
La profesora titular del Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Granada y crítica literaria- abreviando mucho su extendido currículum- Remedios Sánchez García, editora además de la poesía completa de la poeta granadina Mariluz Escribano Pueo ( 1935-2019) y quien ha realizado el detallado y brillante prólogo que la precede, nos hablará de la poesía de Mariluz Escribano en dos sesiones: miércoles 14 de diciembre a las 19 horas y 18 de enero a la misma hora, ambas por Meet.
Mariluz creció en el bando de los vencidos, lamentablemente asesinaron a su padre en 1936, cuando ella contaba con tan solo un año de edad, destituyeron a su madre de sus labor de docente y, desposeída de todo patrimonio, tuvieron que exiliarse al norte (Palencia) hasta que Luisa Pueo fue absuelva en el expediente abierto contra ella por simpatizante de izquierdas, Mariluz tendría 4 años cuando regresa a Granada ; aunque su madre intentó por todos los medios ocultarle estos acontecimientos y evitarle el odio.
Mariluz simultanea estudios de Magisterio ( al igual que sus padres) con los de Filosofía y Letras, especialidad de Geografía e Historia. Se casa y vive en Jerez de la Frontera, en Estados Unidos un año y medio, para regresar a Granada en 1967. Fue Catedrática de la Lengua y la Literatura desde 1987 hasta su jubilación. Muere trágicamente su marido en un accidente en 1985 y se queda sola con cinco hijos. Tuvo una productiva labor como columnista en los periódicos, ejerciéndola con conciencia crítica, llegando a publicar -el 8 de marzo de 1970- su controvertido artículo , «No nos debes nada, Federico». Ejerció siempre un intenso activismo cívico. A los 35 años empieza a escribir poesía. Indica Remedios Sánchez que la suya es la voz de los vencidos, de la memoria histórica, del compromiso con la verdad y con la defensa de la paz y la justicia, pero no una paz que se sostenga en el olvido o el silencio. No será hasta 1991 cuando se publique Sonetos del alba, con 57 años. Esta publicación tardía la sitúa fuera de su generación ( la llamada «Promoción del 60″), como a otras muchas escritoras. Y tampoco, ni temática ni formalmente, se ajusta su escritura a corriente poética alguna: » Ser poeta, para mí, es implicarse en la realidad cotidiana, empezando con la de una misma, una forma de ser y de estar en el mundo. Y puedo hacerlo, porque desde siempre escribo desde mi libertad, como quiero y cuando quiero, porque nunca he buscado nada más que responder a una inquietud que vive dentro de mí. Al margen de corrientes estéticas y de grupos, yo soy un verso libre», declara Mariluz.
Mariluz puede representar perfectamente a todas las mujeres, y a todas las escritoras, de su época. La mujer perdió muchos derechos y libertades con el régimen franquista, la ley nos retrocedió muchísimo. En su poema «Canción de la afirmación» destaca Remedios la voluntad de afirmación de la autora como mujer , su voluntad de recuperar la memoria de todos aquellos asesinados, así como la voluntad de comprometerse con la sociedad de su tiempo. Como ha ocurrido con el cuerpo de Federico García Lorca, tampoco hallaron el de Agustín Escribano, padre de Mariluz, tal como se indica en un poema.
Remedios distingue varias etapas en la poesía de Mariluz. La primera de ella, más clasicista en lo formal , la constituyen : Sonetos del alba, (1991), Desde un mar de silencio (1993), Canciones de la tarde (1995).
Su segunda etapa se inicia con Umbrales de otoño (2013), en la que predomina el compromiso sociohistórico, la reconstrucción de la memoria colectiva en torno a la Guerra Civil, centrándose en la figura de la madre y del padre, en los recuerdos de su infancia. Ya se había aprobado la Ley de Memoria Histórica y se empieza a entender mejor la escritura de esta autora. Seguramente ella consideraría que era el momento oportuno de sacar a relucir la verdad y de profundizar en nuestro trágico pasado, pues en la Transición estaban las heridas demasiado candentes, y opinaba que la sociedad debía conocer y saber para no volver a repetir la misma historia, describir el pasado desde el presente con la intención de desvelar una memoria que construya un futuro de paz y de memoria. Aquí se integra igualmente El corazón de la gacela (2015) , en el que habla desde su yo para dar voz a toda su generación. Su último libro fue Geografía de la memoria (2018), una especie de memorias.
