Poemas de Cees Nooteboom

Novelista, ensayista, poeta, traductor e hispanista, es uno de los escritores más destacados de Europa. Por su polifacética obra ha merecido diversas distinciones , aquí os dejo algunos poemas de su antología Luz por todas partes. La antología tiene la peculiaridad de empezar con sus libros más recientes y recorre el camino hacia sus primeros libros.

DESTERRADO

Embarcadero, el barco que se aleja

navegando sobre cristal.

Ahora estoy solo con Chong Er,

la llanura es mi panorama,

mis amigos los eremitas de las colinas,

hombres ya casi de piedra.

Sombrío me quedo en adelante,

lejos de los ciervos blancos

en los que cabalgábamos por campos de nubes

y niebla.

Entre esto y la muerte

un tiempo para los pensamientos

que nadie ha escrito, vergüenza en un pizarrín

con tiza blanca, mi nombre liberado

de sus letras, vacío

como un sonido.

Marfil y joyas,

Todo eso lo conocía, mi sombra

desaparece en un pliego del tiempo,

nada dejo, molido

entre el cascote de los días

comparto el destino de piedras y conchas,

un príncipe sin palabras

en una tela

tejida de nada.

          Luz por todas partes, 2012

QUIEN NO somos 

quien nosotros mismos somos.

Quien está sobre las palabras

quien está en las palabras,

Quien está junto al pensamiento

quien es el pensamiento.

¿Quién deja la huella

en la blanca arena

de la página?

¿Y quién lo lo explica?

fragmento de Una huella en la blanca arena

HARBA LORI FA[1]

¡Tantas formas de existencia! ¡Tantas gentes
para sufrir y reír en estas colinas pedregosas!

La higuera se inclina mirando al sur,
sobre nosotros el ronquido suave de un avión.
  

Mi amigo espera junto a un arbusto de agudas espinas.
Conoce la historia de su perdición,

vemos el brillo del mar
entre agallas y cardos, una vela a lo lejos.

Todo duermeDadme otra vida y no la quiero.
Conchas y grillos, colmado está mi cáliz de eterno mediodía.

El río en donde ayer bebí llevaba un agua fresca y clara.
Vi el laurel reflejadovi cómo la sombra

  
de las hojas se iba deslizando por el fondo.
Eso es todo lo que anhelaba. Harba lori fa.

Mis años penden de un hilo. Soy pues
la araña del camino, que teje su tiempo poligonal

entre zarza y zarza,
hasta que pasa el caminante hacia el puerto,

el caminante que golpea con su bastón.

             Así pudo ser, 1999

BASHO I[2]

Anciano entre los juncos recelo del poeta.
Va de camino al Norte compone un libro con los ojos.
Se escribe a sí mismo en el agua ha perdido a su maestro.
Amor tan sólo en las cosas talladas de nubes y vientos.
Esa es su vocación visitar a los amigos para la despedida.
Reunir calaveras y labios bajo el agitar de cielos.
Siempre el beso del ojo traducido en la coacción de las         

            palabras.
Diecisiete el número sagrado destinado a la visión.
El desgaste pasado se congela petrificado como una mariposa.
En marea de mármol los fósiles pulidos.
Por aquí pasó el poeta en su viaje hacia el norte.
Por aquí pasó el poeta para siempre jamás.

BASHO II

Sabemos de la poesía poética los arteros peligros
de la melopea y el frenesí. Es aire embalsamado,
si no lo conviertes en piedras que brillen y hagan daño.
Tú, viejo maestro, puliste las piedras
con las que das muerte a un mirlo.
Tallaste del mundo una imagen que lleva tu nombre.
Diecisiete piedras como flechas una escuela de cantores fúnebres.
Mira junto al agua la huella del poeta
de camino hacia la tierra nevada más interior. Mira cómo el

agua la borra
cómo el hombre del sombrero lo vuelve a escribir
y guarda agua y pisada, detiene el movimiento pasado una

y otra vez,
Para que lo perdido se conserve como algo perdido.
                                                                                                                         

BASHO III

En ningún lugar de este universo tengo domicilio fijo[3]
escribió en su sombrero de ciprés. La muerte le quitó el

 sombrero.
Así ha de ser. La frase ha quedado.
Tan sólo sabía vivir en sus poemas.
Un poco más y verán los cerezos en flor de Yoshino.
Pon tus sandalias bajo el árbol, deja que descansen tus

pinceles.
Guarda el bastón en el sombrero, transforma el agua  en

versos.
La luz es tuya, también la noche.
Un poco más sombrero de ciprés y tú también los verás,
La nieve de Yoshino, el gorro de hielo de Sado,
la isla que embarca para Sorën[4] sobre lápidas de olas.

BASHO IV


El poeta es un molino que convierte al paisaje en

 palabras.
Sin embargo piensa igual que tú y sus ojos ven lo mismo.
El sol que se estrella en la boca del caballo.
El templo exterior de Ise la playa de Narumi.
Navega con velas de luto pone rumbo a su tarea.
Sus mandíbulas trituran las flores hasta los pies de los versos.
La contabilidad del universo como se presenta a diario.
En el norte supo quién era: un montón de ropa vieja.
Cuando está donde nunca más estará lees tú sus poemas.
Pelaba pepinos y manzanas ahora pinta su vida
También a mí me ha seducido el viento que hace flotar las nubes.

                                      El rostro del ojo, 1989


[2]  Esta serie sobre Basho se basa en su obra y en algunos grabados y acuarelas de Sjord Bakker sobre la vida del gran poeta japonés.

[3] Las cursivas son citas de Memorias de viaje de un esqueleto gastado.

[4] Se refiere a Rusia


[1] Exclamación medieval  extraída del Canto I del Duque Juan I de Brabante ( 1252-1294),  la hierba está en flor.

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