Poemas de Tomas Tranströmer

Creo que la mayoría conocimos a Tomas Transtömer cuando en 2011 recibió el Premio Nobel de Literatura. Nacido en Estocolmo el 15 de abril de 1931, falleció con 83 años el 26 de marzo de 2015, aunque lamentablemente sufrió un derrame cerebral en 1990, quedando reducida su habla y movilidad, aunque no le imposibilitó escribiendo- tuvo que aprender a escribir y tocar el piano con la mano izquierda- . Fue psicólogo, escritor, poeta y traductor. Se graduó en Psicología, en Historia de la Literatura y en Historia de las Religiones en la Universidad de Estocolmo en 1956. Un poco más sobre su biografía y obras:

https://es.wikipedia.org/wiki/Tomas_Transtr%C3%B6mer

Como decía, le dieron el Nobel y leí su antología El cielo a medio hacer de la Editorial Nórdica, prologado por Carlos Pardo, en el que se incluye desde su primer libro, 17 Poemas (publicado en 1954), hasta 29 haikus y otros poemas(2003), incluyendo textos de su autobiografía Visión de la memoria, recuerdos de la infancia y adolescencia. Años después , la editorial Nórdica publicará la antología Deshielo a mediodía, en el que se recoge el resto de su obra y El árbol y la nube, Obra poética 1954-2004, que abarca toda su trayectoria poética.

Algunas entrevistas que he encontrado:

https://elpais.com/diario/2011/10/07/cultura/1317938401_850215.html

https://www.abc.es/20121015/cultura-cultural/abci-cultural-libros-entrevista-transtromer-201210151157.html

«Porque a través de sus imágenes condensadas y translúcidas nos da un nuevo acceso a la realidad» dijo la Academia sueca cuando el concedieron el Nobel.

CARA A CARA

En febrero lo vivo estaba inmóvil.

Los pájaros preferían no volar y el alma

roía en el paisaje como un barco

roza en el muelle al cual está amarrado.

Los árboles nos daban la espalda.

La altura de la nieve se medía con juncos.

Envejecían las huellas de pasos sobre el hielo.

Se derretía el lenguaje bajo un toldo.

Algo llegó hasta la ventana un día.

Se detuvo el trabajo, yo levanté la vista.

Los colores ardían. Todo se dio la vuelta.

El mundo y yo dimos un salto el uno hacia el otro.

DO MAYOR

Cuando bajó a la calle luego del encuentro amoroso
remolineaba nieve en el aire.
El invierno llegó
mientras yacían juntos.
La noche lucía blanca.
Iba apurado por la alegría.
La ciudad toda se inclinaba.
La sonrisa de los que pasaban
-sonreían todos tras los cuellos subidos.
¡Todo era libre!
Y todas las interrogaciones empezaron a cantar la existencia

             de Dios.
Eso le pareció.
Liberada, una música
se deslizó a zancadas
por la vertiginosa nieve.
Todo en dirección al Do.
Una brújula trémula apuntando hacia el Do.
Una hora por encima del dolor.
¡Era fácil!
Sonreían todos tras los cuellos subidos.
                                                                         De «El cielo a medio hacer» 1962

DE MARZO DEL 79

Cansado de todos los que llegan con palabras, palabras,

                  pero no lenguaje,
parto hacia la isla cubierta de nieve.
Lo salvaje no tiene palabras.
¡Las páginas no escritas se ensanchan en todas direcciones!
Me encuentro con huellas de pezuñas de corzo en la nieve.
Lenguaje, pero no palabras.

De «La plaza salvaje» 1983

VERMEER

No un mundo protegido… Justo tras la pared comienza el

             estrépito
comienza la posada
con risas y rabietas, dentaduras, tañido de campanas
y el cuñado demente, donador de la muerte ante el cual

               todos deben temblar.

La gran explosión y los pasos tardíos del salvamento,
los barcos que se pavonean en la rada. El dinero que se desliza

 en el bolsillo equivocado,
exigencias que se amontonan sobre exigencias,
rojos cálices abiertos que sudan presentimientos de guerra.

Desde allí y atravesando la pared entra al luminoso estudio
entra en el instante que vivirá siglos.
Cuadros que se llaman “La lección de música”
o “Mujer de azul que lee una carta”:
embarazada, en el octavo mes, dos corazones golpean dentro

de ella.
Detrás de la pared, cuelga un mapa arrugado de la “Terra

 Incógnita”.

Respirar en calma… Una desconocida materia azul está clavada

en las sillas.
Los remaches de oro entraron volando a increíble velocidad
y se detuvieron en seco
como si no hubiesen sido nunca más que quietud.

