recién nacido,  un niño rubio y dorado, redondo y cándido.

Igual de habitual en nuestro autor es que encontremos en sus libros poesía en verso y en prosa, así en el hermoso poema Halándome de la mano, de estructura circular- como el libro y como el ciclo de la vida-, se despierta una mañana y Marcos le coge la mano, Aquí hay dolor, le digo, pero esta es mi mano, a ella perteneces. A continuación, despliega el mapa de la memoria con retales de recuerdos que van de más edad a menos : el apego a su primer coche, su primer gol, un día de verano en el que es rescatado al caer a una piscina, su incipiente amor por la escritura, sus noches de verano con toda la gran familia en una casa alquilada, el cine de verano, hasta verse tendido en una cuna sonriendo a la mano de su padre.,,, Cuando voy a cogerla aparezco, de pronto , al otro lado/ Soy el cogido de la mano./ Es hoy por la tarde.

De todas sus sensaciones, la más aguda es ser testigo del desarrollo y crecimiento humano, sentir el paso del tiempo y nuestra condición de ser para la muerte: “estatura itinerante, / humanidad barriendo a las escamas/ su vocación de dulce capitán”, saber que con el tiempo el hijo será quien guíe, cuide y acompañe a la muerte a su padre, advertir que él se empequeñece a la vez que su hijo crece.

No podían faltar los momentos tiernos y lúdicos con el pequeño, los buenos tiempos, los juegos, recitarle poemas de Lorca y que el niño se ría y toque las palmas. El paraíso de la infancia.

La belleza lírica está muy presente en sus versos, en este relato del principio, por ejemplo:

 Cómo ibas a saber que aquel abrazo

abría una grieta en la montaña

donde el río empezó a traerme

Todo libro de Iván está lleno de agudezas,  el asombro siempre recorre sus versos,  posee una mirada capaz de hacernos ver lo fantástico y maravilloso en toda historia cotidiana, incide en ese matiz surrealista que puede tener toda situación, retrata con humor e ironía la vida. Este es un poemario lleno de ilusión y amor, de prometedoras expectativas, de reflexiones sobre nuestro existir, también el retrato de un padre primerizo que tiene muy presente el paso del tiempo y que es la muerte quien nos espera en la otra orilla, pero su apellido continuará por gracia de su hijo. Magnífico libro, como todos los de este autor, no se pierdan ni El padre de Sharon Olds, ni El padre hijo (de Sharon Olds) de Iván Onia.

                                                      Ana Isabel Alvea Sánchez

Reseña de Iván Onia a mi poemario «Púrpura de Cristal»

Purpura

En el nº 3 , marzo y abril, de la revista artística y literaria En Sentido Figurado, se publica la reseña del poeta (y amigo) Iván Onia Valero, en la página 9 para ser más exactos:

https://es.calameo.com/read/0012127520223742ebf6e

También se puede encontrar en el blog de Iván Onia, http://laspuntasdeltiempo.blogspot.com.es/, un blog que sin duda os recomiendo , genial este poeta .