Pareció todo irreal,
como si fuera un mal sueño.
Empezó a aparecérseles
aquel minotauro negro
cuando estaban a solas
y se estaban desvistiendo.
¿Por qué amedrentaba a las niñas
-hombre del saco con cuernos-?
¿Por qué sonreían las mujeres
al ver sus ojos de fuego?
Los escribas ya dudaron
sobre si hubieron empleo:
retornado el jeroglífico
se integraron con el pueblo.
Decir Dios sólo era un calmo
señalar hasta los cielos.
Hasta el luto comenzó
a hacer juego con el sexo.
La ciudad fue reducida
-casitas, plazas, albero-;
sus habitantes, mozuelas
y embozados con sombrero.
Todo quedó reducido
a muerte, pasión y celos.
Quienes notaron el cambio
prefirieron padecerlo.
Sergio Rodríguez, noviembre de 2012
*Segundo poema realizado por Sergio en el Taller de los poetas