Zumban los oídos, ya sea por la profundidad o por la altura.
Es la presión del otro lado de la pared.
Hace que cada hecho levite
y afirma el pincel.

Duele atravesar paredes, uno se pone enfermo de eso
pero es imprescindible.
El mundo es uno. Pero las paredes…
Y la pared es parte de ti mismo:
uno lo sabe o no lo sabe, pero así es para todos
salvo para los niños. Para ellos no hay pared.

El cielo claro se ha apoyado en la pared.
Es como una oración al vacío.
Y lo vacío vuelve su rostro hacia nosotros
y susurra
“Yo no estoy vacío, sino abierto”.

ARCOS ROMÁNICOS

Dentro de la enorme iglesia románica se apiñaban los

              turistas en la penumbra.
Bóveda abierta tras bóveda y sin vista de conjunto.
Algunas llamas de cirios aleteaban.
Un ángel sin rostro me abrazó
y susurró por todo el cuerpo:
«!No te avergüences de ser hombre, sé altivo!
Dentro de ti se abre, interminablemente, bóveda tras bóveda.
Nunca estarás completo, y así ha de ser.»
Me cegaron las lágrimas,
fui empujado a la piazza que hervía bajo el sol
junto con Mr. y Mrs. Jones, el Señor Tanaka y la Signora

Sabatini
y dentro de todos ellos se abría bóveda tras bóveda,

interminablemente.

                                                        De Para vivos y muertos, 1989

HUELLA XXII : «Y ahora»

2015-05-30-22-06-55

y ahora   que el invierno está llamando

y ahora        que el respirar es un trino

de papel entre el aire como pájaro preso

de sí mismo

 

nadie te busca por la infinita     mañana

nadie te espera en otro         amanecer

Julia Linares

 

 

 

 

Huella XIX: ÉCFRASIS

images

ANTE EL CAMINANTE SOBRE EL MAR DE NUBES

DE CASPAR DAVID FRIEDRICH

 

            Cimas nevadas acarician la claridad

de la luz. Cielo cárdeno sin brillo,

sin alma.

              Una sombra macilenta

-que asaetea enhiesta el cielo en su rubor-

hace gravitar su juncal oscuridad

-surtidor de sombra y muerte- como un mástil

varado,

 circundado por la niebla.

 

                            Subió a ver la mar y halló el fragor

de una batalla: las olas crepitando

entre las ramas, espumosas lenguas quebrándose

rítmicamente, inmarcesiblemente

entre las rocas de una playa

imaginaria.

Y el amor…

 

                                    Ya no hay aves en el cielo.

Fugitivas y asustadas emigraron

hace tiempo hacia no sé qué

lugares. Lejos.

Muy lejos.

No volverán más.

 

                              Y él, sobre aquel acantilado, inmune al dolor,

posa sus ojos –hirientes relámpagos que todo lo alcanzan,

que todo lo horadan- sobre las olas,

preguntando al silencio y a la luz,

                 impasible al grito fervoroso de las aguas.

 

                                Su figura enhiesta sobresale

elegantemente

en su contemplación callada.

Su sombra silente apenas logra apaciguar

               las aguas, calmar la turbulenta nada,

el crepitar de la niebla,

el embate de las olas,

el cimbrear de un océano en llamas.

de Ana Recio Mir

  

 

HUELLA XVII: LI PO BEBIÉNDOSE LA LUNA

Li Po

bebiéndose la luna

 

 

Fui azaroso viajero en manos de la belleza;

en su seducción vagué soñando sobre las flores,

campos, veredas y refugios,

con el amoroso goce que el sol esparce sobre la tierra.

Amé con la inocencia que el corazón dicta,

ajeno a la moral y sus infortunios.

Me tentó la utopía,

nadie es tan cruel que ignore el llanto de un niño.

Los pájaros comieron en mis manos,

traspasé la infamia con mi espada,

ningún valor di al lujo y abandoné la corte.

No ambicioné sino los sueños

que reposan en el fondo de una copa,

desvelando la soledad de todos los caminos.

Amigos, ahora que avanzo ebrio de estrellas

 

¡Cómo no entregarse a la mansa luna

en el dulce balanceo del agua!

 

¡Cómo no entregarse a la blanca sangre

que me llama desde el alto cielo!

 

¡Cómo no entregarse al lábil fulgor

que abrazo en su vértigo!