Remedios Sánchez resume con estas palabras su poesía: memoria y perdón. Reconstruye le memoria desde el yo al nosotros, es una voz clara de la concordia, del humanismo cívico. Destaca de esta poesía su singularidad, libertad, independencia y la autenticidad que la sustenta.
Entre sus obras destacan los poemarios Sonetos del alba, (1991), Desde un mar de silencio (1993), Canciones de la tarde (1995), Cartas de Praga (1999), Sopas de ajo (2001, 2ª ed.), Memoria de azúcar (2002), Ventanas al jardín (2002), El ojo de cristal (2004), Jardines pájaros (2007), Los caballos ciegos (2008), Escuela en libertad (2009) y Umbrales de otoño (2013, ganadora del Premio Andalucía de la Crítica); en colaboración con Tadea Fuentes ha publicado, Diálogos en Granada (1995) y Papeles del diario de doña Isabel Muley (2º ed. 2008). Su última obra publicada es el poemario El corazón de la gacela (Valparaíso, 2015). Dirigió y presidió desde su fundación, en 2005, la prestigiosa publicación semestral EntreRíos. Revista de Arte y Letras. En 2015 se le concedió la Medalla al Mérito de la Ciudad de Granada.
El fallecimiento de Mariluz Escribano tuvo lugar el 20 de julio de 2019 a causa de problemas respiratorios. Tenía 83 años de edad.
Os dejo algunos poemas:
IX
Tuya es mi voz y el hueco de mi mano,
mi cálida sonrisa intrascendente,
los suspiros que van, sencillamente,
de mi aliento a tu aliento tan lejano.
Nada vive en mi sangre tan cercano
como tu corazón. Serenamente
creces en mi, y en mÍ como simiente
te guardaré mañana. Y será en vano
que la tarde me llame a la tristeza,
con sus dorados tonos otoñales
porque te tengo a ti por centinela.
Y es tanta la ternura y la tibieza
que derraman tu gesto y tus modales
que tu sola existencia me consuela.
XVIII
Hay un cantar de alondras por el viento
en la mansa quietud de la mañana,
y un repique lejano de campana
en la alta claridad con que te siento.
Porque eriges en mí tu pensamiento
tu ternura me borda en filigrana,
y hay un desmayo leve que engalana
esta entrega total en que consiento.
Dulces horas amantes compartidas,
cuando todo es silencio por la tarde,
última luz de ocaso ya cumplida.
Vale la plenitud de nuestras vidas
la noche sideral en la que arde
una estrella fugaz y estremecida.
de Sonetos del alba (1991)
DESDE UN MAR DE SILENCIO
En el niño el misterio es su mirada intacta
que adjetiva la savia del húmedo futuro,
cuando alcanzar al hombre es nombrar la tristeza
y sentir como el tiempo suprime los pronombres.
El niño es el regreso a un espejo de hierbas
con senderos que surcan un sol indeclinable
que los pájaros vencen con sus vuelos oscuros.
El recuerdo camina con sus pasos de lino
por la laguna inmensa de sus puras pupilas,
y como el mar regresa,
con vocación de ola,
a posarse en la densa penumbra
de los sueños.
Y es así que esta tarde,
cuando me miro y siento los puñales del tiempo
con esquinas de múltiples alfileres de agua
que me cosen la boca con heridas pequeñas
con sosiegos, silencios
y soledades claras.
Cuando no tengo a nadie a quien cantarle un verso
o darle una limosna de beso remansado,
con quien hablar de nada
con serena tristeza,
leo a Guillén y pienso:
el amor fue mi casa,
quiero decir mi madre,
con sus andares lentos,
con su afanoso amor por ordenar la casa
y conservar la harina de los racionamientos,
los retales,
los hilos
y la esperanza intacta.
Necesario es decir que mi madre cantaba.
Yo no sé si cantaba para olvidar escombros,
ruinas,
muertes,
tristeza,
guerras,
hombres,
palabras,
telarañas del tiempo,
sangre no regresada,
pero yo la miraba desde el patio llovido,
sentada en la terraza,
cuando el otoño alzaba una luz de madera,
y pensaba: es mi madre,
definitivamente,
y mi madre es mi casa.
Detrás de los visillos silenciosos y albos,
náufragos en el aura dorada de la tarde,
habitaba la luz insomne de mi madre,
su silencio de flor,
su soledad de pájaro.
