Francisco Brines

ESTÁ EN PENUMBRA EL CUARTO…

Está en penumbra el cuarto, lo ha invadido

la inclinación del sol, las luces rojas

que en el cristal cambian el huerto, y alguien

que es un bulto de sombra está sentado.

Sobre la mesa los cartones muestran

retratos de ciudad, mojados bosques

de helechos, infinitas playas, rotas

columnas: cuántas cosas, como un muelle,

le estremecieron de muchacho. Antes

se tendía en la alfombra largo tiempo,

y conquistaba la aventura. Nada

queda de aquel fervor, y en el presente

no vive la esperanza. Va pasando

con lentitud las hojas. Este rito

de desmontar el tiempo cada día

le da sabia mirada, la costumbre              

de señalar personas conocidas

para que le acompañen. y retornan              

aquellas viejas vidas, los amigos

más jóvenes y amados, cierta muerta              

mujer, y los parientes. No repite

los hechos como fueron, de otro modo              

los piensa, más felices, y el paisaje

se puebla de una historia casi nueva              

(y es doloroso ver que aún con engaño,

hay un mismo final de desaliento).

Recuerda una ciudad, de altas paredes,

donde millones de hombres viven juntos,

desconocidos, solitarios; sabe

que una mirada allí es como un beso.

Mas él ama una isla, la repasa

cada noche al dormir, y en ella sueña

mucho, sus fatigados miembros ceden

fuerte dolor cuando apaga los ojos.

Un día partirá del viejo pueblo

y en un extraño buque, sin pensar,

navegará. Sin emoción la casa

se abandona, ya los rincones húmedos

con la flor de verdín, mustias las vides,

los libros amarillos. Nunca nadie

sabrá cuándo murió, la cerradura

se irá cubriendo de un lejano polvo.

Las brasas, 1960

Biblioteca de su casa en Elca ( publicada en El País: https://elpais.com/cultura/2019/10/17/actualidad/1571315234_114144.html)

TENDIDOS

Llueve, y amo,

jadean, en extendida sombra,

dos sombras vivas, hozan la nada,

y en ella se alimentan.

                                   Son jirones de luz,

y a su luz se ven ojos, muslos, cabellos,

mientras la sombra se extingue hacia más sombra,

y el reposo en las sábanas

de las furias del cuerpo

es el agradecimiento de quien ha de morir,

y sin pedir la vida, la vida le desborda

hasta negar la muerte miserable,

la herrumbre de los cuerpos aún vivos

y las sombras ya huecas de los muertos.

Aún no, 1971

AQUEL VERANO DE MI JUVENTUD

¿Y qué es lo que quedó de aquel viejo verano
en las costas de Grecia?               
¿Qué resta en mí del único verano de mi vida?
Si pudiera elegir de todo lo vivido               
algún lugar, y el tiempo que lo ata,
su milagrosa compañía me arrastra allí,               
en donde ser feliz era la natural razón de estar con vida.

Perdura la experiencia, como un cuarto cerrado de la infancia;
no queda ya el recuerdo de días sucesivos               
en esta sucesión mediocre de los años.
Hoy vivo esta carencia,               
y apuro del engaño algún rescate
que me permita aún mirar el mundo
con amor necesario;               
y así saberme digno del sueño de la vida.

De cuanto fue ventura, de aquel sitio de dicha,               
saqueo avaramente
siempre una misma imagen:
sus cabellos movidos por el aire,               
y la mirada fija dentro del mar.
Tan sólo ese momento indiferente.               
Sellada en él, la vida.

Insistencias en Luzbel, 1977

EL REGRESO DEL MUNDO

   Abrir los ojos, después de que la noche

recluyera los astros en su amplia cueva rasa,

y ver, tras del cristal,

ya visibles los pájaros

en el fanal aún pálido del sol,

moviéndose en las ramas.

Y cantos que hacen mía la bóveda del aire.

Y sentir que aún me late en el pecho

el corazón del niño aquel,

y amar, en la mañana, la vida que pasó,

y esta maga sorpresa

de amar aún el mundo en la mañana.

Y en el nombre del mar, que está lejano

y azul, siempre tendido

desde el remoto amanecer del mundo,

persignarme la frente, luego el pecho,

los delicados hombros que ahora rozo,

y besar, con los labios del niño rescatado,

este mundo tan viejo,

que hoy no alcanzo a saber

por qué, si el amor no se ha muerto,

me quiere abandonar.

            La última costa, 1995

“ Mi poesía ha salido por donde ha querido ella, y yo, diciéndole que sí, dejándome llevar».

“En ocasiones el poeta ha tratado de desvelar alguna porción del misterio de la vida, de arañar el enigma a cambio de hallar el apagado resplandor de una significación”, escribía en el texto  La certidumbre de la poesía (1984). “Y aparecen las palabras. Y con ellas el engaño de una aparente claridad, o tan sólo una vislumbre de luz, que para la sed del hombre, y arrastrado por la emoción estética, parece en aquel momento suficiente”..

Su poesía “gira en torno a las preguntas que me hago desde la reflexión o el asombro ante la vida[1]”,por poesía todavía entiendo el encuentro con lo intenso y lo profundo, por eso prefiero quizá la poesía que surge desde dentro y que se va descubriendo ante quien la escribe, ante aquel que la halla en él mismo al escribirla. Eso es la poesía para mí”.


[1] Francisco Brines: “La poesía significa hoy para mí más que nunca” | El Cultural


Un pensamiento en “Francisco Brines

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