Nace en Mérida el 4 de febrero de 1937 mientras su padre combatía en el bando republicano. Su madre trabajaba como lavandera e improvisada enfermera cuando él era bebé como se puede deducir de estos versos de su poema “Generación”: sus trágicos pezones en la boca, /ebrios de obuses, apresurados de sobrevivencia casual, / para que yo chupara mi destino. Al terminar la guerra vuelven al pueblo de los padres, Tomelloso.A los trece años tendría que dejar los estudios, pero empieza a tener claro sus dos pasiones: la música y la literatura. Trabajó el poeta como oficinista en un almacén, carpintero, trillador, tendero, «cuidador de tres vacas», recitador en los casinos, pastor de cabras y guitarrista flamenco. Iba para músico hasta que, en sus propias palabras, llegó Paco de Lucía y le dio una patada «a dos o tres mil guitarristas», y a él lo convirtió en estudioso del flamenco.
En 1957 se muda a Madrid, donde «sigue empleado en menesteres alejados del ejercicio profesional de la literatura hasta que en 1961 comenzó a trabajar como redactor en Cuadernos Hispanoamericanos«, revista de la que llegará a ser director, relevando a su admirado amigo Luis Rosales (1983-1996; a la caída del Gobierno socialista fue destituido y pleiteó para ser restituido a su cargo, (lo que parece que consiguió). Dirigió asimismo la revista de arte Galería (1989) y la colección El Puente Literario de la editorial Edhasa (1969-1971).[]
Poeta ecléctico y difícil de catalogar en una corriente estética concreta los manuales de Literatura Española lo introducen en un grupo de poetas un tanto desclasificados, los poetas de la transición, junto a otros grandes maestros como Gamoneda. Se le caracteriza a nuestro poeta por un desbordado vitalismo[1] y José Ortega resalta su “intimismo desgarrado”, su angustia existencial y la inminente conciencia de temporalidad y de ser para la muerte. Sentimientos a los que contrapone una sensualidad encendida, un exacerbado erotismo. Estos rasgos los vemos claramente en el libro que comentaremos más adelante, Las Rubáiyátas de Horacio Martin. No falta tampoco la preocupación social, que algunos denominan la suya como una poesía de la fraternidad. Una escritura con fondo agónico que critica su sociedad y el mundo circundante. El propio Félix escribe “Como todas las criaturas de la Tierra, nací llorando. Toda mi vida he sido fiel a esa costumbre de la especie: muchas páginas de este libro certifican mi lealtad testaruda a la congoja originaria…”
Su carrera literaria empieza en 1963 con Las piedras, ganador del premio Adonais, el libro que inauguraba públicamente —Taranto (Homenaje a César Vallejo), que había escrito con anterioridad, seguía inédito—. Comenta Ángel Luis Prieto de Paula[2] en su prólogo que sus dos primeras obras suponen un homenaje a sus dos grandes maestros: César Vallejo en Taranto y Antonio Machado en Las piedras, tal como el propio autor había reconocido en varias ocasiones. En Taranto se recoge la preocupación social y el pathos vallejiano del hombre desarraigado pero buscando una renovación formal propia de finales de los 60.
«Me encontré con las palabras. Dios las bendiga. Me salvaron la vida. Me ayudaron a sobrellevar la vida y a entender a una madre que amenazaba con tirarse al pozo o con colgarse de un árbol», dice. «Luego me encontré con una mujer. También me salvó la vida». En 1964 se casa con la también poeta Francisca Aguirre.
En 1966 publica Música amenazada, poemario desolador que describe un universo degradado y caótico. En 1967 Blanco spirituals, una denuncia contra una civilización fracasada que perpetúa la injusticia con una nota de compasión a través de la música. Escrito en versículos, carece de puntuación, y su ritmo tiende hacia la prosa.
En 1971 sale a la luz Puedo escribir los versos más tristes esta noche, poemas en prosa que vuelven al intimismo con su característica potencia expresiva y angustia existencial.
En 1978 recibió el Premio Nacional de Literatura por Las rubáiyátas de Horacio Martín, escrito en 1970, que constituye una exploración del sentido de la experiencia erótica desde un punto de vista existencial.
Se lleva varias décadas sin escribir hasta que en 2010 publica La cabellera de la Shoá, fruto de su conmoción y repulsión al visitar el campo de concentración de Auschwitz. Grande no ha parado en todo este tiempo, pero la poesía, dice, es otra cosa: «Es un estado de gracia, no un género literario. Necesita una disposición especial, una mezcla de inocencia y coraje».
Su obra poética se ha visto recopilada en sucesivas ocasiones, enriqueciéndose con las nuevas obras: Biografía (1971), ampliada sucesivamente.
Félix Grande, que en 2004 recibió el Premio Nacional de las Letras Españolas al conjunto de su obra, ha cultivado todos los géneros (poesía, novela, relato corto y ensayo). Ahí están títulos como Memoria del flamenco, La balada del abuelo Palancas o La calumnia, esta última una defensa de su maestro Luis Rosales -al que sucedió en la dirección de la revista Cuadernos Hispanoamericanos– frente a la acusación de haber delatado a Lorca.
Parecía que su obra poética quedaba clausurada con La cabellera de la Shoá, pero el poeta ofreció en el 2011 Libro de familia,[3] donde convoca los dones de la vida, familiares (madre, esposa, hija, padre, suegro) y culturales (el cholo César Vallejo, Antonio Machado, el flamenco, Bach). Los poemas, en general extensos y con numerosos puntos de inflexión de forma y de tono, mezclan la prosa lírica y en ocasiones narrativa con versos que se disponen a su vez de mil maneras: desde las retahílas anafóricas hasta las series empaquetadas de serventesios y cuartetos alejandrinos, pareados endecasílabos, versos con rima interna, eneasílabos blancos…, incluidos algún romance y soneto convencionales.
Para terminar esta primera parte dejar la cita con la que se inicia Biografía:
Todo mi oficio se reduce a buscar sin piedad ni descanso la fórmula con que poder vociferar socorro y que parezca que es el siglo quien está aullando esa maravillosa palabra. Que salga esta derrota de lo más puro de mi corazón y que llegue a los demás impregnada de siglo veinte y de universo, como un insulto espléndido cuyo esqueleto es el amor y desgracia. Que adviertan que me puse entre los torcidos del mundo para ayudarles a zurcir y defendí a la vida con todo mi terror. Clamar socorro como el nombre de un dios.
Y que mejor que ver al gran poeta, magnífico recitador con su profunda voz leer un poema tan vital como «Poética»:
[1] Pedraza Jiménez, Felipe B y Rodríguez Cáceres, Milagrosa, Manual de literatura española. Posguerra: introducción y líricos, Cénlit Ediciones, Navarra, 2005.
[2] Prieto de Paula, Ángel Luis, prólogo de Biografía (1958-2010), Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2011.
[3] http://cultura.elpais.com/cultura/2014/01/30/actualidad/1391073303_152668.html y otros artículos del mismo periódico y wikipedia
Muy bueno e ilustrativo, Ana, lo voy a compartir en Facebook
Pura López
Muchas gracias, Pura. Abrazos