Yo la miraba estar,
nunca quieta,
gozosa,
amasando la blanca pobreza de la harina.
Otras veces, tocaba, sosegada, el piano
o cosía con leve puntada primorosa
para evitar la dura pobreza de las telas.
La casa era modesta,
pero mi madre hermosa,
con sus gráciles manos como ríos o arroyos
que trabajan la inmensa desolación del tiempo.
Su cuerpo se poblaba de fantasmas insomnes
de tristezas de hilo guardadas en baúles
y recordaba siempre, con mirada de sueño,
la palidez de agua de su infancia de musgo.
La nostalgia era en ella sustancia de madera,
persistencia de algas sobre los ojos limpios.
Mi madre era la fuerza sideral de los hondos
caminos de la espiga alejada del agua.
Y es que yo la miraba desde el patio llovido,
cuando la superficie de la tarde moría,
y sabía que ella reposaba un momento
y leía despacio a Miguel de Unamuno.
Y ahora, cuando no vuelve,
cuando la llamo y nada
presagia su palabra de inmediata costumbre,
desde el patio la llamo,
desesperadamente,
y sólo el mar responde,
es decir, sólo el viento,
quiero decir la brisa,
aquella que movía su pelo, levemente,
mientras la luz de otoño deshacía
la suave penumbra de los arces.
Desde un mar de silencio (1993)
—
NOCHE
Ahora que es de noche
y solo me acompañan
las rosas desvaídas
con sangre de diciembre,
y en la ciudad se abren
los ojos del insomnio
tras las ventanas ciegas
de gentes sin historia,
me pregunto si es tarde
para empezar mañana
a recordar las fechas
de antiguos calendarios.
—
LOS OJOS DE MI PADRE
Los ojos de mi padre,
los ojos de mi padre,
mirándome en la patria cereal de los trigos,
en un tiempo de cunas
mecidas por el viento de la guerra,
mirando cómo crezco
en los abecedarios
y conquisto sonidos primitivos
balbuceos, palabras necesarias,
porque él me empuja y vuelve,
desde su corazón y sus espigas,
su corazón de tierra y manantiales,
patria de tierra y gritos apagados.
Mi padre es un silencio
que mira como crezco.
Sus manos me conforman,
me miran la estatura,
la dimensión del cuerpo,
averiguan gozosas
que me elevo en trigal.
Las manos de mi padre
tocan mi cuerpo y cantan,
y yo sé que me acunan
con nanas de caballos,
con la salmodia triste del judío,
del converso que habita por su sangre.
Pero paseo con mi padre.
Abandono en sus manos
mis manos tan pequeñas,
y al calor de su sangre
mis pulsaciones tienen
una ambición de tiempos.
En las luces inquietas de la tarde,
al borde de la noche,
vamos pisando hierbas, territorios,
ríos como torrentes, manantiales,
horizontes donde la niebla habita,
paisajes metalúrgicos y bosques,
ciudades, vientos, cordilleras,
blancas constelaciones.
Camino con mi padre.
Me nombra a las palomas,
pájaros migratorios,
aguanieves que rozan las praderas,
alcaudones de viento,
golondrinas, gorriones, avefrías.
Y todo pasa y llega de su mano,
y a mi infancia regresa
el calor confortable de su sangre
Cuando llegan los días de septiembre,
láminas del otoño,
las madrugadas frías y estrelladas
detienen sus palabras.
Pero es sólo un instante
de sangre y de fusiles
porque mi padre vuelve del silencio
y pasea conmigo
el callado silencio de las calles,
y los campos sembrados
y las constelaciones,
y su voz de madera me acompaña, me mira cómo crezco.
Todo el mundo conoce
que heredé de mi padre una bandera.
MARILUZ ESCRIBANO (2) – YouTube
—
DESDE UN TIEMPO
Escribo desde un tiempo
labrado en lo remoto,
con sonidos de pozos
abiertos en la arcilla,
y el llanto de las piedras,
las lágrimas del trigo,
un vuelo de palomas
y hierros y fusiles.
De Umbrales de otoño (2013)
—
EL TIEMPO
Ahora que el tiempo ha dejado su huella,
sus pequeñas heridas
en el hueco del rostro,
ahora que todo pasa
por un espejo cóncavo
y da miedo asomarse
a los escaparates
con su luz de neón
y las bellas ofertas
no hay nadie que me quite,
una infancia de calcetines blancos,
zapatos de charol
y una mirada clara.
