Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva (I). La Edad de Plata

Anna y grupo

Si atendemos al pensamiento de Mukarovski[1] , el mayor representante del Círculo Lingüístico de Praga, quien saca a relucir la importancia del contexto en el análisis de cualquier texto literario, comprobamos cómo el contexto histórico y social ha influido y quebrado la vida- y la escritura- de los escritores rusos en el siglo XX: Mandelshtam muere en un campo de concentración. Otros como Mayakovski, Yesemi o Marina Tsvetáieva,  se suicidan. Otros son fusilados como el marido de Ana, Nikolay Gumilev, Borís Kornílov o Vladímir Narbut.

En los años del poder soviético –afirmó Shentalinski – fueron reprimidos alrededor de 2.000 escritores y de ellos 1.500 fueron fusilados y murieron en cárceles y campos de concentración.

Oteando sobre ese contexto podemos decir que el pueblo ruso amaba la poesía, los años anteriores a la Revolución de 1917 se llenaban todas las plazas del estadio de Moscú para escucharla. En la época del régimen soviético los versos eran pasados de mano en copias manuscritas o aprendidos y recitados en reuniones de amigos y disidentes. Hay que tener en cuenta que el conmovedor poema Réquiem de Anna Ajmátova se conserva porque ella y un grupo de amigos lo memorizaban para no dejar rastro escrito que pudiera tener nefastas consecuencias. En El canto y la ceniza nos cuentan como Anna hacía aprender a su amiga escritora Lidia  Chukóvskaia poemas de Réquiem  para después quemar el poema. En el año 1946, pasada la época del terror stalinista, cuando se le permitía a Ajmátova dar algunos recitales, los ciudadanos la recibían de pie, entre ensordecedores aplausos, porque se sentían identificados con sus versos.

Se consideraban “crímenes de estado” los versos que no estaban al servicio de la Revolución. Este comportamiento represivo era consecuencia de la tesis de Lenin de que la literatura, y el arte en general, tenía que defender las ideas de la Revolución proletaria. Y fue precisamente el poeta Mayakovski, antes de descubrir los horrores de la Revolución, el que defendió con entusiasmo esta postura en sus versos. La llegada de Stalin al poder radicalizó la situación, con asesinatos, deportaciones y aniquilación de cualquier signo de disidencia.

Pero ¿Cómo era el ambiente literario ruso antes de la Revolución?

Esta época, llamada Edad de Plata, será continuadora del período de esplendor de la literatura rusa, el Romanticismo ruso, cuyo artífice fue Pushkin, la considerada Edad de Oro. Fueron años de una rica diversidad de corrientes estéticas y literarias y de gran bullicio intelectual, cultural y artístico. Aclarar que la Edad de Plata comienza con el simbolismo ruso.

El VANGUARDISMO, la revolución literaria que antecede a la revolución política, apoyará a la revolución para luego ser sustituido o eliminado por un realismo socialista. La revuelta contra el pasado artístico, que supone la vanguardia, es una revuelta también contra el símbolo político del pasado y de la opresión representada por el zarismo.

El vanguardismo ruso tiene su centro en el futurismo, pero no coincide con el Futurismo italiano ni nace de éste. De hecho querían llamarse “futurianos” y no futuristas, para que no los confundieran. El futurismo no fue una agrupación homogénea, bajo el mismo nombre se concentraron grupos diferentes. El más famoso era el cubofuturista, al que pertenecían Jlébnikob y Maiakovski.

Cuando se lanza el primer manifiesto futurista La bofetada al gusto público en 1912 están en marcha otros movimientos literarios: acmeísmo, clarismo, imaginismo …

ACMEÍSMO. Corriente literaria rusa que surgió en 1911, durante el llamado Siglo de Plata de la literatura rusa, en respuesta al simbolismo. Al contrario del simbolismo, el acmeísmo se empeñó en reemplazar el hermetismo, la polisemia y ambigüedad complicada y el misticismo de aquel con la claridad en el lenguaje de lo retratado. Surge junto al futurismo, lo que llevó a que sonaran anacrónicos.

