Poemas de Eugénio de Andrade

El miércoles 12 de enero a las 19 horas en Casa del Libro, C/ Velázquez n.8, Sevilla, retomamos el Taller de poetas con la poesía de Eugénio de Andrade, os dejo algunos de sus poemas traducidos por Ángel Campos Pámpano, de la antología Todo el oro del día:

CASI NADA

El amor

es un ave temblando

en las manos de un niño.

Se sirve de palabras

porque ignora

que las mañanas más limpias

no tienen voz.

               Primeros poemas (1941-1944)

A UN CEREZO EN FLOR

Despertar, ser en la mañana de abril

la blancura de este cerezo;

arder de las hojas a la raíz,

florecer de esta manera o dar versos.

Abrir los brazos, acoger en las ramas

al viento, a la luz, a lo que sea;

sentir el tiempo, fibra a fibra,

tejiendo el corazón de una cereza.

                           Las manos y los frutos (1948)

CONSEJO

Sé paciente: espera

que la palabra madure

y se desprenda como un fruto

al pasar el viento que la merezca.

Los amantes sin dinero (1950)

SERÁN PALABRAS

Diremos prado bosque

primavera,

todo cuanto digamos

sólo es para decir

que fuimos jóvenes.

Diremos madre amor

un barco,

y sólo diremos

que nada hay

para llevarse al corazón.

Diremos tierra mar

o madreselva,

pero sin música en la sangre

serán palabras sólo,

y sólo palabras, lo que diremos.

                       Mar de septiembre (1961)

DESPEDIDA

Coge

todo el oro del día

en el tallo más alto

de la melancolía.

                       Ostinato Rigore (1964)

PLAZA DE LA MALA STRANA

Amo a estas palomas, a estos niños.

La eternidad no puede ser sino así:

palomas y niños haciendo

de la luz incomparable de la mañana

el lugar inocente del poema.

                             Escritura de la tierra (1974)

EL MURO ES blanco

y bruscamente

sobre el blanco del muro cae la noche.

Hay un caballo próximo al silencio,

una piedra fría sobre la boca,

piedra ciega de sueño.

Te amaría si vinieses ahora

o inclinases

tu rostro sobre el mío tan puro

y tan perdido,

oh vida.

                 

Materia solar (1980)

ME ASOMBRA QUE ESTOS OJOS aun duren todavía,

que sus piedras mojadas

se hayan demorado tanto en reflejar

un cielo extenuado

en lugar de aprender con la lluvia

a morder el suelo.

                                       El peso de la sombra (1982)

HAZ UNA LLAVE, aunque sea pequeña,

entra en la casa.

Consiente en la dulzura, ten piedad

de la materia de los sueños y de las aves.

Invoca el fuego, la claridad, la música

de los flancos.

No digas piedra, di ventana.

No seas como la sombra.

Di hombre, di niño, di estrella.

Repite las sílabas

donde la luz es feliz y se demora.

Vuelve a decir: hombremujerniño.

Donde la belleza es más nueva.

                                            Blanco en lo blanco (1984)

SUR

Era verano, había el muro.

En la plaza, la única evidencia

eran las palomas, el ardor

de la cal. De pronto

el silencio sacudió sus crines,

corrió hacia el mar.

Pensé: deberíamos morir así.

Así: arder en el aire.

                        El otro nombre de la tierra (1988)

EL ARTE DE LOS VERSOS

Toda ciencia está aquí,

en el modo que tiene esta mujer,

de los alrededores de Cantão,

o de los campos de Alpedrinha,

de regar cuatro o cinco bancales

de coles: mano certera

con el agua,

intimidad con la tierra

,empeño del corazón.

Así se hace el poema.

                  Cercano al decir (1992)

HAY DÍAS

Hay días en que creemos
que toda la basura del mundo nos cae
encima. Después
al asomarnos a la terraza vemos
a los niños que corren por el malecón
cantando.
No sé sus nombres. Uno
u otro se me parece.
Quiero decir: al niño que fui
cuando llegué a ser
luminosa presencia de la gracia
o de la alegría.
Una sonrisa se abre entonces
en un verano antiguo.
Y dura, dura todavía.

                 Los lugares de la lumbre (1998)

Eugénio de Andrade

EL LUGAR DE LA CASA 

Una casa que no fuese un arenal
desierto, que ni casa fuese;
sólo un lugar
donde llegó la lumbre y en su entorno
se sentó la alegría; y calentó
las manos; y partió porque tenía
un destino; cosa simple
y poca, pero destino:
crecer como árbol, resistir
al viento, al duro invierno,
y una mañana sentir los pasos
de abril
o, ¿quién sabe?, la floración
de las ramas, que parecían
secas y de nuevo se estremecen
con el súbito canto de la alondra.

traducción de Manuel Díaz Martínez