HE RENUNCIADO AL CIELO Y A SUS GRANDILOCUENTES ATARDECERES
solo en la periferia de la muerte encontré a verdaderos ángeles
ángeles sin alas ni aureolas de oro
ángeles de ojos secos donde tiembla un desierto
pieles de ceniza y sonrisas quebradas:
curvas inapreciables donde nace el espejo
En sus estertores descifré los cantos más bellos
lejos de los edulcorados éteres
de los aspirantes a la gloria divina
a la armonía de acordes mayores
En vosotros encontré un hermano
en vuestra miseria sincera que arrolla trenes
en la pétrea corteza que esconde vuestro infinito
En el espíritu que no sustenta el cuerpo
deslizo un amor insondable
terrorífico como el abismo que nos separa
me atomizo en tierra
me hago arena
este dolor que canta mientras grita
se hace crujir del viento
No puedo elegir
pero ahora elijo lo que me fue impuesto
la herida del hemofílico
la sangre que se derrama como atardeceres líquidos
la aridez metálica del Sol Negro
Me sumerjo en la sordidez
como en su oxígeno el suicida conformista
como el cobarde a su rutina inapelable
como el hombre a su animalidad
como el mundo a su ciclo
Hablo en nombre del humillado del sacudido
de los agonizantes que respiran hierro
de los predicadores de lenguas extirpadas
de los soñadores que prestaron sus ojos al horizonte
Inundado de infinito y de infierno
viviendo en las cornisas
acariciado de locura
Me he armado contra el vértigo que me apuntaba
he afilado mi coraje en el cañón de su fusil
mordiéndolo
me deslizo en las cadenas de la miseria y juego
me acuna el absurdo y bailo al son de su nana.
Alfonso Hoyos Morales