 

Triste orilla,

redonda ceniza plena,

danza brillando la noche

en la luz que

 

aúllo

 

y me acoge.

de Florencio Luque

 

 

 

 

 

 

 

 

 

HUELLA XVI: LA POÉTICA DEL CORAZÓN

la poética del corazón
«creemos que la gente es más feliz que nosotros y que nuestra desgracia es la mayor»,
h. n.
corazón mío vuela
vuela alto y hondo alto y claro
en un día aciago de nubarrones de melancolía
vuela corazón mío
que la alegría del nuevo día nos lleve lejos
por encima de los afanes de la congoja
corazón mío fénix de oro
por encima de los angostos caminos de las altas cumbres
de las heridas abisales de los días vacíos
avista desde arriba
vuela corazón mío
que las ducas no te fatiguen
llegó la hora mi corazón
precioso mecanismo ávido de ondas etéreas y claras
bello tesoro de aguas cristalinas
músculo de sol vuela vuela alto y claro alto y hondo
que las manos no te tiemblen
las tienes atadas por nervios de angustia
agarrotadas por congojas de hielo
tu pecho corazón mío tu núcleo
está helado de silencio aterrador soledad primorosa
encogido en un puño de acero por la mordedura del ansia
vuela vuela corazón mío
hasta los trigales verdes de primavera
al sencillo gesto de mirar una flor
meter los dedos en el agua del manantial
que los labios beban en la cuenca de tus manos
vacía el juicio llévame en volandas
escapa a las ataduras del sueño perverso de la razón
corazón palpita al intenso deseo de cálidos y sobrios néctares
al vuelo sutil de unas sábanas blancas al aire en la campiña
a la delicadeza de pasiones calmas sin zozobra
palpita a la inspiración ubicua del mundo
a la intuición natural del orden de las cosas
son muchos años llevándome colgado de ti
cuántos latidos corazón has dado hasta ahora
cómo sigues latiendo fiel corazón
cuando tiemblan estas líneas
sosteniéndome en verticalidad muchos años
de carbonizada oscuridad
sombras metidas en sombras
enterrado en la quietud absoluta de voces enloquecedoras
vuela vuela corazón mío corazón mío
alto alto claro claro hondo hondo
sigue latiendo no te canses
es la hora corazón razón mía
late corazón una vez más y otra vez
vuela suave ligero a través de mullidas nubes
enhebra el azul del cielo
divisa el crepúsculo dorado de sangre encarnada
un cuajo de linfa flamígera saliendo del mar entre la bruma
te necesito corazón
dame otro latido
corazón mío una vida más
                         de alan vico

 

HUELLA XV: He renunciado al cielo y a sus grandilocuentes atardeceres

HE RENUNCIADO AL CIELO Y A SUS GRANDILOCUENTES ATARDECERES

solo en la periferia de la muerte encontré a verdaderos ángeles

ángeles sin alas ni aureolas de oro

ángeles de ojos secos donde tiembla un desierto

pieles de ceniza y sonrisas quebradas:

curvas inapreciables donde nace el espejo

 

En sus estertores descifré los cantos más bellos

lejos de los edulcorados éteres

de los aspirantes a la gloria divina

a la armonía de acordes mayores

 

En vosotros encontré un hermano

en vuestra miseria sincera que arrolla trenes

en la pétrea corteza que esconde vuestro infinito

 

En el espíritu que no sustenta el cuerpo

deslizo un amor insondable

terrorífico como el abismo que nos separa

me atomizo en tierra

me hago arena

este dolor que canta mientras grita

se hace crujir del viento

 

No puedo elegir

pero ahora elijo lo que me fue impuesto

la herida del hemofílico

la sangre que se derrama como atardeceres líquidos

la aridez metálica del Sol Negro

 

Me sumerjo en la sordidez

como en su oxígeno el suicida conformista

como el cobarde a su rutina inapelable

como el hombre a su animalidad

como el mundo a su ciclo

 

Hablo en nombre del humillado  del sacudido

de los agonizantes que respiran hierro

de los predicadores de lenguas extirpadas

de los soñadores que prestaron sus ojos al horizonte

 

 

Inundado de infinito y de infierno

viviendo en las cornisas

acariciado de locura

 

Me he armado contra el vértigo que me apuntaba

he afilado mi coraje en el cañón de su fusil

mordiéndolo

me deslizo en las cadenas de la miseria y juego

me acuna el absurdo y bailo al son de su nana.

Alfonso Hoyos Morales

HUELLA XIII: CONSUELO DOMÍNGUEZ LIÉBANA

Por mi cuerpo

se deslizan las gotas

como música

___________________

Cálido otoño

cogemos la rebeca

con su llegada

___________________

Paso a paso

llegamos al destino

Que elegimos

___________________

Las hojas caídas

anuncian un tiempo

cubren el suelo

 

                        Chelo

HUELLA XII: HUIDA DE EGIPTO

Huida de Egipto

He de decir que no he sido libre

lo noto en mis ropas

en mi piel curtida

en la expresión de mi rostro

modelado por la angustia

en mi sangre

en el dolor

en mis manos encallecidas

lo noto.

