BIOGRAFÍA DE JUANA CASTRO: http://www.juanacastro.es/index.php/biografia
MARÍA ENCADENADA
Llora pequeña.
Te están circuncidando la belleza,
llora,
tus tenues agujeros de esclava
pregonarán tu rol desde la sangre.
Te están atando al oro
para que no recuerdes
ni voluntad ni inteligencia,
para que seas eternamente la muñeca
presa de adornos y miradas.
Tus dos pétalos de rosa taladrados
son el primer dolor de tu recuerdo,
llora,
te espera una isla de vestidos
donde cada deseo te mojará las alas.
Un paraíso de espejos,
de tules y de encajes
te da la bienvenida,
tu mañana
tendrá el color del maquillaje.
Los focos, las joyas y las fiestas
con miles de tentáculos
apresarán tu tiempo atenazado.
Sonreirás
la sumisión estándar que te marquen
en el mundo consumo de los sexos.
de Cóncava mujer (1978)
DAFNE
Que tu luz no me busque, Apolo, porque soy una hoja
que vive con el viento.
Toda la savia es
una caricia blanda,
tengo verdes los brazos de besarme en las ramas,
de mirar en las sombras el cristal desvaído de mi cuerpo.
Los helechos me abren su corazón de agua,
poseo dos mil lunas ganadas al ocaso,
los tilos, el espliego, la frescura
de todos los diamantes que se mueren de frío,
las lianas que adornan
la libertad, el talle, las avenas,
mis pestañas, las rosas, los pedernales tiernos de los frutos,
las blancas mariposas donde beben su plata las raíces,
donde el bosque se espesa de semillas y muerte.
No deseo tu fuego, adoro la ceniza que es espora del trigo
y no quiero otro rayo que el resplandor redondo en las naranjas,
el cenit que atomiza la techumbre calada de los árboles,
los troncos como dioses,
las auroras cebadas en su vientre de polen solitario.
Es inútil que corras, porque este paraíso que fecundan tus ojos
me pertenece ya, es la textura
del fondo de mi carne
y crezco vegetal
desde la dermis al vello más oscuro donde duermen los mundos,
es inútil que corras, inútil que me alcances,
porque tengo las plantas
vaciadas en la tierra
y el laurel
es ya un triunfo de oro en mi cabeza.
de Paranoia de otoño (1985)
INANNA
Oscurecidos, aherrojados en el último cuerpo
de la casa, se consumen y hablan.
Corre la muerte afuera.
Hablan con el televisor y con sus muertos.
Olvidan los plazos del futuro
igual que olvidan hoy
qué cosas les dolieron ayer tarde.
No abren las ventanas
porque no entren el sol ni los ladrones
y el cielo está techado de uralita,
y no quieren saber a cuántos años
se murieron su madre ni su padre-
Por olvidar, olvidan enfadarse, se tragan
las horas, el caldo, las pastillas, y arrastran
su nombre y sus dos pies como un misterio.
Y leen y releen, una vez y otra vez,
tercos como funambulistas,
la cuenta de la luz, el testamento,
la invitación de boda de una sobrina nieta.
-Anda, padre, hay que andar.
Y se levanta, y sale, y anda, porque su hija
le ha dicho que hay que andar cada día
si no quiere oxidarse.
Mientras madre, para no ver el filo,
para no ver la muerte,
olvida que hoy es miércoles, olvida que es agosto.
Olvida que ha vivido.
Y se afana, y trajina, y se ríe.
-Cómo voy a tener yo ochenta años.