En otoño de 1912 en casa de Gumilev seis poetas jóvenes decidieron crear una nueva corriente poética, al principio le dieron dos nombres a este movimiento: acmeísmo –de la palabra griega acme– que significa grado máximo de algo, florecimiento; y adamismo, visión del mundo viril, clara y firme. Pero este segundo término cayó en desuso. Solo seis poetas se reconocieron como acmeístas: Gumilev, Gorodetsky, Ajmátova, Mandelshtam, Narbur y Zenkevich.

En enero de 1913 en el primer número de la revista Apollón aparecieron artículos de Gorodetsky  y Gumilev, que se convirtieron en verdaderos manifiestos del acmeísmo. Los acmeístas renuncian a conocer la esencia oculta de las cosas, al contrario que los simbolistas, hablan del mundo concreto y real, al alcance de la experiencia humana inmediata. Desaparece el romanticismo místico de los simbolistas en busca de mayor realismo. Rechazan la vaguedad y nebulosidad del simbolismo a favor de mayor claridad, lógica y concreción, sin olvidar que el símbolo es necesario en la poesía. La belleza no es un capricho de un semidiós, / sino el ojo implacable de un simple carpintero  (Mandelshtam).Los acmeístas se consideraban unos artesanos de la palabra, por este motivo llamaron a sus reuniones Taller de los poetas.

En las reuniones del Taller de los poetas cada uno leía sus poemas.  A la lectura de poemas seguía su discusión. Gumiliov ante esto exigía “propuestas subordinadas”, como le gustaba expresarse, es decir, no exclamaciones ni afirmaciones gratuitas, ni que una cosa sea buena y otra mala, sino explicaciones que argumentaran por qué es buena o mala. El propio Gumiliov por lo general hablaba al comienzo, hablaba largamente, y su análisis era detallado.

Todos los poetas de la época iban al bar El perro Vagabundo. Ajmátova le dedicó a ese lugar dos poemas: “Todos aquí estamos ebrios, perdidos” y “Sí, yo amaba aquellos encuentros nocturnos”, también aparece en su “Poema sin héroe”. Los encuentros eran realmente nocturnos: llegaban al Perro Vagabundo después del teatro, después de alguna velada o disputa, y se marchaban casi al amanecer.

El Perro Vagabundo[3] era frecuentado por visitantes extranjeros célebres. A este café llegaban todos los poetas de Petersburgo: simbolistas, acmeístas, futuristas, estos últimos todavía divididos en “cubofuturistas”, con Maiakovski a la cabeza con su chamarra amarilla, y Jlébnikov, y los seguidores de Igor Sevirianin . Jlébnikov ya por entonces era todo un misterio. Se sentaba en silencio, inclinando la cabeza, sin advertir a nadie.

Bibliografía:

– Apuntes del curso El Taller de los Poetas. La poesía en la Historia Universal. Ana Isabel Alvea Sánchez

–   Asensi Pérez, Manuel, Historia de la teoría de la literatura (el siglo XX  hasta los años 70), Tirant lo Blanch, Valencia, 2003.

–   Martín de Riquer y José María Valverde, Historia de la Literatura Universal. De la vanguardia a nuestros días (I), Editorial Planeta, Barcelona, 1986.

–  Martín de Riquer y José María Valverde, Historia de la Literatura Universal. Vol. 2, Gredos, Madrid, 2007.

Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva. El canto y la ceniza. Antología Poética, Debolsillo, Barcelona, 2010

Poesía acmeísta rusa, Visor, Madrid, 2001


[1] Mukarovski pertenece al llamado Centro Lingüístico de Praga, esta ciudad se convertirá en el centro de los estudios lingüísticos y literarios en los años 20 y suponen la superación del inmanentismo propio de los formalistas rusos, defendiendo una orientación semiológica de los estudios literarios.

[3] Revista El malpensante, Encuentro con Anna Ajmátova, enlace:   http://elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=157&pag=1&size=n

2 pensamientos en “Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva (I). La Edad de Plata

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