 

En tus dominios

en el desierto

bajo las alas de tu protección

junto a las piedras

de la pirámide

buscamos la salvación

 

y es que eres un mar

que lo envuelve todo

y que nos impide pasar.

 

Pero hoy un hombre

alzó su bastón

y abrió en dos las aguas.

 

Javier Castel Sánchez

LA NUEVA ÉPICA: JULIO LLAMAZARES

DE LA LENTITUD DE LOS BUEYES                          

  1

Nuestra quietud es dulce y azul y torturada en esta hora.

Todo es tan lento como el pasar de un buey sobre la nieve. Todo tan blanco como las bayas rojas del acebo.

Nuestro abandono es grande como la existencia, profundo como el sabor de las frutas machacadas. Nuestro abandono no termina con el cansancio.

No es un error la lentitud, ni habitan nuestras almas las oquedades del conocimiento.

En algún zarzal lejano anida un pájaro de aceite que nace con el día. Siento su sed granate algunas veces. Su abandono es tan dulce como el nuestro.

Su lentitud no está desposeída de costumbre.

4

Yo vengo de una raza de pastores que perdió su libertad cuando perdió sus ganados y sus pastos.

Durante mucho tiempo mis antepasados cuidaron sus rebaños en la región donde se espesan el silencio y la retama.

Y no tuvieron otro dios que su existencia ni otra memoria que el olvido.

Caliente aún está la piedra donde bebían la sangre de sus vides al caer de la tarde. Pero qué lejos todo si recuerdo.

Qué lejos de mí la región de las fuentes del tiempo, el lugar donde el hombre nace y se acaba en sí mismo como una flor de agua.

Ellos no conocían la intensidad del fuego ni el desamor de los árboles sin savia.

Los graneros de su pobreza eran inmensos. La lentitud estaba en la raíz del corazón.

Y en su sosiego acumularon monedas verdes de esperanza para nosotros.

Pero el momento llegó de volver a la nada cuando los bueyes más mansos emprendieron la huida y una cosecha de soledad y hierba reventó en sus redes.

Ahora apacientan ganados de viento en la región del olvido y algo muy hondo nos separa de ellos.

Algo tan hondo y desolado como una zanja abierta en mitad del corazón.

15

Cuando vuelvas a casa, te explicaré el sonido del sol entre los fresnos y el sabor de los panes más antiguos.

Te llevaré en silencio hasta un lugar de brezos.

Te mostraré la gruta helada del deseo donde se esconden treguas verdes y hogueras esparcidas, y tú serás, bajo mi vientre, como sangre mordida.

Entonces, desgranaré en grumos azules el silencio.

Mi voz es vieja (y tú lo sabes) como campana colgada del vacío. Mas no hallará paredes despobladas donde ocultar sus ecos más profundos, ni habrá viñas agraces sembradas en su asombro.

Porque, ya para entonces, la mansedumbre habrá brotado como vinagre vertida sobre el sueño, y habrá quien reclame los surcos desolados de la ausencia.

Cuando vuelvas a casa, te explicaré el rumor de las ortigas en la sangre.

19

Vendrá el silencio, y cruzaré la nada. Y encontraré la muerte flotando sobre el heno.

Viejas leyendas acecharán mis pasos en el lugar donde germina la superstición.

Y en los últimos páramos, la escarcha borrará las huellas de mi ausencia para que así podáis seguir alimentándoos de olvido.

(¿Acaso recordáis la lentitud de vuestros padres cuando la hierba ya ha ocupado su lugar?)

El barro que ahora habito se fundirá en vosotros como el esparto aplicado a las heridas.

Frutos agraces traspasaran mi alma cuando abandone los lugares profesados en la cohabitación.

Pero seguramente nadie recordará mi forma ni la oquedad silente que ocupará mi sitio.

Seguramente entonces, al borde de la nada, más allá del silencio, yo estaré preguntándome el porqué del olvido, la abrasada razón por la que el tiempo coloca amargas hierbas sobre nosotros.

Y una sustancia antigua, como de tallos verdes, manará lentamente del silencio como única respuesta.

Julio Llamazares, La lentitud de los bueyes

 

HUELLA XI: FRANCISCO CARRASCAL

La temperatura sustenta el molde de tu vientre

donde la ventana es más que su hueco,

igual que el canto del pájaro es mucho más que el pájaro

y un soplo de aire sabe poner nombre a tus cabellos

uno a uno,

verso a verso,

el martillo es el eco de la puntilla golpeada y nada más,

tu presencia es entonces mi necesidad,

es mi aire,

es mi fuerza,

nuestras plumas.

 

Así que deja sobre la mesa tu nombre

para que se lo lleve el viento.

 

Y espera.