
El miércoles 16 de febrero, a las 19 horas, presentamos el libro colectivo «Un altar de palabras», en Casa del Libro de Viapol.
En el principio era el logos, el verbo, dice el Evangelio según San Juan. Y la palabra estaba cerca de Dios, y Dios era la palabra. Por medio de ella todo fue creado. Y los escritores que lo siguen levantan este altar de palabras conscientes de la importancia del lenguaje para transmitir su legado.
Indica el editor en su nota introductoria que este libro fue fruto de una conversación en una cafetería sobre los males de la sociedad, su exceso de consumismo y déficit de espiritualidad, entre ellos, y tuvieron el deseo de transmitir la luz que ellos sienten en el Evangelio.
Yo tengo que confesar que soy agnóstica y, no obstante, me ha gustado este libro colectivo, pues recoge un elenco de buenos poetas y poemas, así como aforismos y oraciones. Este altar lo levantan: Antonio Praena, Carmelo Guillén Acosta, Ander Mayora, José Julio Cabanillas, Enrique García-Máiquez, Enrique Baltanás, Gabriel Insausti, Jesús Cotta, José Antonio Fernández Sánchez, Víctor Jiménez, José María Jurado, Lutgardo García, Daniel Cotta, Félix Trull, Dora Rivas y José Mateos. Todos los poemas, en su variedad formal procedente de diferentes voces, tienen como hilo conductor la figura de Cristo, en un lenguaje de la tribu cuidado.
Se inicia con los poemas de Antonio Praena. Reconozco que me gusta este autor, desde que conocí su verso Dios es negra, de su poema Graffiti. Quienes lo conocen saben de su estilo sobrio, directo, lenguaje coloquial, la intensidad que logra en sus poemas de verso sentencioso, en el que brilla un discurso inteligente y reflexivo y una mirada crítica, como la denuncia del egoísmo o individualismo, el imperio del vacío o el sentido de la vida que ofrece la fe –tener sentido o no tenerlo,/… Morir de haber vivido o morir escasamente-, el significado de amor y perdón que tiene Cristo –Mi infancia son tus ojos,/los ojos que miré desconociendo/ lo que duele crecer,/ lo que el futuro dolería y qué difícil/ mirar con compasión cuanto agonece-. Cuestiona el poder del lenguaje, pero quien se calla sería cómplice: Quien ni siquiera se conmueve/ de la impotencia suya y dice/ lo que ve, lo que escucha,/ para que, al menos, el olvido/ no se trague el lamento,/ jamás verá la luz ni se verá a sí mismo . Subraya la devoción y amor a Cristo, el enorme amor que supuso su pasión y crucifixión, una deferencia que también se halla en los restantes autores.
Subyace, como no podía ser de otro modo, un acusado sentido de trascendencia en los poemas. No se concibe la vida sin la existencia de Dios, guía en el camino, cuyas enseñanzas siguen, y refugio en sus vidas, es lo que viene a decir Adónde vas a ir de Carmelo Guillén Acosta , el poema de los hermanos Jesús y Daniel Cotta o los hermosos sonetos de Víctor Jiménez. En la ausencia de Dios se pierde el sentido de la vida, se hallarían desnudos ante la Nada, rodeados de Incertidumbre, en medio de la oscuridad, vivirían en el miedo –como dice Enrique Baltanás en su poema Pues todo río es siempre el mismo río-. Este poema, de estilo reflexivo y versos aforísticos, hace referencia al momento en el que Cristo anda sobre el mar (Mateo 14: 22-33), en él apela a los filósofos griegos y a la mitología y cita al náufrago metódico de Luis Rosales, para incidir en ¡Hombre de poca fe!, ¿por qué dudaste?
Se resalta el contraste entre vivir dentro o fuera de la fe, el mundo resulta más lúgubre sin su existencia, así José Julio Cabanillas confronta la crueldad humana con la compasión y el gesto de Verónica en su poema.
