Huella XIX: ÉCFRASIS

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ANTE EL CAMINANTE SOBRE EL MAR DE NUBES

DE CASPAR DAVID FRIEDRICH

 

            Cimas nevadas acarician la claridad

de la luz. Cielo cárdeno sin brillo,

sin alma.

              Una sombra macilenta

-que asaetea enhiesta el cielo en su rubor-

hace gravitar su juncal oscuridad

-surtidor de sombra y muerte- como un mástil

varado,

 circundado por la niebla.

 

                            Subió a ver la mar y halló el fragor

de una batalla: las olas crepitando

entre las ramas, espumosas lenguas quebrándose

rítmicamente, inmarcesiblemente

entre las rocas de una playa

imaginaria.

Y el amor…

 

                                    Ya no hay aves en el cielo.

Fugitivas y asustadas emigraron

hace tiempo hacia no sé qué

lugares. Lejos.

Muy lejos.

No volverán más.

 

                              Y él, sobre aquel acantilado, inmune al dolor,

posa sus ojos –hirientes relámpagos que todo lo alcanzan,

que todo lo horadan- sobre las olas,

preguntando al silencio y a la luz,

                 impasible al grito fervoroso de las aguas.

 

                                Su figura enhiesta sobresale

elegantemente

en su contemplación callada.

Su sombra silente apenas logra apaciguar

               las aguas, calmar la turbulenta nada,

el crepitar de la niebla,

el embate de las olas,

el cimbrear de un océano en llamas.

de Ana Recio Mir

  

 

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