Después de tantas lluvias
y atardeceres lentos,
ahora es tiempo de paz,
de paz y de memoria.
—
LA CASA SOSEGADA
En Pedrosa del Príncipe
Golondrinas y alondras
sobre los olmos grises.
En el caudal del río
el aire es transparente.
Entre los juncos duermen
los ojos del silencio
que miran el sosiego
de los campos de trigo,
y se bañan las horas
con lentitud de siglos.
Suenan trinos pequeños
entre las bardas,
son música en el aire
de la mañana.
Más allá la penumbra,
la casa sosegada,
esa que sólo habitan
mi corazón y el viento.
—
TELEGRAMAS
Tenían una voz azul mar
y un oscuro desconsuelo
cuando noche cerrada
llegaban a tu puerta
y llamaban con puños imperiosos.
Pronunciaban mi nombre,
y el corazón saltaba
con nobleza de puma.
las noticias volaban
con reflejos azules,
sobre un lago de tristeza profunda.
No eran nunca palabras admirables,
eran tristes noticias imposibles,
palabras que dejaban
el corazón perdido entre la niebla.
Telegramas azules
para una noche inquieta,
cuando una lágrima desciende
y se convierte en río.
—
ESCRIBIRÉ UNA CARTA PARA CINCO
Cuando surja la luz de primavera,
y las rosas dibujen sonrisas de colores,
escribiré una carta para cinco muchachos,
contándoles lo mucho que gané con la vida.
Escribiré desde una nube blanca,
con una tinta azul que no la borre el tiempo,
porque no volveré a pisar las arcillas,
ni la dura tristeza del asfalto.
Contaré que mi vida
fue una historia muy larga,
con mapas y lecciones
en un palacio antiguo,
el fragor de los trenes
hacia el país del trigo,
la lluvia sobre el mar
y las arenas suaves.
El Cantábrico allí,
tan lejos de Granada.
Después vinieron ellos,
esos cinco muchachos,
y los días pasaron
con nanas y con besos,
con los ojos dormidos
en cuna almidonada.
Mi corazón estuvo
siempre en guardia con ellos
Y ahora que ya han crecido
y conocen los mundos de las hierbas
los nombres de los pájaros,
la música del mundo,
los placeres del libro,
creo que ya he cumplido
mi misión en la tierra.
Escribiré una carta para cinco
cuando la primavera arribe
y me inunde la casa de amarillos.
El corazón de la gacela (2015)
—
DETRÁS DE LOS VISILLOS
Te escribiré en septiembre,
cuando los bosques incendiados
tengan la luz del cobre
y las hojas desciendan
en el aire calmado
hasta una hierba dulce.
Tengo en la mano un pájaro
y una rama de cedro,
y sé que el ruiseñor
se aventuró en su historia
de atravesar el mar.
Primero descansó en la fuente de mármol
del jardín en que habita la memoria.
Cuando levantó el vuelo y me dejó su canto,
me desnudé de una música bella,
y entonces recordé
que te debía una carta
en la que te contara
las pequeñas historias de mi vida,
esas que no recuerdas,
aquellas que perdieron el sabor de la tierra,
el aire de los álamos
en la pradera verde,
el olor de los frutos,
el sonido feroz de las tormentas.
Te escribiré una carta cuando llegue septiembre,
y pueda recordar el olor del mastranzo,
y el color de ese pájaro
que tuve entre mis manos,
antes de volar alto a la cumbre del cielo.
—
CUANDO ME VAYA
Dejaré un silencio en el recuerdo,
sonidos de una voz que fue muy joven,
y un aroma de sándalo y cipreses
para que no me olvides.
Y ahora, cuando el sol desaparece,
y hay promesa de una noche clara,
las estrellas se esconden
y están muertas de tanta nívea luz.
Dejaré abierta la ventana.
Un gorrión divulgará mi huida,
y un frescor de mañana
anunciará mi marcha,
con trémula voz para llamarte.
Cuando me vaya
perderé las praderas,
los bosques encendidos de noviembre,
el verde del jardín en primavera,
la tenue luz de los planetas,
la sonrisa de un niño,
el calor de un amigo,
lágrimas de dolor por los caminos
que transité tan alta,
la caricia de un perro
que dio fuego a mis manos.
Cuando me vaya
habré perdido tantas cosas,
que creceré en trigal
por no morirme.
Geografía de la memoria (2018)