Félix Trull incide en sus aforismos en cómo la fe puede hacernos mejores personas –En la fe pierdes la corteza, ya eres todo migas-, ilumina el camino de las prioridades y reubica los valores, te muestra la Verdad, el Camino, te enseña a valorar la vida. La fe es una gracia que se vierte como agua/ solo sobre quien antes se ha vaciado como cuenco.
De José Mateos encontramos Las siete palabras de Cristo en la Cruz, siete comentarios para ser recitados durante la interpretación de Las siete últimas palabras de Nuestro Salvador en la cruz, de Franz Joseph Haydn, una reflexión de lo que significan las últimas palabras de Cristo, a la vez que recrea sus últimos momentos; cada comentario hace referencia a una frase. Las ideas que subyacen, según mi lectura, son las siguientes:
Primera palabra: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Si el hombre hace el mal es por ignorancia.
Segunda palabra: Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso, le dice a uno de los ladrones crucificado con él, prueba de la unión que surge en el dolor y la agonía y cómo cualquier pecador arrepentido puede entrar en el Reino de los Cielos.
Tercera palabra: Mujer ahí tienes a tu hijo. Y al amigo: ahí tienes a tu madre. Debemos cuidarnos los unos a los otros. Y añade el autor: La fragilidad es el único hilo invisible que nos hermana a todos.
Cuarta palabra: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado? El sentimiento de abandono, la existencia nos parece entonces como un pellejo hinchado de aire solamente, sin nada dentro.
Quinta palabra: Tengo sed. Una poética y lúcida meditación sobre la sed del hombre, quienes abrazan la fe la sentirán colmada.
Sexta palabra: Todo está cumplido. Tal vez todos tengamos un destino que cumplir y la vida no sea más que obediencia.
Séptima palabra: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Después de recordar toda la belleza perdida, se entrega a un Misterio de amor, origen del mundo, contra el que no puede la Nada. Y su ejemplo seguirá creando belleza.
Aquí os dejo el enlace de la reseña completa, mi agradecimiento a la revista Rótula: https://www.revistarotula.es/2022/02/en-el-lenguaje-del-amor.html
AGNUS DEI
Cordero de Dios,
cordero agonizante que recibes
la violencia del mundo
igual que un pararrayos en la noche.
Sobre tu cuerpo se descarga una ira
tan antigua y tan nueva.
El último temblor de la tormenta que somos;
un eclipse de bien que nos convierte en eclipse.
Cordero derribado a puntapiés
de cada bota en cada campo de batalla.
Cordero que recibes el mordisco
de un libro que está dentro de nosotros
y , siendo el lobo nuestro,
es siempre el mismo lobo.
Cordero que te dejas humillar
entre la lavadora y la cocina.
Cordero que haces cola
en la agencia de empleo,
que arrastra el carrito en el mercado,
silencio ante la burla de los dientes,
blanco al tacto, amoratada en puños.
Y una llamada a emergencias.
Cordero que desciende a los infiernos
donde los ojos aúllan
donde los besos golpean,
donde la carcajada dicta llanto:
tú que habrás de volver
porque ya estás presente,
ten piedad de este lobo.
Antonio Praena
(Mateo 14:22-33)
Pues todo río es siempre el mismo río,
aunque cambie el color o el volumen de sus aguas,
y fluye hacia la mar que es el morir,
Heráclito y Parménides llevaban
ambos y por igual razón bastante.
Entre Escila y Caribdis vive el hombre,
que alguien llamó, llamándose a sí mismo, el náufrago metódico.
Pero en la mar, en el lago o en el río
hay una mano que se tiende al náufrago,
una voz que le grita ¿por qué dudas?
Y es la duda y el miedo,
apenas siente la terrible fuerza
de los vientos que azotan en su cuerpo,
lo que termina por hundir al náufrago
en las oscuras aguas de la muerte.
Y cuentan que a ese náufrago metódico
la misma mano lo agarró y le dijo:
hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?
Y al subir a la barca cesó el viento.
Enrique Baltanás


